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El Papa alerta del riesgo nuclear
El Santo Padre visitó a las víctimas del accidente de Fukushima e invitó al Gobierno a tomar «decisiones valientes» sobre el uso de los recursos naturales
Uno a uno, fueron pasando por delante de Francisco tres testigos del accidente nuclear de Fukushima, que en 2011 dejó cerca de 18.000 muertos y unos 150.000 desplazados. Matsuki Kamoshita le contó al Papa que tenía ocho años cuando se produjo lo que se conoce como el «triple desastre»: un terremoto que provocó un tsunami, que a su vez desencadenó tres fusiones nucleares en la planta de energía atómica de esta ciudad. Huyó con su madre y su hermano a un centro para evacuados, mientras que su padre continuó en Fukushima para ayudar en lo que podía. «Muchas personas han debido volver a áreas contaminadas, los materiales radiactivos aún están emitiendo radiaciones», le transmitió al Pontífice. Y éste, conmovido, respondió que su encuentro con ellos debería servir «para que las víctimas de estas tragedias sigan recibiendo la ayuda que tanto necesitan».
En su penúltima jornada del viaje que lo ha llevado primero a Tailandia y ahora a Japón, Bergoglio afrontó la espinosa cuestión del uso de la energía atómica. Japón sufrió la peor catástrofe nuclear desde Chernobil, pero sus dirigentes se muestran partidarios de retomar esta fuente de energía para reactivar la economía. El Papa fue muy cuidadoso con sus palabras, no quiso condenar su uso con fines civiles. Pero sí que invitó a «tomar decisiones valientes e importantes sobre el uso de los recursos naturales», lo que en su lenguaje se traduce como una defensa de las energías renovables. Para dar más pistas, celebró que los obispos de Japón hayan pedido la abolición de las centrales nucleares.
Soluciones multilaterales
Ahondó en esta cuestión más tarde durante su visita al primer ministro nipón, Shinzo Abe, ante el que remarcó «la necesidad de abordar la cuestión nuclear en el plano multilateral, promoviendo un proceso político e institucional capaz de crear un consenso y una acción internacional más amplia». La búsqueda de soluciones multilaterales, tan frecuente en el discurso de Francisco, ha estado en primer plano durante este viaje. También subrayó que dichas políticas deben basarse en «la ecología humana», que modifique el «sistema económico global que permite a unos pocos privilegiados vivir en la opulencia mientras la mayoría de la población mundial vive en la pobreza». Una defensa más de la economía verde promocionada desde el Vaticano.
Más claro aún fue con los efectos que puede tener la tecnología nuclear, de modo que le repitió al primer ministro japonés lo que ya había expresado el día anterior: que no se repita la destrucción generada por las bombas atómicas que cayeron en Hiroshima y Nagasaki. En una suerte de resumen de su viaje, también le recordó a Abe que había desembarcado en su país para «confirmar a los católicos japoneses en la fe». Los cristianos representan apenas un 0,5% de la población total del país. A ellos dirigió el Papa una misa ante unas 50.000 personas en el estadio Tokio Dome, donde criticó el «consumismo» y «la búsqueda frenética de la productividad». También tuvo tiempo Francisco para acudir al Palacio Imperial y reunirse con el emperador Naruhito.
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