Estados Unidos

Lo más natural de Estados Unidos

El Servicio de Parques Nacionales del país americano, con un total de 59 repartidos por 27 estados, celebra su primer centenario el próximo 25 de agosto

El Parque Nacional de Yellowstone, ubicado en Wyoming
El Parque Nacional de Yellowstone, ubicado en Wyominglarazon

Lugares llenos de magia, de naturaleza salvaje en su estado más puro, de grandes contrastes, paisajes inigualablemente bellos y que más pronto que tarde tenía que descubrir. Son apabullantes en tamaño, en belleza, en su capacidad de impresionarme. Amores a primera vista. Sin duda alguna un recorrido que cubre con creces todas las expectativas que había creado. Aunque quizá necesite casi toda una vida para descubrir todos, tengo que empezar poco a poco.

Siendo un país tan grande, una de las cosas más atractivas que presenta Estados Unidos es el gran contraste que me encuentro entre unos sitios y otros. Desde el desierto más seco y árido con el Valle de la Muerte al bosque más frondoso plagado de sequoyas, pasando por las montañas y glaciares más fríos, y los cañones rocosos más profundos como el Gran Cañón del Colorado, que se agrupan dentro del Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos, que este 2016 celebra sus 100 años. Está integrado por 409 espacios históricos y naturales, que incluyen desde parques hasta campos de batalla, zonas de recreo, monumentos y áreas de la costa nacional. Estados Unidos es un territorio vasto, cambiante y lleno de contrastes. Sus 59 Parques Naturales encierran diferentes paisajes sorprendentes, algunos tan conocidos como el Parque Nacional de Yellowstone, el Parque Nacional de Yosemite, el Parque Nacional de las Montañas Rocosas o el Parque Nacional Zion. Pero hay muchos más como el Parque Nacional Grandes Dunas de Arena, Parque Nacional del Valle de la Muerte, Parque Nacional y reserva Puertas del Ártico...

El Parque Nacional de Yellowstone creado en 1872, fue el primer parque nacional de los Estados Unidos y del mundo. Le siguieron en 1890 el Parque Nacional de Yosemite y el Parque Nacional de las Secuoyas. El último parque nacional, establecido en el año 2004, es el Parque Nacional Grandes Dunas de Arena, en Colorado.

La Costa Oeste americana aglutina algunos de los parques más famosos y bien merece ser el comienzo de una ruta que ahora comienza en San Francisco pero que no conoce la próxima parada. A sólo 12 kilómetros del Puente Golden Gate de San Francisco, el Parque Nacional de Muir Woods es un bosque de 295 hectáreas repleto de secuoyas gigantes envueltas en un verde paisaje de ensueño. No dejo pasar la oportunidad de caminar por senderos y caminos del bosque observando las secuoyas gigantes que tienen una media de 800 a 900 años.

Sigo descubriendo ese maravilloso árbol con la visita al Parque Nacional de las Secuoyas. Gran parte es territorio desconocido, casi secreto, y eso que está en California, el estado más poblado de Estados Unidos. El 84% de su reserva es zona virgen, accesible solo a pie o a caballo, pero el esfuerzo vale la pena. Aquí se encuentran, por ejemplo, los árboles más grandes del mundo, las secuoyas gigantes, que llegan a medir hasta 85 metros.

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Yosemite es otro de los parques más conocidos y más viejos y se encuentra a un poco más de 300 kilómetros de San Francisco. Su belleza lo hace insuperable. Cascadas y acantilados tallados de granito dan cuenta de ello. Es ideal para los amantes del senderismo, pues tiene 282 kilómetros de sinuoso camino, con vallas de gigantes pinos. Tres pilares fundamentales sustentan este coloso: el Capitán, el mayor monolito de piedra del mundo y las secuoyas gigantes de Mariposa Grove. Hago un alto en el camino en uno de los lugares más desérticos del planeta, en el Valle de la Muerte, un parque que apenas recibe 50 milímetros de lluvia anual como promedio.

Zion es la siguiente parada. «Santuario» en hebreo, es árido, más parco en superficie forestal (salvo en los alrededores de la ribera del río Virgen que lo atraviesa) y sufre como nadie el cambio de estación. Hay múltiples rutas para recorrer el parque: la de las piscinas esmeralda, la de los ángeles, la Whipping Rock o roca del azote... Pero si hubiera que elegir una sería, sin duda, la de los Narrows. Unas estrecheces del cañón que desembocan primero en la ribera del río Virgen, artífice del cañón, y luego en el mismo río por el que hay que recorrer un trecho.

No está lejos del conocido Gran Cañón y por eso suele pasar desapercibido, pero es un error no acercarse porque aquí se encuentran con un paisaje realmente espectacular. Bryce Canyon está a 330 kilómetros al noreste de Las Vegas, pero no podría estar más lejos de las llamativas atracciones de la ciudad del juego: no hay luces de neón, aunque las «hoodoos» de brillante color rojo y naranja (columnas y arcos erosionados de roca blanda sedimentaria) resultan igual de fascinantes. Su obra maestra es un anfiteatro natural de 19 kilómetros de largo, cinco de ancho y 240 metros de profundidad, con una masa de agujas de roca que se alzan 60 metros sobre el valle. Las hay de todos los colores y formas: desde sólidas torres o espigadas formaciones como tótems. El itinerario panorámico Rim Road Scenic Drive (30 kilómetros) discurre junto al borde del cañón pasando por el centro de visitantes, el refugio, increíbles miradores (no perderse Inspiration Point) y el inicio de los senderos que recorren el parque.

w donde la tierra se abre Mi ruta prosigue hasta llegar al santo y seña de la naturaleza a la americana: el gran Cañón del Colorado. Con una longitud de 446 kilómetros que divide en dos al Estado de Arizona, no hay ninguna otra grieta en el mundo tan famosa como el Gran Cañón, pero lo merece: al asomarme al borde parece como si la tierra me abandonara, zambulléndome a 1.600 metros hasta el río Colorado. Aparte del escarpado volumen de la grieta, lo asombroso de este icono natural son los colores (negro, rojo, marrón...) que parecen cambiar con las horas.

El Gran Cañón es generoso, pues regala su belleza de numerosas maneras: se puede contemplar desde el borde, pasear por el suelo o navegar por su vientre. Pero, sin duda, recorrerlo con un helicóptero es entrar en contacto más directo con su monstruosa naturaleza. Una experiencia difícil de olvidar y que me deja con la boca abierta. Basta una mirada al abismo que es el gran cañón para constatar el poder de la naturaleza.

Paisajes insólitos, difíciles de explicar e imposibles de igualar. Su tamaño es tan descomunal que da la impresión de que no son accidentes geográficos para humanos sino para gigantes. No acaban aquí, mi ruta seguirá, algún día, por Yellowstone o las Montañas rocosas hasta completar los 59 inolvidables parques americanos.