Crítica de teatro

"Todas las hijas": Sacar a Lorca cuando no toca ★★☆☆☆

La obra se articula en torno a una sucesión de monólogos sobre el abuso, la violencia, la dependencia y la falta de libertad real

La historia de "Todas las hijas" parte de la Bernarda de Lorca
La historia de "Todas las hijas" parte de la Bernarda de LorcaT. Fernán Gómez

Cinco actrices se reúnen para ensayar a medianoche La casa de Bernarda Alba, o quizá una versión libre a partir del texto de Lorca. En los primeros compases, Todas las hijas parece una comedia más o menos realista; pero pronto se dispara, sin mucha lógica ni armonía interna, hacia un lugar confesional y pretendidamente epatante que transforma la función en una extrañísima y desorganizada tragicomedia. Como espectador, uno busca la presunta analogía entre la interacción de estas cinco actrices en su ensayo y los personajes de Lorca, pero, más allá de algunas justificaciones poco claras que ofrece el programa de mano, resulta muy difícil encontrarla.

La obra se articula en torno a una sucesión de monólogos sobre el abuso, la violencia, la dependencia y la falta de libertad real. El problema es que la dramaturgia es bastante laxa y bastante anárquica, y uno no logra entender a cuento de qué viene cada uno de esos monólogos dentro del contexto dramático en el que son pronunciados todos. De tal modo que, cuando acaba la función, el espectador se marcha sin saber muy bien si quienes han expuesto sus vivencias personales en esos parlamentos son las actrices que han quedado para ensayar la obra o son los personajes de esa obra que están ensayando. Uno puede leer en el programa de mano que la obra se ha elaborado a partir de las experiencias reales de las actrices, pero, a la hora de plasmar esos testimonios de manera artística, Lorca y Bernarda Alba no hacen aquí sino despistar, como también despistan en el desarrollo argumental algunos otros elementos que quizá tengan una función alegórica, pero a los que cuesta bastante encontrar explicación: la reiterada alusión al embarazo de una de las actrices (embarazo que luego desaparece), la insistencia en que el ensayo es a medianoche (dato absolutamente insustancial) o el dichoso roscón que tanto apetito despierta en ellas y que finalmente se comen juntas.

Salvando todo ese fárrago dramatúrgico, lo que sí merece la pena apreciar es la capacidad de Lima, en su faceta de director, para crear espacios abstractos y mover con soltura hacia ellos a sus actrices, y el buen oficio de estas para defender interpretativamente sus textos (que no sus personajes porque estos son indefendibles).

  • Lo mejor: Las interpretaciones, el funcional diseño del espacio y el buen uso que se hace de él.
  • Lo peor: La manía de meter a Lorca en todas partes, y con calzador, no hace sino malograr algunas propuestas.