Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

Cuando los americanos engañaron a los alemanes con tanques hinchables

Una división del Ejército de EE UU logró engañar al enemigo con "atrezzo" y otros trucos como juegos de espejos y grabaciones de transportes que resultaron decisivos en los diferentes frentes
Soldados posan delante de una semioruga equipado con equipo de reproducción y un altavoz de 500 libras con un alcance de 15 millas, utilizado para la 'guerra fantasma'.
Soldados posan delante de una semioruga equipado con equipo de reproducción y un altavoz de 500 libras con un alcance de 15 millas, utilizado para la 'guerra fantasma'.National Archives

Creada:

Última actualización:

«En la guerra y en el amor, todo vale», dice el aforismo. Así está siendo en la guerra de Ucrania. Resulta que la empresa Inflatech construye señuelos militares hinchables de gran tamaño, y los vende al gobierno ucraniano. Son carros de combate, aviones y misiles. Lo más caro. La usabilidad haría la delicia de cualquier familia dominguera en la playa. Ese armamento inflable está fabricado con seda sintética, lo pueden transportar dos personas, y se hincha en diez minutos. Imagínese en la arena de su playa favorita, en una tumbona, con sus gafas de sol, la cervecita y un lanzacohetes HIMARS a su lado apuntando a esos pesados del frisbee. La pena es que cuesta 100.000 dólares.
Lo cierto es que no es la primera vez que este armamento falso se usa en la historia bélica europea contemporánea. Se utilizaron en la Segunda Guerra Mundial. Quizá el primer episodio sonado de esta forma fantasma de guerrear lo protagonizaron los británicos en el norte de África. El general Wawell, consciente de la dificultad de enfrentarse a Rommel, no dudó en usar una ingeniosa artimaña, obra del mago Jasper Maskelyne. El ilusionista, ya maduro, no pudo alistarse en el ejército. Actuaba en Londres mientras los aviones de la Luftwaffe descargaban sus bombas en la ciudad. Quiso ayudar a su país y habló con el Alto Mando. Les prometió engañar a los alemanes con un truco de magia. Ante la incredulidad de las autoridades, Jasper los llevó al Támesis. Allí hizo aparecer un acorazado nazi que dejó ojipláticos a los militares. Usó un juego de espejos. Fue alistado de inmediato. Jaspers marchó a Oriente Próximo y entró en el Centro de Desarrollo y Camuflaje de Trenes de la Compañía Real de Ingenieros británicos, al mando del mayor Richard Buckley. Una vez allí quiso hacer algo más que esconder aviones, trenes y nidos de cañones antiaéreos. Su truco fue digno de David Copperfield cuando en 1983 escondió la Estatua de la Libertad.
Jaspers hizo desaparecer por arte de magia el puerto de Alejandría para impedir que lo bombardeara la aviación alemana. Lo recreó más lejos, construyó una falsa Alejandría para engañar a la Luftwaffe. El mago no acabó ahí sus éxitos. Jaspers hizo algo similar con el Canal de Suez mediante espejos y reflectores en 1941, y un año después en la batalla de El Alamein. En aquel encuentro decisivo los británicos hicieron creer al mariscal Rommel que el ataque vendría desde el sur con un decorado y maniquíes, que se hicieron acompañar de falsas informaciones radiofónicas y ruidos que simulaban el transporte. Esto confundió a los alemanes, y permitió a Montgomery atacar por sorpresa desde el norte. El concepto gustó a los norteamericanos, que crearon el «Ejército Fantasma». La historia bien parece una comedia de otros tiempos. El Estado Mayor dio el visto bueno a la creación de un cuerpo con miembros de las Tropas Especiales y de la Compañía Especial de Señales. Su misión era hacer creer a los alemanes que un enorme ejército se les venía encima. El objetivo era el mismo que consiguió Orson Welles con la famosa emisión radiofónica de la invasión marciana el 30 de octubre de 1938: el pánico. Si el travieso Welles había conseguido engañar a la gente con sus limitados medios, ¿qué no podría conseguir el Ejército con una buena dotación económica? El «Ejército Fantasma» diseñó un plan que combinaba falsa información transmitida por radio, junto a altavoces que emitían el sonido de los carros blindados. Faltaba poder ver eso que sonaba y de lo que se hablaba. Fue así como crearon unos tanques hinchables. Aquel cuerpo militar se dedicaba a recorrer el frente, tan cerca como para que fuera visible y audible por los nazis, pero no tanto como para que descubrieran el truco. Eso era más o menos medio kilómetro. Freddy Fox, uno de los miembros del «Ejército Fantasma», confesó años después que aquello era «un espectáculo itinerante». El caso es que realizaron más de 20 misiones en Europa entre 1944 y 1945.
