Operación Candy

Ortiz, un mal recuerdo en la zona «Candy»

Las patrullas ya no pasan con tanta frecuencia por Ciudad Lineal, pero la Policía siguió comprobando a «sospechosos» meses después de la detención del pederasta

Ortiz, un mal recuerdo en la zona «Candy»
Ortiz, un mal recuerdo en la zona «Candy»larazon

La pesadilla ya estaba cerca de llegar a su fin pero ni los vecinos del distrito ni los agentes encargados de la operación lo sabían. Los ánimos empezaban a flaquear en todos y el temor a que el pederasta volviera actuar se convirtió en un hecho hace hoy (22 de agosto) justo un año. Fue el día en que Antonio Ortiz, un tipo de 43 años, hoy preso en Herrera de la Mancha, y conocido como el «pederasta de Ciudad Lineal», actuó por cuarta y última vez. Porque precisamente aquella agresión sexual fue determinante en el empujón definitivo a tanto tiempo de sequía investigativa. Gracias a los datos aportados por esta menor –que aportó más detalles porque no fue sedada como las víctimas anteriores– y el pequeño cambio en el modus operandi de Ortiz, un mes y dos días después, el pederasta fue engrilletado y trasladado desde Santander hasta la Jefatura Superior de Policía de Madrid, un complejo policial del distrito de Tetuán donde tantas horas de trabajo, desvelo e impotencia habían pasado los agentes del SAF y gran parte de la Brigada Provincial de Policía Judicial, que asumieron el caso como una cuestión personal. Obviando a las cuatro víctimas a quienes Ortiz robó para siempre parte de su infancia, y a sus familiares, a los que condenó a un sufrimiento de por vida, los padres con hijas pequeñas residentes en Ciudad Lineal, Hortaleza y San Blas (los tres distritos acotados en el marco de la «operación Candy») vivieron una auténtica angustia durante la primavera-verano del año pasado. «Se notó que en los parques y en las plazoletas había menos niños. Los que había, estaban “condenados” a jugar con algún adulto a pocos metros de ellos y mirando a la vez hacia todo desconocido. Entramos todos un poco en psicosis», reconoce una vecina de la colonia de San Juan Bautista, escenario de la primera agresión cometida por Ortiz que trascendió a los medios (aunque ya se había «estrenado» ocho meses antes, según la investigación policial).

En la calle Cidamón y aledaños hay varias plazas donde juegan niños y una tienda de alimentación regentada por chinos, donde en el mes de abril iba la menor a comprar chucherías cuando Ortiz aprovechó para acecharla. El resto ya es conocido por todos. «Los que tenemos nietos vivíamos con un nudo en la garganta. De pensar que era un barrio tranquilo a saber que un desalmado había venido aquí a hacer eso... Podía habernos pasado a cualquiera, te despistas un momento y ¡zas! El saber que pasaban los días y no daban con él... Fue horrible, la verdad». La mujer, que conocía «de vista» a la familia afectada, asegura que no se hablaba de otro tema y el hecho de ver constantemente a coches policiales patrullando el barrio les hacía recordar que algo raro pasaba. «Pasaban a todas horas y siempre pensábamos “hombre, aquí no creo que vuelva”», añade una amiga, también vecina de la zona.

Los agentes de la comisaría de Ciudad Lineal también recuerdan aquellos meses con cierta angustia. Porque aunque la investigación se llevó entre un grupo muy cerrado de agentes de Judicial, también participaron en el dispositivo agentes de Seguridad Ciudadana (las patrullas que se ven por la vía pública), de Participación Ciudadana (para transmitir a vecinos y en colegios la labor policial que se estaba llevando a cabo y recoger las inquietudes del ciudadano) y posteriormente los de Científica, una vez que se dio con el pederasta y se autorizó los registros domiciliarios y de su ordenador, así como las muestras tomadas a las víctimas y su cotejo con el ADN de Ortiz.

