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Música para Millenials
Es una imagen habitual en muchas de las empresas actuales. Chicos y chicas jóvenes, vestidos con vaqueros y zapatillas deportivas, enfrascados en su trabajo tras el ordenador y escuchando música a través de unos cascos voluminosos adheridos a sus sienes como si formaran parte de su cabeza. Son creativos de agencias de publicidad, especialistas en marketing digital, programadores... La estampa puede chocar, e incluso escandalizar a algunos, mientras que otros, en cambio, le verán perfectamente normal y en consonancia con los nuevos modelos de trabajo. Pero todos se formulan la misma pregunta: ¿hasta qué punto la música puede estimular el trabajo o, por el contrario, suponer una distracción y un freno para la productividad y la colaboración?
En algunos trabajos que requieren máxima concentración (en el sentido del aislamiento) o en entornos en los que hay ruidos molestos constantes de fondo, por ejemplo, un fábrica o un aeropuerto, trabajar con música o incluso con cascos es hasta recomendable, porque permite al trabajador aislarse de lo que hay alrededor. Pero en otros casos, será un problema. Porque algunos estudios revelan que la música (especialmente, determinada música disonante o estridente) puede disminuir hasta en un 60% los niveles de concentración.
Nuestro pensamiento es asociativo, lo que implica que no puede pensar en dos cosas a la vez. Si te pido que pienses al mismo tiempo en una vaca y en una isla, como mucho superpondrás estas dos imágenes: situarás la vaca en la isla). Si en los cascos suena una música que te gusta y has elegido tú, el foco se dispersará entre la tarea que estés realizando y la música. Como consecuencia, el rendimiento se resiente, la persona no acaba de resolver porque divaga más y tarda más tiempo en completar la tarea. En resumen, con música, le da más vueltas a las cosas.
Un estudio del Instituto Tecnológico de Georgia (USA) determinó que la edad es un factor determinante en cuanto al efecto distractor de la música en la manera de trabajar de las personas. Para ello, se sometió a un grupo de voluntarios jóvenes y a otro más maduro a una serie de pruebas con las que se trataba de determina su memoria asociativa. El experimento se realizó primero en silencia y después se repitió varias veces con diferentes músicas ambientales sonando de fondo. Los resultados demostraron que, mientras los jóvenes realizaron las pruebas prácticamente con la misma efectividad en ambos escenarios, los mayores recordaban un 10% menos cuando había música que cuando no.
Pero la música también aporta otros elementos positivas. Reduce el estrés y, cuando es melodiosa, estimula la liberación de dopamina en el cerebro, que es la hormona de la recompensa. En cierto modo, actúa como el chocolate, crea un entorno agradable y una sensación de bienestar que tiene un efecto positivo en la autoestima del trabajador y en sus resultados. En algunos trabajos creativos, la música estimula el pensamiento multidireccional. Las personas que trabajan con música pueden tardar más pero, en general, tienen mejores ideas, porque al divagar, contemplan más alternativas. Así lo confirmó otro estudio, realizado por la profesora de musicología Teresa Lesiuk, de la University Miami, que indagó en el efecto de la música en la productividad de personas que trabajaban con ordenadores. La investigación reveló que los sujetos que realizaban sus tareas mientras escuchaban música obtenían mejores resultados porque la música mejoraba su humor.
Aun así, hay quien ve contradicción entre escuchar música con cascos mientras se trabaja y el paradigma colaborativo que rige la economía hoy. Sin embargo, se está olvidando que los actuales entornos digitales permiten que una persona puede interactuar con el equipo desde su ordenador, tableta o móvil, y puede estar escuchando música al mismo tiempo. Y también que la actual generación, los llamados millennials, son los que han impulsado esta cultura de procesos de inteligencia conectiva. Son nativos colaborativos. Lo que ocurre es que, en ciertos momentos, como todo el mundo, necesitan aislamiento. Y aún así, seguramente seguirán siendo más colaborativos que generaciones anteriores que no escuchaban música en el trabajo pero no tenían interiorizada esa manera de trabajar.
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