Andalucía
Esa palabra
Hace casi un mes, Lucas Haurie recordaba en estas mismas páginas, y con su habitual mordacidad, el incidente entre un conductor y un ciclista que al ser pillado en contramano le dedicó, con toda la «simpatía» del mundo, un «¡fascista!». A fuera de usarse tan frívolamente, y con tanta frecuencia en los últimos tiempos, esta palabra ha quedado por completo desgastada y desprovista de su sentido original. Uno de los historiadores que más tiempo ha dedicado a su estudio es Joan Maria Thomàs, que en «Los fascismos españoles» expone la evolución de este movimiento totalitario y antidemocrático. Pese a que nació oficialmente en España durante la II República, tal como indica en su interesante libro, dos décadas antes tuvo sus antecedentes a través de la Liga Patriótica Española, creada en Barcelona por un leridano como respuesta a las reivindicaciones catalanistas.
En Italia se ha vivido durante los últimos meses una cierta fascinación por Mussolini, casi coincidiendo con el centenario del nacimiento del fascismo, que se ha plasmado en series, películas y libros como el fenómeno editorial «M. El hijo del siglo», sobre el ascenso al poder del Duce, que llegará a España a principios de enero. En esa pequeña joya titulada «Háblame de ti. Carta a Matilda» Andrea Camilleri rememora su vida a una pequeña biznieta y saca a la luz estampas de su pasado más desconocido, como el haber sido un «ferviente fascista» cuando tenía 10 años; sus creencias se debilitaron con el tiempo y antes de alcanzar los 18 ya se consideraba comunista. Günter Grass también escribió sobre su vinculación con el nazismo, virus inoculado en gran parte de la sociedad alemana de la época, como él mismo recordaba y sobre el que profundiza Daniel Jonah Goldhagen en «Los verdugos voluntarios de Hitler», en el que aclara al principio que el uso de las etiquetas «nazis» y «miembros de las SS» es inapropiado y en su lugar considera que debería emplearse el de «alemán». Goldhagen es hijo de un superviviente del Holocausto, a quien va dedicado esta exhaustiva investigación en la que sólo las notas ocupan 150 páginas.
A principios de septiembre se publicaron dos excelentes y complementarios libros sobre uno de los dictadores más terribles de la reciente historia de América, Pinochet. En «La Moneda, 11 de septiembre» Francisco Aguilera recurre a una serie de personas corrientes (un bombero, policía y un mozo, entre otros) que fueron testigos de excepción. Aguilera arroja luz sobre cómo sucedieron los hechos, aporta curiosa información sobre Salvador Allende y su confianza en la lealtad de Pinochet y relata otras historias colaterales como el frustrado atentado del que se libró por muy poco o un macabro crimen en el que estuvieron envueltos dos españoles. Tal com indica su propio título, «Pinochet, biografía militar y política», de Mario Amorós, investigador especializado en la historia de Chile, recorre la vida al completo del sátrapa y se antoja un volumen imprescindible para profundizar en su trayectoria antes del golpe, la difícil transición o la detención en Londres, por ejemplo.
Hace casi 20 años, Mario Vargas Llosa publicó «La fiesta del Chivo», excelente novela sobre un dictador aún más cruel que Pinochet, el dominicano Trujillo, que vuelve a aparecer como personaje secundario en su última, y soberbia, obra, «Tiempos recios». Ambientada en Guatemala, la novela se abre con una magistral introducción para contextualizar y se cierra con la propia aparición de su autor en una entrevista a una de sus verdaderas protagonistas. Lo que hay por medio es un placer para la lectura con momentos sublimes, como el ambientado en Haití, de auténtico terror, el mismo que supuso el fascismo, esa palabra tan manida hoy en día.
Una doble cita ineludible
Hubo una época en la que el hecho de que dos películas andaluzas se rodaran en el mismo año era un milagro. Con el tiempo, los rodajes fueron aumentando y llegó un momento en el que coincidieron varias películas a la vez y Andalucía se convirtió felizmente en el lugar de mayor concentración de rodajes de España.
Hoy se da un paso más con el estreno de la modélica adaptación de la magnífica novela de Jesús Carrasco, «Intemperie», dirigida por Benito Zambrano, y una ejemplar película de género, «Adiós», de Paco Cabezas. Esta coincidencia, sumada al reciente estreno de la segunda temporada de «La Peste», de Alberto Rodríguez y Rafael Cobos, es la causante de que los cineastas andaluces acaparen toda la atención mediática del audiovisual español en apenas una semana.
Son dos películas muy diferentes por temática, época, escenarios y puesta en escena, pero ambas coinciden en erigirse en lo mejor del cine español de este año, con altísimas cotas de calidad y una excelente dirección de actores, capaz de extraer lo mejor de un amplio número de actores desconocidos en «Adiós» y del niño protagonista Jaime López en «Intemperie»; Luis Tosar y Luis Callejo están soberbios en ésta al igual que la linarense Natalia de Molina y Mario Casas en «Adiós». A ellos se unen tres andaluces que lo bordan con sus personajes: Manolo Caro (el tullido en la película de Zambrano), Sebastián Haro (inspector de policía en la de Paco Cabezas) y Salva Reina (yonqui en la misma). Además, hay dos intérpretes andaluces que participan en ambas, la malagueña Mona Martínez, genial en su caracterización de matriarca en «Adiós» y Vicente Romero, dotado con el extraordinario don de «comerse la pantalla» en cuanto habla; le sucedió en «Antes de la quema» (su personaje merecería de por sí una historia propia), como ahora en «Intemperie» y «Adiós», dos películas para no perderse este fin de semana.
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