Gastronomía

El disputado monopolio del buñuelo en Valencia

El buñuelo se exhibe, sin olvidar la histórica rivalidad con los universales churros que madrugan e iluminan también los paladares

La hegemonía del buñuelo edifica su reputación desde una nada disimulada querencia
La hegemonía del buñuelo edifica su reputación desde una nada disimulada querenciaLa Razón

El paladar está provisto de una memoria prodigiosa, infalible y paquidérmica al recordar la última docena de buñuelos que cumplió nuestras expectativas. Las churrerías que rescatan sabores y aromas del pasado año y los trasladan al presente vuelven a poblar las plazas y las calles. La hegemonía del buñuelo edifica su reputación desde una nada disimulada querencia pero la presencia de los churros y sus variedades se hace cada vez más evidente.

La tan gastada palabra maridaje, que, a veces pierde cierto significado, se reanima y fortalece gracias a la división de poderes: buñuelos, y churros. Las Fallas nos anuncian esta rivalidad cotidiana. Dos enemigos acérrimos, dos antagonistas con personalidades impredecibles y separación de bienes gustativos con permiso de la balsa de aceite caliente que comparten, están dispuestos a protagonizar miles de encuentros durante el mes de marzo, con un presente cualitativo, salvo algunas excepciones con dulce intriga incluida. Una sucesión de complicidades nos llevará a conocer la sociedad limitada que forman los buñuelos y los churros bajo la presencia de un mar de chocolates.

La pareja se dará el ‘sí, quiero’ ,de manera coyuntural, hasta el próximo 20 de marzo, según han desvelado fuentes municipales, la exclusiva del enlace ya está vendida en más 136 puestos ambulantes que con mayor o menor fortuna generarán querencias.

El buñuelo se exhibe, sin olvidar la histórica y necesaria rivalidad con los universales churros que madrugan e iluminan una mañana diáfana con la recuperación del espíritu miliciano goloso que trae la fiesta. El viaje a través de las chocolaterías supone vivir una variada alquimia de (re)encuentros. Los buñuelos y churros tienen un efecto amnésico que resplandecerá cuando la jornada llegue a su fin. Recordaremos los

buñuelos que abanderaron una madrugada de fallas mientras el olvido perdurará en aquellos churros que pasaron de puntillas durante la noche. Las experiencias anteriores desaconsejarán afrontar otro encuentro directo con los buñuelos y churros aceitosos.

Mientras algunos buscan las particulares versiones de churros, otros se decantan por los kioscos de buñuelos que conocen sobradamente y no necesitan presentación. Sobran razones. Los buñuelos, con nombre propio, con los que tenemos una relación intermitente, llegan siempre sincronizados con Las Fallas, pura simbiosis, de manera casi perpetua, para deslumbrar a miles de paladares. Nos rendimos a la evidencia. El viaje por el centro de la ciudad va dirigido a acompasar los impulsos acunados de los buñuelos caseros. Pocas son los que pueden presentar las credenciales de superar el paso del tiempo. En un ejercicio de alquimia y veneración. Todo gira en torno a los buñuelos que sobreviven al pasado. No serán todos los que son pero son todos los que están: Buñolería El Contraste (San Valero, 12), Horchatería Fabián (Ciscar, 5), Santa Catalina (Plaza Santa Catalina, 6), frente al horizonte cotidiano de los buñuelos del “carrer”, la calidad de los establecimientos clásicos se desborda hasta alcanzar un registro cualitativo de referencia.

Los puestos ambulantes que forman una red de servicio 24 horas, de dulce reportaje, donde los paladares laten desbocados sin área de descanso favorita, despachan miles de litros del crudo líquido de cacao sinfín. Encuentren el más cercano a su posición, pero tengan claro que no todos son iguales.

Vigilen la trayectoria vital de la masa de los buñuelos que van a comer y observen el baño en la honda sartén de cada docena demandada, sin perder la referencia del swing de la “macro espumadera” favorita. Huyan de las reencarnaciones aceitosas, aparcadas sin continuidad, y busquen con detenimiento las docenas salidas en directo de la sartén en plena hora punta. Seguro que se escuchará el eco gustativo, “Umm, que buenos, están todavía mejor que los que probamos ayer”, incluso no faltará quién se ponga de los nervios al correr hacia la churrería favorita en busca de más provisiones, una vez consumida la primera docena.

Una ruta llena de satisfacciones e interrogantes se encargará de dictar sentencia para constatar la excelsa calidad de algunos, la inercia de otros y el quiero y (no) puedo de varios. Todas las docenas de churros y buñuelos tendrán un matiz de sabores que explicarán el orden de las filias y las fobias. A la espera del goloso desenlace nos despedimos siendo testigos del disputado monopolio del buñuelo.