Las Palmas de G. C.

«Que reconozcan que sufrí malos tratos no es un premio, es solo la demostración de que yo decía la verdad»

El Tribunal Superior de Justicia de Canarias emite una sentencia pionera en España. Otorga pensión de viudedad por violencia de género a una mujer víctima de agresiones hace 20 años.

María, tras recibir la sentencia
María, tras recibir la sentencialarazon

El Tribunal Superior de Justicia de Canarias emite una sentencia pionera en España. Otorga pensión de viudedad por violencia de género a una mujer víctima de agresiones hace 20 años.

‘María’ llega con rostro cansado al despacho de su abogado, pero contenta porque, aunque tarde, la justicia le ha dado la razón. Después de 20 años, un tribunal ha reconocido que fue víctima de malos tratos y le ha concedido una pensión de viudedad por violencia de género después de que su ex pareja falleciera hace tres años.

No puede evitar tener sentimientos encontrados. Desde que conoció el fallo de los magistrados y ha vuelto contar su historia los recuerdos dolorosos regresan. “Es que ha sido muy duro. Tengo una mezcla de emociones, entre pena y tristeza porque he vuelto a recordar todo; y alegría porque finalmente se reconozca que siempre dije la verdad y que él a pesar de todas las artimañas que usó no se haya salido con la suya. Que me reconozcan que sufrí malos tratos no es un galón, ni un premio, es solo la demostración de que yo decía la verdad”.

A los 33 años empezaron los problemas y ‘María’ decide separarse. Las infidelidades por parte de su marido, las ausencias en el hogar, la falta de apoyo para sacar adelante a sus dos hijas de 8 y 12 años eran ya para ella insoportables. Era el año 1995. “Yo limpiaba casas por hora, y a veces cuando llegaba tarde a casa del trabajo se enfadaba conmigo. Me decía que por qué llegaba a esas horas, que no podía ser cierto que viniera de trabajar, que era una mentirosa y que con quién había estado”. Los insultos y las vejaciones se volvían cada vez más constantes.

“Me decía que qué comida le ponía para un hombre que tenía que trabajar, y yo le decía que no tenía más dinero y que solo podía hacer eso”.

Con lo que ella ganaba difícilmente podía asumir gastos de la casa, y dependía por completo del dinero que él le daba. En esos años no se hablaba ni siquiera de violencia sicológica o emocional, mucho menos de violencia económica.

“En ese momento no eres consciente de que hay cosas que no son naturales en una relación de pareja y vas dejando pasar; pero cuando llega el día de vernos ante el juez para seguir con los trámites de separación él creyó que solo quería asustarle. Fue a partir de ahí cuando empiezan las amenazas de muerte y la violencia física.

‘María’ recuerda claramente cómo sucedió la primera agresión. “Mandó a las niñas a la calle para que no vieran lo que iba a hacer. Empezó a insultarme diciendo que era una prostituta, y se avalanzó sobre mi. Cogió una almohada e intentó asfixiarme. Cuando sentía que ya me quedaba poco aire, no sé cómo saqué fuerzas y del lado izquierdo me incorporé y empecé a gritar socorro y auxilio. Él al verme gritar sin parar se quitó de encima y salió corriendo”.

Su ex pareja se cuidaba de no dejarle marcas en la cara. “Me solía coger desprevenida, por el cuello o por la espalda. Ya por último hasta le daba igual que estuvieran las niñas delante”.

Su ex marido ponía a las hijas en su contra, les hablaba mal de ella, culpándola de todo lo que sucedía. “Les llegó a decir que yo trabajaba en un burdel y que él se acostaba ahí conmigo y mis hijas después venían a preguntarme si eso era verdad”.

La seguía a todos lados. Desde que salía a temprano a trabajar iba detrás de ella con su moto. En una ocasión intentó bajarla de un taxi. Le encendía el mechero en los ojos para intimidarla, le daba empujones, la humillaba.

Ella no sabía cómo hablar con las pequeñas, creía que lo mejor era tenerlas al margen, pero en realidad estaban siendo unas víctimas más. “Cuando empecé a ir a los psicólogos, me decían que si yo era consciente de que las niñas de alguna manera me estaban protegiendo. Y tenían razón porque hoy en día ellas me han contado cosas que yo no sabía”.

Esta sentencia ha servido también para unirla, aún más, a sus hijas. “Una de ellas me dijo estos días que recordó cómo se escondían debajo del escritorio cuando lo escuchaban aporrear la puerta como loco para que le dejáramos entrar y el miedo que pasaron de pensar que iba a tirar la puerta abajo”.

Pero, sobre todo un día en el que él se las llevó de paseo. “Ordenando fotos una de ellas me dijo, mami mira ésta, ese día papá intentó tirarnos por un barranco. No sé si hubiese llegado hasta ese extremo, o si solo lo hizo para intimidarlas, no quiero ni pensarlo”.

