Alfonso Merlos

Acorralado

La Razón
La RazónLa Razón

Ni chantaje ni acoso. Ni presión oportunista ni amenazas baldías. La CUP está donde siempre. Y, por desgracia, Mas también. Acorralado. Entre la espada del constitucionalismo y la pared que amurallan, ladrillo a ladrillo, unas desastrosas políticas que han provocado una fuga masiva de empresas de Cataluña y un deterioro salvaje del tejido productivo. Era de esperar. Los antisistema de izquierdas son exactamente eso. Contrarios a la burguesía, enemigos del 3% y las cajas fuertes de Suiza o Andorra, adversarios de los Pujol y sus apocados epígonos. Son estatalistas, intervencionistas, marxistas en no pocos de sus planteamientos económicos. Y esto casa poco con la coalición que, capitaneada por Romeva, salió vencedora y sin embargo herida del 27-S: con serias fisuras difícilmente reparables.

Sí. Es cierto que la lista del president y Guardiola se las prometía muy felices al pensar que el independentismo actuaría como cemento para unir fuerzas del más diverso pelaje. Es el planteamiento utópico y cerril de los que creen que el odio a España lo justifica y lo tapa todo. Pero no es así. Hay vergüenzas que quedan al descubierto cuando formaciones minoritarias y enfundadas de un gran sectarismo, como la del líder de la zapatilla o Toni Baños, entran en acción y juegan su carta. Y es lo que está ocurriendo.

Lo han puesto negro sobre blanco desde el minuto cero del nuevo escenario. Y parecen no engañar a nadie. El capitidisminuido jerifalte de la cosa separatista no es el único problema. Perfectamente dos batallones pueden tener como objetivo desarbolar a un mismo Ejército. Y perfectamente, sus dos generales pueden ser como el agua y el aceite. Irreconciliables. Y terminar intentando tirar del caballo el uno al otro. Ahí estamos.