Rusia

La venganza de Putin pasa por la guerra siria

Una semana después del desastre aéreo en el Sinaí, el presidente ruso está obligado a tomar la iniciativa. Redirige los ataques en el país árabe hacia el Estado Islámico y estudia relegar al mando de la misión

Imagen facilitada por el ministerio de Defensa ruso, de uno de sus ataques sobre posiciones del EI en Siria
Imagen facilitada por el ministerio de Defensa ruso, de uno de sus ataques sobre posiciones del EI en Sirialarazon

Una semana después del desastre aéreo en el Sinaí, el presidente ruso está obligado a tomar la iniciativa. Redirige los ataques en el país árabe hacia el Estado Islámico y estudia relegar al mando de la misión

«Que sepan los cruzados rusos y sus aliados, rezaba el comunicado, que no hay seguridad para ellos en la tierra de los musulmanes ni en sus espacios aéreos». Éste es parte del texto en el que Provincia del Sinaí, filial del Estado Islámico en la península, reivindicaba haber derribado el avión ruso siniestrado en Egipto, una represalia por la intervención militar en Siria. El atentado sería el primero a gran escala en la aviación civil desde el 11-S y vendría a corroborar el estatus de Rusia como nuevo objetivo número uno del grupo yihadista, por delante de Estados Unidos. Sin embargo, hasta el momento, las bombas rusas en Siria no están dirigidas específicamente contra el Estado Islámico, como desde el día uno se vanagloria el Kremlin, sino más bien a apoyar al maltrecho régimen de Damasco, liderado por el fiel socio Bachar al Asad.

Todo para facilitar la ofensiva terrestre del Ejército sirio, que, con el apoyo de Hizbulá (brazo armado de Irán), así como de combatientes de la Guardia Revolucionaria iraní, todos de la minoría chií, a la que pertenece el presidente Asad, busca recuperar las amplias zonas del país fuera del control del Gobierno. Rusia golpea desde el aire posiciones de toda la oposición en general, entre los que efectivamente se cuenta el grupo yihadista, pero en cinco semanas de ataques aéreos diarios apenas un 10% de las bombas, según ha denunciado en varias ocasiones la inteligencia occidental, han ido dirigidas contra el Estado Islámico.

Una situación que bien puede cambiar una vez se confirme y reconozca la autoría yihadista de un atentado a gran escala sobre civiles rusos como el del Sinaí, en el que murieron 224 personas. De hecho, con una medida tan radical como suspender todos los vuelos directos a Egipto y evacuar por motivos de seguridad a los turistas rusos en el país árabe, Putin reconoció el viernes de facto esa autoría yihadista, pese a que el Kremlin sigue de puertas afuera sin utilizar la palabra atentado.

Moscú, recordamos, calificó el jueves de «provocación» la decisión británica de suspender vuelos a Egipto. El giro de opinión se basa en las pruebas conocidas, es decir, las grabaciones de la caja negra y el estado del fuselaje, pero especialmente en la información de inteligencia compartida por Reino Unido el viernes, unas comunicaciones interceptadas tras la tragedia a miembros de Provincia del Sinaí. En el momento en el que Rusia reconozca oficialmente la autoría yihadista, el presidente Putin, criticado estos días por su escasa exposición tras la tragedia, estaría obligado a ofrecer una respuesta de cara a la opinión pública, a actuar en el origen del problema, Siria, y esta vez sí, directamente contra el Estado Islámico.

Por ahora, los partes rusos detallando las infraestructuras terroristas destruidas esconden que la operación avanza más lenta de lo deseado. Es por eso que los bombardeos, al contrario de remitir, se intensifican según pasan los días y sólo en los dos últimos han golpeado 263 posiciones del grupo yihadista. Además, el contingente ruso desplegado en Siria se ha doblado, de 2.000 a 4.000 efectivos, entre ellos varios miembros de las Fuerzas Especiales, Spetsnaz, según informes de Inteligencia estadounidense citados por Reuters.

Pese a informaciones contradictorias, ese contingente no habría participado aún en acciones de combate y se encontraría en la provincia occidental de Latakia, una de las pocas bajo firme control del régimen y cuna de la familia Asad. En todo caso, su estatus puede cambiar a corto plazo, igual que la dirección del operativo. Moscú, pese al triunfalismo de los partes del Estado Mayor, dirigidos principalmente para consumo interno, está descontento con el ritmo de la campaña, por eso el ministro de Defensa ha propuesto esta semana a Putin relevar al general Andrei Kartapolov, vicejefe del Estado mayor y jefe de la dirección operativa central, que es la persona al mando de la intervención en Siria. En las primeras tres semanas de la operación militar, según informó el propio Kartapolov, se habían liberado 350 kilómetros cuadrados y 50 localidades. Un ritmo al que llevaría años reconquistar todo el territorio sirio bajo control opositor y que contrasta con la intención inicial del Kremlin de una operación de principio y fin, con una duración de entre tres y cuatro meses, según explicó el jefe de la Comisión de Exteriores de la Duma, Alexei Pushkov.

Al tiempo que Putin se ve obligado a rediseñar su estrategia en Siria para vengar el supuesto ataque a sus ciudadanos, el presidente debe hacer frente a la gestión de los turistas nacionales que todavía se encuentran al sur de la Península del Sinaí. Los casi 80.000 rusos que se encuentran actualmente allí regresarán en las fechas que tenían previstas, según informó ayer el director de la Agencia Federal de Rusia para el Turismo (Rustourism), Oleg Safónov. Cerca de 1.200 turistas ya han regresado a Rusia desde la suspensión de los vuelos de pasajeros a Egipto. Lejos de ver a Putin como responsable de esta tragedia que estaría relacionada con la misión del presidente en Siria, los rusos siguen dando muestras de total admiración por su líder. Es más, en el aeropuerto de Sharm el Sheij pueden verse numerosos ciudadanos rusos luciendo con orgullo camisetas con el rostro de su presidente.