Feria de San Isidro

Talavante y López Simón alcanzan el repóker

Quinta puerta grande en Madrid para ambos, el pacense desorejó a un gran «Cuvillo»; sendas orejas y épica del madrileño.

Alejandro Talavante y López Simón salen a hombros por la Puerta Grande de la Plaza de Toros de Las Ventas: Foto: Alberto R. Roldán
Alejandro Talavante y López Simón salen a hombros por la Puerta Grande de la Plaza de Toros de Las Ventas: Foto: Alberto R. Roldánlarazon

Las Ventas (Madrid). Decimoctava de San Isidro. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo y un sobrero (3º bis) de Conde de Mayalde, bien presentados. El 1º, soso y desrazado; el 2º, gran toro, bravo, con fijeza, ritmo, clase, codicia y mucha profundidad; el 3º, con movilidad y nobleza; aunque le faltaron finales; el 4º, movilidad sin entrega; el 5º, con movilidad, pero soltó mucho la cara; y el 6º, encastado con fijeza y prontitud, lo quiso todo por abajo. Lleno aparente.

Juan Bautista, de marino y oro, estocada trasera casi entera (silencio); pinchazo, estocada (saludos).

Alejandro Talavante, de carmelita y oro, buena estocada (dos orejas); dos pinchazos, estocada (saludos).

López Simón, de añil y oro, pinchazo, estocada (oreja); estocada tendida (oreja).

Dicen que «el camino al infierno está sembrado de buenas intenciones». El de la gloria, también. Que se lo pregunten a Alejandro Talavante. Cinco Puertas Grandes en Madrid cinco. Ahí es nada. De otras tantas presume ya también López Simón. La última de ambos, ayer mismo. Había asumido el reto de la sustitución del herido Paco Ureña con un órdago a la Grande. A la Puerta, claro. Había puntuado en la primera de sus tardes isidriles el pacense, pero, bajado el telón a su feria, volvió a izarlo con el mejor de los motivos. Un tercer paseíllo donando sus motivos a los más necesitados de su Extremadura natal. El gesto tuvo recompensa. Un “Cacareo” a la altura de su alcurnia -a otro del mismo nombre y hierro desorejó Morante en Bilbao en 2011- para soñar el toreo. “Directito” a las quinielas al toro de la Feria. Bien hecho y estrecho de sienes, salió suelto del peto y esperó para apretar a la querencia en banderillas. Comenzó en los medios Talavante por doblones. Atacando de verdad al toro, encelándolo. La muleta, muy baja, a un palmo del suelo. Las dos posteriores, en redondo, de buen trazo, mucha expresión. El cambio de mano, sin enmendarse, atornilladas al suelo las zapatillas... Aún está terminando. Larguísimo. Casi circular. Siguió por ese pitón, donde el excelente toro -con fijeza, ritmo y mucha transmisión- aún tenía más profundidad. Hubo dos tandas mayúsculas. Echando siempre los vuelos y enganchando con el toro ya sin inercias, pero con idéntica clase. Otro cambio de mano excelso. Todo muy reunido y con la figura erguida. Pleno de naturalidad. Como la tanda -de seis, siete, muletazos cada una de la faena- con la zurda final a pies juntos antes del epílogo, de nuevo, de rodilla genuflexa. La buena estocada, hundiendo el acero hasta la empuñadura al ralentí; letal. Dos orejas. Con los deberes hechos, Talavante dejó una faena medida a un quinto fuerte, con pecho y serio. Tandas cortas, porque al toro, que soltaba además la cara, le costaba a partir del tercer muletazo, pero de nuevo con pureza y calando en el tendido. Meritorio también en un ruedo anegado. Pinchó por dos veces y el tercer trofeo quedó en saludos.

Por dos veces nos dejó sin aliento López Simón en el tercero. Le cortó una oreja de cruda épica. Se lo sacó a los medios y, allí, donde más pesan los toros, toreó aprovechando las inercias de un toro con movilidad y nobleza, pero al que le faltó una brizna de entrega en el final del viaje. López Simón, como pez en el agua, se manejó de cine toreando sobre los talones, sin perderle pasos. Hierática figura. Así ligó y ligó. Hasta que en una tanda, se paró el toro a mitad del

embroque y le rebañó con el pitón para echarse a los lomos. Tremenda la paliza, con el toro enseñado con el diestro desmadejado en el suelo, aunque, por fortuna, las astas no encontraron carne. Siguió en la cara y, tras un pinchazo, se volcó sobre el morrillo para hundir la tizona antes de volver a sufrir otra voltereta. La epopeya fue de oreja. Otra más sumó del sexto, tras volver de la enfermería. Encastado el jabonero, otro toro importante, con prontitud y fijeza, lo quería todo por abajo. El de Barajas echó la moneda al aire y buscó el quicio de la gloria corriendo la mano en un trasteo que tuvo emoción y toreo ligado. Fue la clave del éxito. La estocada, algo tendida, fue suficiente para que doblara y la marea blanca de pañuelos le enfilara Alcalá arriba.

Previamente, rompió plaza -entre una lluvia tímida- un colorado atacado de kilos, holgadamente por encima de la tonelada. Le faltó celo siempre. Ni una miga de transmisión. Ni en el quite por delantales de Talavante -para hacerse presente en la tarde- ni en la faena de Juan Bautista, fácil y sin apreturas, faltó mayor reunión, en una faena sin relieve ante el soso “Cuvillo”. Insípido trasteo. En el cuarto, empezó a jarrear. El diluvio mundial. El tercero de lo que va de semana en Las Ventas. Noé habría hecho horas extra. Bautista buscó aprovechar la movilidad manejable, pero sin entrega, del Cuvillo dejándolo a su aire. Cuando le exigió más, en la última serie, el toro respondió y dejó un puñado de buenos derechazos. La estocada, a la segunda, en el sitio y en la suerte de recibir. Saludos. La gloria fue para sus compañeros. Ambos tuvieron mano ganadora. El repóker ya es suyo.