El hecho más destacado de la guerra fantasma fue la Operación Guardaespaldas, de julio de 1943 a junio de 1944, pactada entre Estados Unidos, la Unión Soviética y el Reino Unido. El objetivo era que los alemanes creyeran que el desembarco no iba a ser en Normandía, sino en el puerto de Calais y en Noruega, y que habría otras intervenciones como operaciones de diversión (distracción). De hecho, Hitler, engañado, mantuvo en el país nórdico cientos de miles de soldados hasta el final de la guerra. Para que fuera creíble la información se hizo llegar a los servicios de inteligencia de los países amigos de Alemania, entre ellos a la España de Franco. La operación para los españoles fue la «Royal Flush», para Suecia la «Graffham» y para Francia la «Vendetta», entre otras. Juan Pujol, alias «Garbo», nuestro agente doble en la Segunda Guerra Mundial, tuvo un papel importante en la farsa. Pujol engañó al alto mando alemán con datos proporcionados por los aliados. El truco consistía en difundir la información, aparentemente secreta, de que el general Patton comandaba un cuerpo de ejército en Inglaterra para saltar al continente. La historia se reforzó con armamento falso formado por carros de combate inflables, y aviones y lanchas de atrezo. Mientras se simulaba el desembarco en Calais y las operaciones de diversión se hicieron en otros puntos de la costa, los aliados se preparaban para liberar Europa desde Normandía el 6 de junio de 1944. Los rusos también usaron trucos contra los alemanes, la llamada «maskirovka» (ocultamiento). Lo hicieron el 22 de junio de 1944, días después del éxito aliado en Normandía.
Fue la «Operación Bragatión», en honor al comandante del mismo nombre, famoso por su resistencia a Napoleón en 1812. El objetivo de la operación era destruir al Grupo de Ejércitos Centro alemán, situados en Lituania, Letonia y Polonia. Si caía, el paso hacia Berlín sería más claro. Menos teatral que la occidental, la guerra fantasma rusa se limitó a pasar información falsa y contradictoria a los servicios de inteligencia alemanes. Lo reforzaron con la presencia de seis ejércitos blindados justamente en Ucrania a la vista de cualquier espía. Mientras, de noche, las tropas soviéticas avanzaban a través de Ucrania hacia Bielorrusia. No fueron detectadas. Esto hizo que se desplegaran los alemanes y sus aliados rumanos por un frente mucho más amplio del que podían abarcar, mientras los soviéticos concentraron el ataque y vencieron. De hecho, cayó el régimen nacionalsocialista en Rumanía y el ejército alemán dejó de pisar suelo soviético. Lo curioso es que tras el desembarco de Normandía y el rapidísimo avance soviético, el Estado Mayor del ejército alemán aún seguía creyendo que las invasiones serían por donde les habían comunicado sus servicios de inteligencia. El truco de magia duró varios días. Ahora este tipo de guerra fantasma es un complemento a la guerra híbrida, en la que se da más importancia a la desestabilización interna del enemigo a través de desórdenes y «fake news» o crisis económicas.
Los alemanes también trabajaron el engaño en la Segunda Guerra Mundial. Stanley Newcourt-Nowodworski, soldado polaco en el conflicto, contó las técnicas de la guerra psicológica nazi en su libro «La propaganda negra» . Goebbels construyó una red de emisoras de radio que se hacían pasar por francesas. Emitían noticias falsas para inocular el pánico en la población civil del país que querían invadir. Los locutores aumentaban la fuerza y la brutalidad de las tropas alemanas, y contaban actos despiadados, y falsos, cometidos por los invasores. El resultado fue que cuando el ejército alemán pisó suelo francés, la mayor parte de la población huyó despavorida, cargando con sus enseres y colapsando las carreteras. Fue así como los nazis usaron el miedo para invadir un país y no encontrar resistencia. No lo inventó Goebbels. La técnica está en «El arte de la guerra» de Sun Tzu, cuando escribió: «Vencer sin luchar es lo mejor».