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Tan frágil como un héroe

La Razón
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Roberto Saviano vuelve a dictar una lección rotunda de ética con su primera novela completamente de ficción. Desde el título intraducible, «La paranza dei bambini», hasta un final en el que se adivina un guión para varias temporadas de teleserie, la obra es un canto sin esperanza a un amor definitivamente perdido, el de su tierra natal. Nápoles no es cualquier ciudad del mundo, sino una urbe en la Europa desarrollada regida por las leyes que dicta un para-estado criminal, despiadado y salvaje, la Camorra. Ahora que España vive fascinada, Narcos mediante, por el Medellín de Pablo Escobar o el Cali de los Rodríguez Orejuela es pertinente recordar que el mediodía italiano va para los dos siglos funcionando así, pero no en un remoto confín subtropical sino en el corazón de Occidente, en su cuna misma. Cuando Saviano vino a presentar la película «Gomorra» al Festival de Cine Europeo de Sevilla, se irguió ante el auditorio un joven frágil, abrumado por la virulencia de la fatwa camorrista que se cernía sobre su pellejo. Un hombrecillo tímido y cejijunto, sin ninguno de los atributos externos que le imaginaríamos a un héroe, que había elegido el infierno de una vida clandestina antes que el silencio. «Soy prisionero de mi éxito», decía hace casi un decenio, reo entonces –ahora no habrá mejorado la cosa– de unas medidas de seguridad hollywoodienses que incluían el secreto del lugar donde comparecía ante los medios hasta una hora antes del evento. Le reprochan la imagen que da al mundo de Nápoles, como hace el presidente de club trincón o el político golfo cuando reclama al crítico «respeto institucional». Porque al poderoso no le importa tanto que se cometa un desafuero en su jurisdicción o bajo su responsabilidad como que alguien lo cuente.