Gastronomía

Casa Juliet, sencilla autenticidad

El menú forma un mosaico de platos caseros y recetas tradicionales con retazos de sabiduría culinaria

En el centro, la clásica pericana de Alcoy (Alicante)
En el centro, la clásica pericana de Alcoy (Alicante)La RazónLa Razón

El futuro más inmediato nos devuelve al presente. Como un guiño a la hostelería de siempre, con solera culinaria, donde la despensa local como aliada incondicional y sus productos irrenunciables nos sorprenden cotidianamente con naturalidad. Con la coartada de los consejos y recomendaciones del (in)discreto gastrónomo, Eduardo Aznar, programamos una visita al Restaurante Casa Juliet (C/Anselmo Aracil, 21 ) en Alcoi.

El menú está empedrado de buenas intenciones y las propuestas forman un mosaico, con retazos de sabiduría culinaria que, sin forzar, encajan de manera natural en el paladar. Restauración auténtica sin truco pero con trato familiar. Ni siquiera en este tiempo de fibrilación gastrónoma los hábitos no se improvisan, por mucho que haya y vengan modas hay cosas que siempre perduran.

En la cocina de Casa Juliet se reescriben platos caseros y recetas tradicionales actualizadas, sin titubeos argumentales. Para muestra, unas rotundas croquetas de bacalao, boquerón y cocido con pelotas. Máxima solemnidad y expectación ante la llegada de la legendaria Pericana donde el maridaje de los pimientos rojos, bacalao, aceite y ajo confirman las predicciones. Controlamos los ímpetus mientras se inicia el culto. Algunos no ocultamos de manera harto transparente la afiliación a este plato.

El abanico de platos se convierte en una cordillera de sabores, cada una tan alta como la anterior. La curiosidad nos lleva a probar unos conseguidos callos con garbanzos. La ensaladilla de salmón como una solvente versión y el lomo a la naranja se infiltran en el paladar con éxito para empaparnos gratamente sus sabores mientras las tempranas alcachofas mantienen todas sus virtudes. Completa la coreografía de platos una agradable versión de arroz de bacalao y coliflor que mantiene el pulso.

Estos platos reivindican la cocina casera de producto sin premeditaciones gustativas. Una actitud ejemplar ante el extremo manierismo culinario que nos acecha. Para terminar un excelente pudin de castaña que actúa como un dulce bálsamo final. El buen gusto que se respira durante la sobremesa no es proclive a dividirse y aglutina al final, por fortuna, una innumerable oportunidad como un concierto alambicado. El particular herbero se convierte en una crónica alambicada de satisfacción anunciada. La polifonía de hierbas y alcohol se hace imborrable desde el primer trago.

Aunque es predecible el consejo final, la conclusión es la cronificación de la honestidad culinaria. Un restaurante con un continente emblemático y un contenido en forma de «gastrobistro» encubierto que invita a una peregrinación obligada.

La sobremesa define el devenir de nuestra geografía gourmet. Inagotable su capacidad para desafiar a los paladares que se reinventan en exigentes filtros cotidianos. Desvanecida la ingenuidad nos dejamos marchitar por los recuerdos.

En tiempos presentes, en los que la complejidad gastrónoma es cotidiana y el recuerdo es una forma de vivir, la sobremesa es un llamamiento a la supervivencia del recetario auténtico. Tenemos que engrandecer y valorar la biografía de estos restaurantes.

El poder del recuerdo es ilimitado, Fermín Pérez Soriano, propietario y jefe de sala, alimenta el poder de la nostalgia, sin condiciones, al mostrarnos una fotografía de la primigenia cafetería «Desayunos San Roque» inaugurada en este mismo local en noviembre de 1953 por el patriarca y pionero Julio Pérez Miralles y su afamado café, posiblemente el mejor del mundo. Una familia que no apuesta por el recuerdo pierde su identidad. El recuerdo, a veces, sin proponérselo, porque no, alcanza el nivel de veneración. El tour de la vida es una coalición inverosímil de pedaladas familiares, sociales y laborables.

Pilar Pérez Soriano, propietaria y cocinera, adquiere la maestría culinaria después de un variado periplo de aprendizaje a través de los consejos de la recordada matriarca, Carmen Soriano Llodra, para desarrollar sus propuestas. En su cocina priman sensaciones olvidadas a las que no estamos habituados. Franqueza culinaria y autenticidad que se destila a través de maximizar cualitativamente los productos de cercanía.

Este restaurante admite multitud de oportunidades para visitarlo. Hay más que motivo para ir y volver. Si los locales clásicos con personalidad encabezan su lista de pasiones no tienen excusas. Avisados quedan, previa reserva. Este establecimiento corresponde al estereotipo eterno de los locales que aplican con naturalidad el paradigma de la cocina casera. Casa Juliet, sencilla autenticidad.