Enrique López

La razón de Quevedo

Decía nuestro maestro de la sátira que en un país en el que no hay justicia es peligroso tener razón. Esto sigue de actualidad si leemos todo lo que se ha escrito en torno a unas recientes declaraciones del Ministro de Justicia. En una democracia como la nuestra el respeto a los derechos fundamentales se presenta como uno de los ejes sobre los que se desenvuelve su ejercicio, pero también sus garantías; en su catálogo el derecho a la libertad de expresión y en concreto el derecho de Prensa libre, es esencial para el control democrático de los poderes públicos, pero también el derecho a la libertad, a la tutela judicial efectiva, el derecho a la presunción de inocencia, al honor y a la intimidad. No hay ningún derecho absoluto, todos se sacrifican en determinados circunstancias, y sobre todo cuando colisionan unos y otros. Lo que algunos olvidan es que antes que sociedad hay individuos, y antes de las libertades colectivas existen las individuales, porque sin éstas no se dan las primeras; todos sabemos en qué desemboca la exaltación de las libertades colectivas frente a las individuales, en el comunismo y en el populismo, algo que esperemos combatamos todos. Una sociedad que sacrifica el derecho de un individuo por la mera exaltación de una libertad colectiva que a veces se ejerce de forma abusiva y casi siempre obedeciendo a criterios meramente comerciales y no éticos es una sociedad que no puede sonrojarese ante el aborto o la eutanasia. La justicia y el derecho a un juicio justo se garantizan en los tribunales y no en las redacciones de algunos periódicos, radios y televisiones que sólo hacen un uso partidista y muchas veces crematístico de la libertad de expresión. Veamos un poco qué se hace en Europa y aprendamos a hacer conciliables todos los derechos fundamentales.