Andalucía
Montañés
Junto a Pacheco, Zurbarán y Murillo formaba lo mejor de Andalucía en su momento, la realidad del fórmula uno al que se refiere Moreno
Sobre los cuatro clavos del Cristo de la Clemencia reposa el genio de Juan Martínez Montañés para convertir la muerte sobre el patíbulo en belleza serena. Entre claroscuros, efecto especial del primer barroco, la pieza comparte espacio con otras de Pacheco, Zurbarán y Murillo. Con lo mejor de Andalucía de su momento, la cima de lo que los andaluces sueñan, la realidad del fórmula uno al que se refiere el presidente Moreno cuando habla de las potencialidades de la comunidad. Lo mejor de lo mejor, no de boquilla. Si Andalucía fuera como lo que representa Montañés no veríamos el vergonzante sainete provocado por VOX al no condenar la violencia de género, ni los silencios por el caso de la Faffe, ni las ralas explicaciones de Manuel Chaves sobre su sentencia. No le vale la montaña de folios que argumentan cómo utilizaban el dinero público para comprar voluntades y mantener la red clientelar, porque lo han condenado por «presiones políticas, mediáticas y sociales». Una «sentencia injusta», porque además ya asumió su responsabilidad política dándose de baja como militante del PSOE y abandonando su escaño. Tremendo sacrificio después de 680 millones de euros malversados. Normal, señor Chaves, normal. Ni él ni Griñán estarán en el futuro en un museo como hoy lo hace Montañés. Cuando se estudie este proceso, en el que ha quedado demostrado el tenderete de compra de voluntades, dentro de siglos, los andaluces se llevarán las manos a la cabeza como hoy lo hacemos nosotros cuando hablamos de la Sevilla en la que Montañés llegaba a la excelencia, pero para taparse la nariz ante tanto tufo
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