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Como cada año, antes de la reunión anual del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que en esta edición la COP25 será en Madrid, diferentes organismos publican sus informes para tener un claro diagnóstico de la situación. El informe anual de la OMM sobre los gases de efecto invernadero acaba de ser publicado. Su contenido señala de nuevo que las concentraciones y sus tasas de cambio siguen aumentando, tanto para el dióxido de carbono (CO2) como para el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O). Nos recuerda que van a permanecer en la atmósfera durante años y siglos, y, lo más grave, aún más tiempo en los océanos. Indica también que la concentración de CO2 alcanzó los casi 408 partes por millón (ppm), el umbral psicológico de 400 ppm fue solo hace cuatro años, en 2015; y supone un 147% más que el nivel preindustrial en 1750, 278 ppm. Nos recuerda «que la última vez que se dio en la Tierra una concentración de CO2 comparable fue hace entre 3 y 5 millones de años. En ese entonces, la temperatura era de 2 a 3 °C más cálida y el nivel del mar entre 10 y 20 metros superior al actual». Un dato nuevo, del informe de este año, se refiere a que, mediante técnicas isotópicas, determina que el origen del CO2 y del CH4 viene del uso intensivo de los combustibles fósiles. En concreto, el aumento del CH4 atmosférico de los últimos años proviene de las actividades del fracking hidráulico realizado en Estados Unidos. Pero tal vez el dato más preocupante se refiere al forzamiento radiativo total –la cantidad de calor que realmente estamos inyectando de más en el sistema Tierra– en el año 1979 era de 1,7 W/m2 y en 2018 ha sido de 3 W/m2, lo que representa un incremento acelerado. Todo este calor de más está repartido entre la atmósfera con un 10% y los océanos con un alarmante 90%. Desde hace años las evidencias científicas sobre la existencia de un cambio climático superpuesto al clima natural forzado por el hombre son determinantes. Las dudas que existían al respecto han desaparecido. Recuerden simplemente que la dinámica de este cambio responde a un proceso exponencial –no lineal– y que su fase de crecimiento ya ha llegado.
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