Prevención
Enfermedad Renal Crónica y Sostenibilidad
El reto de la sostenibilidad de nuestro sistema sanitario pasa, como bien es sabido, por la capacidad de adaptación del mismo a una realidad social que es muy diferente a la que era cuando se diseñó
El reto de la sostenibilidad de nuestro sistema sanitario pasa, como bien es sabido, por la capacidad de adaptación del mismo a una realidad social que es muy diferente a la que era cuando se diseñó. El envejecimiento progresivo de la población y la prevalencia de las enfermedades crónicas dibujan un escenario sanitario muy distinto en el que tendremos que priorizar las actuaciones relacionadas con la prevención y el diagnóstico temprano de las enfermedades, trabajando no sólo para que la población viva cada vez más, sino para que viva más sana durante más tiempo.
En este nuevo escenario de envejecimiento de la población y aumento de la prevalencia de la cronicidad, las enfermedades renales van a adquirir un protagonismo aún mayor que el que ya tienen actualmente. La prevalencia de la enfermedad renal crónica (ERC) no ha dejado de crecer en los últimos años, consecuencia de los dos factores citados, envejecimiento y cronicidad, por lo que es previsible que esa tendencia se consolide e intensifique. Hoy, se estima que hasta el 22% de los mayores de 64 años sufre esta enfermedad, y el porcentaje se eleva hasta el 60% en los mayores de 80 años. Además, se asocia a patologías tan comunes y prevalentes como la diabetes tipo 2, la hipertensión arterial y la arterioesclerosis. En total, la incidencia de la ERC alcanza hoy en nuestro país a casi siete millones personas, una prevalencia del 15%, ya similar a la de EE UU. De estas personas, más de 55.000 están en tratamiento renal sustitutivo (diálisis o trasplante).
Lamentablemente, no sólo no ha dejado de aumentar la prevalencia de la enfermedad renal crónica (ERC), tampoco ha dejado de aumentar el número de pacientes que necesitan tratamiento renal sustitutivo. Se estima que cada año unas 6.000 personas con insuficiencia renal avanzan en el deterioro causado por su enfermedad hasta necesitar hemodiálisis, diálisis peritoneal o el trasplante renal (los tres tipos de tratamiento sustitutivos que existen).
No es difícil hacerse una idea del impacto económico de todo ello sobre el sistema sanitario. Sólo el tratamiento renal sustitutivo para estas 55.000 personas que lo precisan consume entre el 2,5 y el 3% del presupuesto nacional en salud de nuestro país, y más del 4% del presupuesto en atención especializada. Cada paciente que empieza a necesitar tratamiento renal sustitutivo le cuesta al sistema sanitario más del triple que uno que no lo necesita. Y el coste medio por paciente es seis veces superior al del tratamiento del VIH y 24 veces superior al de la EPOC y el asma. No es preciso aportar más datos.
Pues bien, a pesar de este impacto económico y socio-sanitario, a pesar del evidente deterioro en la calidad de vida que supone necesitar diálisis o trasplante, la sensibilización social sobre las enfermedades del riñón es todavía escasa. Muy escasa. Hay gente aún que no sabe qué implica llegar a diálisis. Pero menos personas aún son conscientes de que necesitar diálisis es el menor, en términos cuantitativos, problema de la ERC. El mayor problema es un aumento considerable del riesgo de muerte prematura, incluso en personas que están muy lejos de requerir diálisis dado que tienen una función renal todavía relativamente conservada. La mayoría de la población no conoce que a través de una simple analítica podemos conocer la salud del riñón. Tampoco es consciente de que esa analítica debe ser anual si se han cumplido 65 años, si se padecen enfermedades como la diabetes, hipertensión arterial, obesidad o dislipemia o si tienen antecedentes familiares de enfermedad renal.
La población ha empezado a vigilar, por ejemplo, sus niveles de colesterol y tiene una idea más o menos general de lo que es bueno para el corazón y lo que no. Habría que conseguir lo mismo con el riñón, empezando por la dieta y los estilos de vida, y acabando por el control de la patología, una vez diagnosticada. No hay que preocuparse por la salud del riñón, pero sí hay que ocuparse activamente de ella, para evitar precisamente preocupaciones posteriores. Desde la Sociedad Española de Nefrología (SEN) estamos trabajando en esta dirección, conscientes de que la prevención y el diagnóstico temprano van a ser retos cruciales en el nuevo escenario al que nos conduce el envejecimiento de la población y el aumento de la prevalencia de las enfermedades crónicas. Necesitamos para ello el apoyo de las administraciones y de todos los actores sanitarios. Se trata de un esfuerzo colectivo que sólo entre todos podemos realizar y nos llevará a logros destacados. Logros que necesitamos para la mejora de la salud de nuestros ciudadanos y para la sostenibilidad de nuestro sistema público de salud.
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