Andalucía
El manoseo de la zamboba
La fiesta secular convierte a Jerez de la Frontera desde finales de noviembre en un parque de atracciones, con olor a roscos y anís
Hace unos días me contaron una anécdota divertidísima. Paulino Plata, ese consejero del socialismo malagueño tan pinturero y maqueado que parecía sacado de una película de Howard Hawks, en su época de Consejero de Cultura participó en un acto promocional de las zambombas de Jerez, fiestas sin las que no se entiende la Navidad en la tierra de Lola Flores, Manuel el Morao y José Mercé, ahí es nada.
Consejero enamorado de su espejo como era, necesitaba cada día una actividad pública en su agenda para salir en los periódicos (¡ah, el papel glorioso que medía el poder antes!), un día era presentar a los medios el documento del mes en cualesquiera de los archivos provinciales que la Consejería de Cultura gestiona (prácticamente dejándolos morir de inanición), otro era presentar la obra invitada en un museo provincial (ídem) y otras, como en aquella ocasión, hacer un rato el paripé delante de los periodistas para explicar lo mucho que se estaba trabajando en su Consejería al respecto del expediente que se inició en 2009 para declarar como Bien de Interés Cultural (en tiempos de sequía presupuestaria para la cultura de algo había que hablar y lo de los BIC ha sido una auténtica fiebre) la zambombá de Jerez. Lo dijo –eso me cuentan– con tilde en la a final. Zambombá. Le debió parecer al consejero que al pronunciarlo así –y no con el acento como palabra llana– sonaba más flamenco, más jondo, más apegado, por similitud sonora, al palo de la toná. O, como me trasladó mi fuente, quizás es que el responsable de redactar su discurso tenía la misma idea que él de la materia en cuestión: cero. Al parecer, como respuesta a su metedura de pata, la prensa, que en este tipo de aspectos se muestra hipersensible como quien mienta a una madre, se movió entre la indignación y la carcajada. El cabreo de Plata, hombre siempre de buen talante, fue importante.
¿Por qué les cuento esto? Por dos razones. La primera, es volver a poner de manifiesto la dependencia de los políticos, de todos los colores y partidos, de sus equipos de asesores. Si ellos fallan, falla el político y sin ellos no son nada. Vaya desde aquí mi respeto a los gabineteros del lado oscuro. No está pagado lo vuestro.
La segunda razón es porque la anécdota me sirve para poner fecha exacta al momento en que, según los entendidos en la materia consultados por este plumilla, se empezó a manosear esta fiesta secular de tal modo que hoy ha convertido a Jerez desde finales de noviembre en un parque de atracciones, con olor a roscos y anís, atestado de mareas humanas que quieren conocer –eso dicen– la esencia de una fiesta protagonizada por autóctonos que tocan las palmas al compás de villancicos por bulerías, seguiriyas y tangos. El resultado es que los hoteles están a reventar, la hostelería vive días de gloria, en el comercio local hay un goteíto de clientes y el Ayuntamiento –donde sigue ondeando la bandera– está que salta de alegría. El reverso del éxito es la estandarización y la vulgarización de una fiesta que era, y lo dice alguien que tiene el mismo compás que Mariano Rajoy bailando, de las tradiciones más genuinas por las que merecía venir en Navidad a este cantón independiente que siempre fue Jerez de la Frontera.
«Esto no era así antes. Hace años, entrabas en un tabanco o en el patio de una peña y había una magia, un momento de genio, de arte espontáneo, de estar presenciando una cosa única, que es la esencia misma del flamenco. En eso se basa el cante, el baile, la pataíta de las abuelas, de las niñas chicas, de los jovencitos roneando con las chavalitas… Hoy se ha convertido en un gran espectáculo para guiris y para los de Sevilla, que vienen mucho porque Jerez y Sevilla llevan años copiándose la una a la otra, tú verás ahora cómo va a ser la cosa sin el peaje de Las Cabezas. Todas las hermandades, todos los bares, todas las asociaciones de vecinos quieren tener su zambomba… vale, muy bien, llámale zambomba y haz cajas, pero eso no es una zambomba, eso es un botellón con palmas». Me expone con toda la guasa del mundo esta tesis –plausible– un buen entendedor de la materia. Les presento: es el clásico buscavidas en el mundo del flamenco que lo mismo lleva la oficina de un cantaor, que programa aspirantes y promesas del baile en teatritos provinciales, que produce una gala en un pueblo, que pega un buen mangazo por la vía de la subvención a alguna administración de las que todavía se dejan.
Hace unas semanas en el marco de una zambomba benéfica, porque las buenas causas, como las zambombas, también están de moda, compartimos unos cuantos vasos largos –en Jerez se lleva mucho los mixto lobos–. Mi colega, que me ha pedido anonimato, como todo el mundo sabe, programa este tipo de pseudozambombas en algunos barecitos de Sevilla. «De algo hay que comer», me dice. Salud.
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