Alfonso Ussía

De prostitución

La Razón
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Los políticos no tienen lugar ni derecho para ordenar e imponer voces y términos en el idioma. Es la tradición, la costumbre y la calle la que establece las voces nuevas y elimina las obsoletas. La alcaldesa de Madrid, doña Manuela Carmena, se ha erigido en maestra de periodistas y opinantes en materia de prostitución. No conseguirá nada. Desea que las prostitutas pasen a denominarse «víctimas de la trata» o «mujeres en situación de prostitución». En la costumbre, desde antes de los Siglos de Oro de nuestra literatura, ningún hombre «ha ido de prostitutas», y sí «de putas». Decir de una persona que es «hijo de puta» resulta insultante y despreciativo, y no para el receptor del desprecio, sino para su madre, que nada tiene que ver en la disputa. De ahí que lo correcto, cuando se trata de calificar a una mala persona que se comporta con perversidad continuada, la voz precisa es la de «hijoputa», eliminando la preposición indiscreta. Nadie ha intentado insultar a un adversario enconado con la frase «eres un hijo de prostituta». Pasarán siglos y la voz «puta» seguirá en candelero, o en candelabro, como dijo Sofía Mazagatos y tanta gracia nos hizo cuando en realidad acertó plenamente. Candelero y candelabro tienen similar significado.

Carmena quiere eliminar «prostituta» en beneficio de «víctima de la trata» o «mujer en situación de prostitución». Así que un hombre anuncia a sus amigos que se va de «víctimas de la trata», y los amigos, lógicamente, dejarán de serlo, por cursi. Y si se atreve a adelantar que para celebrar cualquier cosa, o simplemente porque la primavera se lo exige, que se va «de mujeres en situación de prostitución» lo expulsan de su trabajo. De esta guisa, a las ingenieras electrónicas habría que llamarlas «mujeres en situación de ingeniería».

Pero Carmena, que quiere eliminar la voz «prostituta», pretende imponer los términos de «prostituidor», «putero» y «demandante de la prostitución» cuando se refiere al pobre hombre que compra el placer y el amor. Si ella no es puta, ¿por qué él es putero? Si ella no es prostituta, ¿por qué él es prostituidor? La «Guía de Recursos para periodistas» ya se puede consultar en la página web del Ayuntamiento de Madrid. Un periodista de «Podemos» no podrá referirse al «sexo de pago», sino al «mercado prostibulario». Y ¿por qué prostibulario y no «mercado de víctimas de la trata»?

Absurdo e innecesario manual de idioteces. El pueblo llano, medio y alto –en lo que a cultura se refiere– sigue usando sus voces tradicionales, aferradas a la costumbre. Por otra parte, la voz «puta» ha cambiado de sitio y ocupado lugar de honor en la expresión del elogio y la admiración. Es cierto que señalar a una mujer como puta puede interpretarse muy malamente, pero al mismo tiempo, decir de alguien que es un «tío o una tía de puta madre», alcanza la más alta cota de la estimación figurativa.

Putas, putos, puteros, puteras, chulos y chulas existirán siempre porque la miserable condición humana así lo determina. Simular la evidencia con ocurrencias semánticas no arregla el drama, la tragedia y el negocio de la prostitución. Lo de siempre y que ya he repetido. El formidable Luis Escobar. –Don Luis –el entrevistador-, ¿usted es gay?-; - bajo ningún concepto, qué cursilería. Yo soy marica de los de toda la vida-. La señora Carmena tiene que ocuparse de administrar mejor el Ayuntamiento. De que Madrid se ofrezca limpio y no parezca un estercolero, como se presenta en la actualidad. Que funcione normalmente la Capital del Reino. Que no se derroche en chorradas el dinero público. Que no se deteriore más la seguridad ciudadana. Madrid no necesita que las prostitutas se conviertan en víctimas de la trata ni el sexo de pago en mercado prostibulario. Porque las putas y los puteros van a seguir a su ritmo y antojo, ajenos a voces nuevas y cursilerías podemitas.