Salarios

Un alza para que no sufra el empleo

La Razón
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Los salarios son un precio de mercado: en concreto, el precio de mercado del factor trabajo. Y, como todos los precios de mercado, debería fijarse en el mercado por la libre interacción de la oferta y de la demanda. La oferta del factor trabajo está determinada por aquellos ciudadanos que desean estar ocupados en una compañía, mientras que la demanda de trabajo lo estará por aquellos empresarios que deseen incorporar a un empleado a su plantilla. En este sentido, los salarios tienden a subir cuando la oferta de trabajadores se reduce o, más frecuentemente, cuando la demanda empresarial aumenta: y la demanda empresarial aumenta cuando los trabajadores de una economía se vuelven más productivos (es decir, cuando son capaces de generar mayores ingresos para una empresa).

En España, por desgracia, los salarios no se fijan en el mercado, sino a través de rondas de negociaciones colectivas entre organizaciones sindicales y patronales: por ello, el precio del factor trabajo no refleja adecuadamente la realidad subyacente a la economía, lo cual nos condena a padecer una tasa de paro estructuralmente alta. Pues bien, la más elevada de esas rondas de negociaciones centralizadas para fijar los salarios son los llamados «acuerdos interconfederales de negociación colectiva», donde las organizaciones más representativas de los trabajadores y de los patrones establecen las condiciones salariales que, ulteriormente, sus filiales asociadas traspondrán en los diversos convenios colectivos territoriales o sectoriales.

Este miércoles, la CEOE acordará cuál será su posición definitiva en el actual proceso de negociación del acuerdo interconfederal para 2018. Por un lado, el presidente de la patronal, Juan Rosell, planteará una subida salarial generalizada de entre el 1,5% y el 2%, más un variable de un 1%. Por otro, un sector de la CEOE le reclamará a la actual directiva que esa revalorización salarial esté ligada a la adopción de medidas que contribuyan a elevar la productividad dentro de las empresas: por ejemplo, medidas contra el absentismo o favorables a una mayor flexibilidad interna.

Y si bien, como ya hemos expuesto al comienzo, la determinación de los salarios debería efectuarse en el mercado y no mediante un pacto a puerta cerrada de los mal llamados «agentes sociales», resulta fundamental que cualquier revalorización salarial se condicione a aumentos reales, o cuando menos potenciales, de la productividad.

Si la CEOE ya se ha decidido a ofrecer aumentos generales de salarios, al menos que se vinculen a aumentos generales de la productividad: en caso contrario, la creación de empleo se resentirá.