Unión Europea

Populistas marcan la agenda de la UE

Migrantes reciben ayuda en un campo de refugiados de Idomeni (Grecia), próximo a la frontera con Macedonia
Migrantes reciben ayuda en un campo de refugiados de Idomeni (Grecia), próximo a la frontera con Macedonialarazon

El preacuerdo que los Veintiocho y Turquía alcanzaron el pasado lunes tras diez horas de intensas negociaciones pasará a la historia como una claudicación de Europa ante el régimen autoritario de Recep Tayyip Erdogan y la ultraderecha xenófoba. Y es que sólo el interés de los líderes europeos de frenar a los movimientos antiinmigración que amenazan el “establishment” político de sus países puede explicar tales concesiones a Ankara.

Como si de un bazar turco se tratara, el primer ministro otomano, Ahmet Davutoglu, dio un golpe en la mesa al llegar el lunes a Bruselas. Consciente de la premura europea por frenar la avalancha de refugiados sirios y de otras nacionalidades, planteó sus demandas y se sentó a esperar a que los Veintiocho pasaran por el aro. A cambio de ejercer como policía a sueldo de la UE, Erdogan exigía 6.000 millones de euros (el doble que en noviembre) para sufragar las estancia de los refugiados sirios en su territorio, la desaparición de los visados para sus ciudadanos a partir de junio y reabrir la congelas negociaciones de adhesión a la Unión Europea. Por su parte, la Unión expulsará a Turquía a todos los extranjeros (migrantes y asilados) que lleguen a Grecia, pero acogerá al mismo número de refugiados que se hacinan hoy en los campos de refugiados turcos (2,7 millones de sirios).

Sin apenas oposición interna, Europa eludió su obligación (plasmada en sus mismos tratados y la Convención de Ginebra) de tramitar las solicitudes de asilo de aquellos refugiados que sufren persecución en sus países. Decidió meter en el mismo barco a asilados políticos y refugiados económicos. De poco han servido las críticas de la ONU y de organizaciones internacionales como Amnistía Internacional. Queda por ver los malabarismos que improvisará la UE para respetar el Derecho Internacional.

Pero la cuarta y, tal vez más importante, concesión a Erdogan es que los europeos harán la vista gorda a las constantes violaciones de los derechos humanos cometidas por el Gobierno islamista. La más reciente, el cierre de “Zaman”, el principal diario turco. Por no hablar de la persecución de la minoría kurda, culpable, según el presidente, de todos los males de país, Paradójicamente, Bruselas se dispone a reabrir el proceso de adhesión con un candidato que no cumple el principal criterio para pertenecer al “club” comunitario: ser un país democrático donde se respeten las libertades individuales y rija el Estado de Derecho.

Mientras, en casa y a medida que pare la llegada de demandantes de asilo, Angela Merkel confiará haber asestado un golpe mortal a la xenófoba Alternativa por Alemania (AfD), al igual que su homólogo austriaco, Werner Faymann, con la ultraderecha heredera del fallecido Jörg Haider, o François Hollande con la frentista Marine Le Pen. ¿Habrá merecido la pena haber renunciado a los valores europeos por el camino?

pgarcia@larazon.es