Pese al miedo, ‘María’ fue valiente y decidió denunciarlo. Fueron tantas las que interpuso que ya no recuerda el número, pero sí el día que frente a la comisaría se autocastigaba pensando lo que iba a hacer. “Yo misma me decía que era una mala mujer, que era una mala madre, que iba a cruzar la calle para denunciar al padre de mis hijas. No fue fácil”.

“Cuando entré -sigue narrando- me acuerdo que era un mostrador largo donde podíamos estar tres personas a la vez, cada uno con un policía sin privacidad ninguna. Yo le hablaba en voz baja y en un momento dado levanta la cabeza y me dice que no me preocupara, que eso aquí era normal. Yo le contesté que tendría razón, pero que no era normal en mi vida”.

Pese a las denuncias su ex marido nunca fue detenido, e incluso en un juicio que enfrentó quedó absuelto por falta de pruebas. Su mala experiencia con la justicia y con los abogados de oficio de entonces es algo que repite durante la entrevista no entendiendo cómo la Justicia no veía lo que ella estaba sufriendo. Hoy, en cambio, un abogado de oficio le ha devuelto esa fe en la justicia 20 años después. “Hay algo que las mujeres maltratadas no terminamos de entender, que haya jueces que tengan que ver sangre para tomar medidas, pero hubo mujeres que tuvieron sangre y tampoco fueron escuchadas”. “A mi lo que me preocupada era que mis hijas quedasen protegidas si me pasaba algo, que quedara reflejado en un papel sus malos tratos para que ellas no fueran a parar a sus manos”.

Llegó el divorcio en 1999, pero su exmarido se desentendió de la manutención. Estaba ella sola con sus hijas y el apoyo de su familia y los servicios sociales. El tiempo pasa y él se casa con otra mujer y se traslada a Fuerteventura. Solo así, con tierra de por medio, consiguió un poco de paz aunque sus llamadas continuaban.

Hace tres años él fallece y una trabajadora social le habla de la posibilidad de pedir una pensión de viudedad, ya que es un derecho que por ley tiene. Un abogado de oficio encuentra la vía de solicitarla alegando la violencia de género que sufrió entonces. Una manera de resarcir indirectamente el daño físico y emocional que por años padeció.

Una sentencia con ‘perspectiva de género’

Ha sido el Tribunal Superior de Justicia de Canarias quien, entre otras cosas, señala “que su divorcio se produjo antes de la aprobación de la Ley contra la Violencia de Género de 2004, y por tanto, antes de iniciarse un abordaje integral de lucha desde todos los poderes públicos frente a la violencia de género y mucho antes de iniciarse la sensibilización social de que no es un problema doméstico o privado, sino una lacra social”.

El art. 174.2 de la Ley General de Seguridad Social enumera los casos en que se puede otorgar una pensión de viudedad e incluye la vía excepcional de que la demandante “ha de acreditar que es víctima de violencia de género en el momento de la separación o divorcio, pudiendo hacerlo por cualquier medio admitido en Derecho”.

Y fue gracias a ese artículo, junto con las denuncias que constan y los certificados médicos para que fuesen pruebas válidas para fallar a su favor. “En la época actual, lo que ella sufrió hubiese sido constitutivo de un delito y hubiese habido una sentencia firme, si no en la primera instancia, sí en la siguiente porque hay hasta siete denuncias interpuestas por su parte que se hubiesen podido rescatar, hay certificados médicos que de no haber habido violencia no se hubiesen hecho, hay incluso terapias sicológicas a las que se acogió”, señala su abogado Francisco Javier Nuez.

“Hoy gracias a las nuevas normativas contra la violencia de género y la concienciación mayor por parte de los juzgadores se pueden ratificar sentencias de este tipo. No es tanto que el sistema fallara hace 20 años, que nadie se atreviera a dictar una sentencia en contra de su pareja no quiere decir que ella no lo viviera, pero no se contaban con las leyes que hoy tenemos”, matiza Javier Nuez. “Lo novedoso es que casi dos décadas después, casi a modo retroactivo, se entienda violencia a lo que ella vivió gracias a las leyes actuales. Eso es lo que diferencia este caso”.

Aún y cuando un máximo tribunal avala que ‘María’ nunca mintió, y que lo que vivió, tanto ella como sus hijas, fue un entorno de violencia, tiene que soportar las críticas de quien dice que ha recurrido a esto solo por beneficio económico. “Ojalá no tuviera que recibir ninguna pensión de este tipo, porque significaría que no sufrí todo lo que he contado”.

Para ellas la justicia llega muy tarde, pero por fin llega para resarcir el daño moral y emocional de una familia que aún intenta cerrar las heridas.