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Cataluña

Alberto Jiménez Fraud, cartas contra el olvido

La Residencia de Estudiantes reivindica el proyecto y la figura humanística de su director con la edición de una epistolario en gran parte inédito.

Jiménez Fraud, izquierda, y Moreno Villa pasean por Málaga
Jiménez Fraud, izquierda, y Moreno Villa pasean por Málagalarazon

La Residencia de Estudiantes reivindica el proyecto y la figura humanística de su director con la edición de una epistolario en gran parte inédito.

La justicia es memoria y para cumplir con esta idea primodial, la Residencia de Estudiantes ha recuperado las cartas del injustamene olvidado Alberto Jiménez Fraud, que dirigió esta institución entre 1910 y 1936 y lo ha hecho para evocar no solo la imagen de este hombre, que creía con fervor en el progreso y la modernización de nuestro país a través de la educación, la cultura y la ciencia, sino también para subrayar el papel que, según defendió, debían cumplir las instituciones de una nación para ayudar a consolidar una sociedad democrática. Y lo ha hecho por la esquina que más nos acerca al retrato de su persona y sus convicciones: su epis-tolario. Un conjunto de 2.000 misivas, muchas inéditas hasta hoy, que nos ofrece el escorzo de una persona, de una nación y del coro de intelectuales que crecieron bajo la confianza de que siempre se podía mejorar, que nunca había que dejarse derrotar por falsos valores.

Cambiar la sociedad

«No es un tópico. Se pueden leer como una novela. En ellas se descubren actitudes que son pensamientos», comentaba ayer José-Carlos Mainer, director del proyecto epístola, donde se enmarca esta publicación imprescindible. James Valender, profesor del Colegio de México y uno de los estudiosos que se han encargado de sacar a la luz este tesoro documental, y que reconoció estar prendido de esta figura esencial, subrayó que uno de los aspectos que más le habían impresionado era su tenacidad de «mantener su proyecto para cambiar la sociedad a través de la Residencia de Estudiantes y su presencia conciliadora. Él promovía el diálogo con Europa, la convivencia con las mentes más preclaras del momento y la difusión de la ciencia. Y sin buscar nunca su propio provecho. Ahora, que la política está desacreditada, que no tiene rigor ni da ejemplo moral, como está sucediendo en Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o España, donde estas concepciones estan siendo erosionadas, el nombre de Alberto Jiménez Fraud tiene mucho que decirnos. Este hombre perdió su casa, su sitio en la sociedad, su biblioteca, pero mantuvo su actitud afable, dispuesta a dialogar, con todo el mundo. Esto se ve en estas cartas».

José García-Velasco, presidente de la Institución de Libre Enseñanza y director honorario de la Residencia de Estudiantes, y la otra persona encargada en sacar a la luz esta obra, destacó su persistencia en su «proyecto personal que, en el fondo, representa unas ideas, las de una persona que era un epicúreo, que vive oculto, que rehuía la fama, pero mantiene una obra con la firmeza que requiere la determinación a pesar de las dificultades». García-Velasco, quien indició que este conjunto de cartas «es un arma contra los estereotipos», analiza los diferentes temas que asoman por estas páginas, como la construcción de la Residencia, la historia de las bibliotecas populares, la historia de la Residencia de Cataluña, la política y la creación del colegio español en París. «Él se preocupó de tejer un red de contactos entre unos y otros. Después del momento de ruptura del proyecto por la Guerra Civil, su mayor preocupación era demostrar que el grupo residencial continuaba vivo a pesar de los lugares diferentes a los que les había mandado la contienda». Y destacó cómo él denunció «la inconsciencia que había en un lado y otro. Que el grupo que creó era antidogmático y humanista. Pero los tiempos en España solo aceptaban estar con unos u otros, una clara adhesión a una doctrina». Aunque justo en ese tiempo es cuando Alberto Jiménez Fraud y los intelectuales y escritores con los que compartió una intensa correspondencia, desde Juan Ramón Jiménez hasta Baroja, Ortega y Gasset y Unamuno, tuvieron que desenvolverse. Ahora sus cartas se han convertido en un recuerdo necesario de lo que se consiguió en un mundo donde las humanidades y lo cultural languidecen.