Restringido

El becario

La Razón
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Hace unos días vi en el cine una película recientemente estrenada llamada «El Becario». Cuenta la historia de un viudo (Robert de Niro) jubilado tras cuarenta años de trabajo en la misma empresa que se encuentra en forma para seguir trabajando, y que se incorpora como becario a una empresa de nuevas tecnologías dedicada a una web de moda, dirigida por su dueña, una joven (Anne Hathaway) que está horrorizada de que le asignen a ese vejestorio para que le asista y aprenda con ella a diario.

La historia gira en torno al mundo actual de los jóvenes, lo «it», internet, las páginas web, la compraventa electrónica, el smartphone, los whatsapp, la conexión permanente con amigos y conocidos, la puerta abierta para ver dónde están, lo que hacen, el acceso instantáneo a la información, al entretenimiento... En definitiva, de todo lo que forma parte del día a día que les rodea, en el que aquel que no esta conectado, no se relaciona por el whatsapp, o no compra por la red, parece no tener espacio en este mundo.

La irrupción de este jubilado en ese escenario pone de manifiesto cómo la vida, el trabajo, las relaciones personales, los sentimientos, son algo más complejo que ese mundo aparentemente idílico de internet, el móvil, la red y la conexión permanente, y poco a poco ese rechazo inicial se convierte en empatía, complicidad y casi dependencia para abordar los problemas laborales, personales y familiares por los que atraviesa la joven protagonista.

Por mucho que esos avances hayan cambiado la sociedad, evolucionen a una velocidad de vértigo y no tengan vuelta atrás, los pilares sobre los que se asientan la condición humana, las relaciones personales, la familia..., junto a la experiencia atesorada a lo largo de toda una vida, siguen siendo la base sobre la que construir una sociedad equilibrada, capaz de abordar con mayor probabilidades de éxito los problemas sociales, los laborales, y los personales que se reproducen de manera sistemática con independencia de los avances que experimente nuestra sociedad.

Abordar los problemas de cada día, conciliar la vida laboral y familiar con jornadas inacabables, cuidar de una hija pequeña que requiere tiempo y atención, hacer frente a la situación de un marido en paro, hacer equipo, escuchar a los que te rodean... son requisitos imprescindibles para poder hacer frente a las dificultades que van surgiendo en la vida, como le ocurre a la protagonista cuando sus accionistas piensan que la empresa bajo su dirección se está estancando.

Contar con personas que han vivido ya esas situaciones, que tienen la experiencia y el conocimiento acumulado a lo largo de toda una vida por encima de los conocimientos técnicos exigidos en cada momento, y que tienen una visión más amplia que la del pequeño mundo en el que nos encerramos creyendo que fuera de él no hay apenas nada de interés, es un tesoro que no sólo no debemos menospreciar, sino que debemos valorar cada vez más. Especialmente en el mundo que nos ha tocado vivir, en el que impera cada día más un reduccionismo simplista, y en el que a menudo se arrincona la experiencia confundiéndola con lo viejo, desconociendo que la combinación de la experiencia y la modernidad es una combinación exitosa.

El mensaje que traslada la película tiene un gran valor hoy en día, en que hay una perdida de valores y de equilibrio entre lo importante y lo urgente, entre lo efímero y lo permanente. Y de manera singular del valor de la experiencia y del conocimiento acumulado a lo largo de toda una vida, especialmente ante el cada vez mayor envejecimiento de la población y su escasa renovación con nuevas generaciones, lo que hace cada vez más necesario aprovechar todos los talentos el mayor tiempo posible, por que ese talento y esa experiencia nos ayudan a enfocar mejor los problemas y a encontrar más fácilmente las soluciones en el siempre complejo y cambiante escenario que nos toca vivir.

Ese becario jubilado, desconocedor de estos nuevos instrumentos tecnológicos que condicionan cada día más nuestra existencia, es capaz con su experiencia y sus conocimientos de la vida y de los problemas cotidianos, de ayudar a todos dentro y fuera del trabajo para que la vida profesional y particular de muchos de ellos encuentre el camino del éxito en ambas facetas.

Todo lo que nos sorprende en esta película me temo que no es más que la repetición de la historia de la humanidad a lo largo de todos estos siglos y de los avances que en cada momento trajeron las distintas revoluciones, tras los cuales siempre permanecieron los valores y mensajes que nos traslada y que nos invitan a reflexionar para saber apreciar el verdadero alcance de los que hoy disfrutamos sin perder de vista lo esencial. Merece la pena.