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¿Puede la ficción hacer justicia al autismo?

Keir Gilchrist, el protagonista de la serie, junto a Jenna Boyd
Keir Gilchrist, el protagonista de la serie, junto a Jenna Boydlarazon

La pregunta tiene sentido considerando los antecedentes; no puede decirse que, en general, la enfermedad haya recibido un trato respetuoso al ser representada en pantalla.

La pregunta tiene sentido considerando los antecedentes; no puede decirse que, en general, la enfermedad haya recibido un trato respetuoso al ser representada en pantalla. «Rain Man» (1988) trató a su protagonista como un mero vehículo a bordo del que proporcionar redenciones antes de mandarlo de regreso al psiquiátrico porque, por supuesto, era del todo incapaz de vivir en sociedad. Aquella película, además, propagó la idea errónea de que ser autista significa ser un genio contando cartas o cerillas o lo que fuera; sobre esa falacia se erigió también «El contable» (2016), cuyo protagonista era un genio haciendo números pero también, sorpresa, un hacha matando gente. Por su parte, la mejor forma que «The Big Bang Theory» ha encontrado a lo largo de sus diez temporadas para explorar la enfermedad ha sido pintar a Sheldon (Jim Parsons) como alguien odioso.

Por eso, es de por sí una buena noticia que «Atípico» retrate el autismo en serio, sin considerarlo como objeto de burla ni demonizarlo ni considerarlo algo que debe ser domesticado. La nueva serie observa a Sam (Keir Gilchrist) mientras afronta los placeres y decepciones y desafíos de la vida adolescente. Sam habla con voz monótona, monocorde y demostrando un inusual desarrollo verbal. No se le da bien interpretar las señales sociales, y no le gusta que lo toquen. Es desconcertantemente directo, su sinceridad es excesiva, y su personalidad obsesiva se manifiesta en su tendencia a explicar cosas sobre la Antártida y su fauna –especialmente de los pingüinos– a desconocidos quieran estos escucharle o no. Normalmente no quieren.

En el episodio piloto, Sam anuncia de forma abrupta que quiere tener sexo lo más pronto posible. Y, en vistas a perder la virginidad, empieza a documentarse sobre el asunto como si de un trabajo para la clase de Física se tratara; poco a poco aprenderá a la fuerza que ni la documentación ni las normas –dos de sus cosas favoritas– funcionan en el arte del cortejo. Sea como sea, a su manera tan solo busca afecto y conexión. Y eso en realidad significa que tiene mucho en común con casi cualquier otro muchacho adolescente del mundo.

Después de todo, y especialmente considerando que es una serie que pretende celebrar las diferencias entre nosotros, en muchos sentidos «Atípico» es más bien típica. Posiblemente sea algo intencionado: mostrar que la existencia de un autista y la de quienes viven con él son iguales a las de los demás. Los conflictos domésticos que relata son los propios de casi cualquier otra dramedia familiar: madres que usan enredos extramaritales para huir de sus miserias, padres incapaces de conectar con sus hijos, chicas que se sienten ignoradas a causa de las necesidades especiales de su hermano. La diferencia es que aquí esas cosas les suceden a personajes que en todo momento dan la sensación de ser gente real.

Pero, ¿y qué hay del autismo? Sam es un tipo raro, sí, pero no mucho más que cualquiera de los numerosos «nerds» que la ficción televisiva nos ha presentado durante décadas. A la creadora de la serie, Robia Rashid, ya la han puesto verde quienes consideran que trivializa las ansiedades, los sacrificios y el dolor que convivir con el autismo conlleva. Por supuesto, al mismo tiempo también ha recibido palos de los que, por el contrario, opinan que la serie se esfuerza por exagerar los efectos de la enfermedad: Sam, sostienen, no se comporta de forma socialmente inapropiada de vez en cuando sino en cada escena, no dice algo inadecuado ocasionalmente sino en todas sus frases de diálogo. Una cosa es que la serie cuestione lo que significa ser normal, añaden, y otra muy distinta que exagere la anormalidad del autista. Así pues, ¿hace «Atípico» justicia al autismo? Al menos no es «Rain Man».