Cultura
Federico Díaz-Granados: Palabras al recibir la distinción de Huésped distinguido de Salamanca
El destacado poeta y ensayista colombiano las expresó en el marco del XXV Encuentro de Poetas Iberoamericanos, que anualmente dirige Alfredo Pérez Alencart, poeta y profesor de la Universidad de Salamanca, con el auspicio de la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes
“Hace 40 años, en 1982, con la mirada inocente de mis ocho años leí por primera vez Lazarillo de Tormes en una edición ilustrada que vendían en los supermercados. Las picardías de Lázaro no solo removieron para siempre mi orden moral, sino que me enseñó, junto con algunas de las primeras novelas de aventuras, el verdadero valor de la empatía y la solidaridad humana. Fui feliz con su lectura en un año en el que España se instalaba en mi memoria para siempre porque fue, además, el año del mundial de fútbol en esas tierras y gracias al álbum de Panini, aprendí los nombres de algunas ciudades españolas y de sus estadios y madrugué a ver las Aventuras de Naranjito en la televisión nacional. También, hace 40 años el hijo del telegrafista de Aracataca recibía de manos del rey Carlos Gustavo VI de Suecia el Premio Nobel de Literatura e intentaba descifrar, de una vez y para siempre, el nudo de nuestra soledad latinoamericana.
Hace 530 años la aventura de nuestra lengua española empezaba allende las fronteras del mar. Allí en América se instalaría la lengua y los poetas, en ambas orillas del Atlántico, llenarían de sentido y significado a unas palabras que hoy nos hacen convivir a más de 500 millones de personas en una patria ancha donde las únicas fronteras tangibles son la pobreza y la injusticia. Hace 100 años de la imprenta de una penitenciaría el Lima saldría el libro que vendría a liberar al idioma de tantas cadenas y lo modificaría para siempre: Trilce de César Vallejo que sería, junto a Altazor de Vicente Huidobro y Residencia en la tierra de Pablo Neruda, uno de los libros que alterarían el rumbo y el destino de nuestro idioma. Pero también hace un siglo Desolación de Gabriela Mistral y Veinte poemas para ser leídos en el tranvía de Oliverio Girondo llegarían a los lectores para reafirmar que después del Modernismo, las carabelas seguían regresando victoriosos con un idioma multicolor y lleno de matices musicales y rítmicos.
Por eso, el que en un día como hoy el Ayuntamiento de Salamanca y el Encuentro de Poetas Iberoamericanos me reciban en mi primera visita a la ciudad como Huésped de Honor es una hermosa recompensa a una fidelidad a la poesía y a una terquedad en la insistencia en su promoción en mi país y en el ámbito hispano. Recibir la hospitalidad de un lugar por donde caminó ese joven huérfano de Lázaro a orillas del río Tormes que me había deslumbrado a mis ocho años y donde conversaron el más grande poeta de la lengua española San Juan de la Cruz con su maestra Teresa de Ávila y donde Fray Luis de León contagió de entusiasmo lector a centenares de discípulos es el más entrañable honor que puedan otorgar a un poeta que viene de la otra orilla del Atlántico.
Porque vengo de Macondo, de un lugar que huele a tamarindo, a mangos, a almendros y a guayaba donde los indios Koguis desde la Sierra intuyeron que antes que todo Primero fue el mar y donde cuenta la leyenda que Francisco el Hombre le ganó un duelo de acordeón al diablo cantando el credo al revés. De aquel lugar vienen los poemas que escribo, de la tierra caliente de los relatos de Álvaro Mutis o del polvoriento pueblo de Cedrón de Respirando en verano de Héctor Rojas Herazo. “Vengo de tan lejos como de un recuerdo” dirían los delicados versos de Meira del Mar nuestra Juana de Ibarbouru del Caribe cuyo centenario ilumina este 2022.
Las naciones y los pueblos reconstruyen su pasado, interpretan el presente y apuestan por el futuro porque la poesía cohesiona la sociedad y le da un rostro y una voz ante el mundo. La poesía devuelve llenas de vigor las mismas palabras que hablaron nuestros muertos y las presta para nombrar las emociones del ser humano en su aventura vital y su paso por la tierra. Los grandes héroes emprendieron viajes y regresaron a casa y fueron migrantes y forasteros en otras tierras. La poesía convirtió a cada uno de esos pequeños hechos comunes a todos en la gran literatura de todos los tiempos. Nos recordaba Juan Villoro que el relato de un hombre que no pudo regresar a casa la poesía lo convirtió en la Odisea.
Recibo hoy, antes que nada, el afecto de todos y la amistad. La poesía es la más pura forma de la amistad y el destino de todas las lealtades y tener esta tribuna para hablarle a poetas que vienen de muchos puntos cardinales es ya la más importante distinción. Además, recibir este honor a lado de mi maestra y compatriota Luz Mary Giraldo es, también, un motivo para la fiesta y la celebración. De ella aprendí a leer a los autores colombianos con el rigor y método para trazar mapas infinitos de nuestro canon. Gracias, señor alcalde Carlos García Carbayo por su hospitalidad y gracias al poeta Alfredo Pérez Alencart por agitar desde su generosidad estos eventos y reconocimientos.
No olvidemos que fue otro vecino de esta ciudad y rector, Don Miguel de Unamuno, el primero en señalar que José Asunción era un bogotano universal para que ese comerciante que pone fin a sus días agobiado por las deudas y acreedores que solo pertenecía a una aldeana Bogotá del siglo XIX se convirtiera en un poeta de todos. Por todo lo que acabo de mencionar y 40 años después de España 82 que vi a través de mi primer televisor a color en casa es trato de buscar todos los sinónimos de una palabra que por sencilla quiere decir todo: gracias”.
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