«No sabíamos cómo era el pederasta físicamente, no se difundió ningún retrato robot así que poco podíamos hacer por encontrarle. Lo único que conseguíamos era lograr un efecto disuasorio tanto para él, por si tenía pensado volver a actuar, y para otros de su calaña», comenta un agente de la comisaría del distrito. Y es que, lo que más llamó la atención de los policías que aquellos días tenían como destino fijo (sin uniforme policial) vigilar los parques –e inmediaciones de centros escolares cuando comenzó septiembre– fue la cantidad de hombres que acuden a lugares frecuentados por niños, aparentemente sólo a mirar. De hecho, en el marco de «Candy» se detuvo a tres agresores sexuales que no tenían nada que ver con el caso y a varios exhibicionistas. Pero lo que más hubo, recuerdan los agentes, fue falsas alarmas. Se difundieron vía redes sociales y Whatsapp varios retratos robot falsos (hasta el realizado por la Guardia Civil para dar con el asesino de Eva Blanco), fotos de señores que respondían a las características físicas descritas y hasta modelos de vehículos con la matrícula visible para que «quien le vea le de una paliza», rezaban algunos pies de foto virales. «Nos llegaban al día alrededor de una decena de avisos asegurando que le habían visto en no sé donde. Había que comprobar todo y nos robó muchísimo tiempo de trabajo, pero siempre decimos que mejor al alza que a la baja. Es decir, mejor que tengamos que comprobar a cinco sospechosos falsos a que alguien tenga una pista buena del delincuente y no la comunique», asegura un agente. Lo curioso fue que, después de su detención, mucha gente seguía llamando a la Policía para advertir de hombres con actituda sospechosa en parques. «Había que ir, porque no era Antonio Ortiz pero podía ser algún imitador», comenta el policía.

Eso sí, también hubo aquellos que decidieron hacer perder el tiempo a gente que estaba trabajando mucho en buscar a un agresor sexual de menores para gastar «bromas» de mal gusto y de todo tipo con la única intención de entorpecer la investigación.

Hoy, aunque se siguen viendo vehículos policiales por el distrito, no tiene nada que ver con la realidad diaria del año pasado en la zona «Candy» de la capital. La normalidad ha vuelto a los barrios y las tiendas de alimentación regentadas por chinos, tristemente determinantes en el caso. El pederasta actuó en dos ocasiones alrededor de ellas. Al ir a una de estas tiendas de chucherías fue abordada la niña de 9 años agredida en abril y en la entrada de otra, en la calle Luis Ruiz, fue abordada la menor de cinco años y origen chino, precisamente regentada por sus padres. De ahí, el nombre de la operación (Candy, en inglés, caramelo). «Ya no hay policía. Sólo niños», comentan en la primera. Los padres de la segunda víctima siguen con su rutina y al frente de la tienda de alimentación. Como todos, aunque aliviados por estar el agresor de su hija en prisión, están deseando que se celebre el juicio y se condene definitivamente a Ortiz.

El juicio, para 2016

El caso ha ido saltando hasta por tres juzgados de instrucción distintos. Durante toda la fase de investigación estuvo en manos de Maria Antonia de Torres, titular del Juzgado de Instrucción 10 de Madrid. Llevó todas las autorizaciones policiales, su detención y hasta tomó declaración (exploró) a las menores. Siempre comentan de ella el especial cariño que puso en esta prueba, preparando todo con juguetes en su despacho a la hora de hablar con ellas y cogiéndolas en brazos para las ruedas de reconocimiento en Plaza de Castilla. Pero al comprobar los agentes que Ortiz estaba detrás de una agresión sexual en septiembre de 2013 recogida en el Juzgado número 20, éste pasó a asumir todo el caso de nuevo. Ahora lo lleva el número 11, cuyo titular, Juan Javier Pérez, decidió procesar al detenido por cuatro delitos de agresión sexual, otros tantos de detención ilegal y tres de lesiones. La Sección Quinta de la Audiencia Provincial ratificó en junio la decisión de este juez y desestimó los recursos de apelación de Ortiz. Aún están pendientes algunas diligencias, como un informe forense que determine la incidencia de las benzociacepinas en el cuerpo de una de las víctimas, ya que la Policía le acusó de tentativa de homicidio al considerar que esa dosis de sedante podría haber acabado con la vida de la pequeña.