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Josep Maria Pou y Aitana Sánchez-Gijón: honrarás a "El padre" y a "La madre"

Estrenan en Madrid, y por separado, dos piezas diferentes de Florian Zeller, el autor de moda en Europa
Aitana Sanchez-Gijon y Josep Maria ​ Pou, en el Círculo de Bellas Artes
Aitana Sanchez-Gijon y Josep Maria ​ Pou, en el Círculo de Bellas ArtesDavid JarPHOTOGRAPHERS

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Dos proyectos autónomos. Dos obras “que no se complementan entre sí”, avisan, pese a compartir estilo y autor, Florian Zeller (París, 1979). Ambas forman parte una trilogía que se cierra con El hijo. Dos mundos diferentes, uno para El padre y otro para La madre, cada uno en su respectivo teatro: el Pavón para ella; el Bellas Artes para él. Y, como no, dos protagonistas, unidos para esta entrevista en la quinta planta del Círculo de Bellas Artes: Aitana Sánchez-Gijón (Roma, 1968) y Josep Maria Pou (Mollet del Vallès, 1944).
Aseguran al unísono que todo es una “feliz” coincidencia. La realidad es que, sin quererlo, El padre y La madre suponen un “miniciclo de Zeller”, celebra el actor. “A ver si hacen un bono de descuento para los que vean las dos piezas”, bromean de dos montajes dirigidos por Josep Maria Mestres (El padre) y Juan Carlos Fisher (La madre), e interpretados por Pou, Cecilia Solaguren, Alberto Iglesias, Elvira Cuadrupani, Jorge Kent y Lara Grube (El padre); y Sánchez-Gijón, Juan Carlos Vellido, Álex Villazán y Júlia Roch (La madre).
Dos citas que permiten al público de Madrid visitar al que la crítica internacional señala como “el dramaturgo del momento” en Europa. Sánchez-Gijón y Pou, por supuesto, no dicen lo contrario del “padre” de unos personajes que ya han interpretado, entre otros, Isabelle Huppert y Anthony Hopkins (Oscar incluido para este en 2020). Lo comparan con lo que supuso Yasmina Reza “en su día”, señala la actriz: “Un aire nuevo que irrumpió en el teatro con fuerza, con una capacidad única para diseccionar la clase media burguesa que se podía extrapolar a tantos otros lugares”.
"La madre" estará en Madrid hasta el 12 de mayo
"La madre" estará en Madrid hasta el 12 de mayoTeatro Pavón
Pertenecen a piezas distintas y nunca han trabajado juntos, sin embargo, los dos intérpretes se mueven durante la conversación en la misma onda. Ya son parte de la “familia Zeller”. Mientras uno habla, el otro asiente con la cabeza, y viceversa: “¡Me has quitado la palabra de la boca!”, exclama Pou; “me siento totalmente identificada”, responden enfrente.
El actor habla de Zeller como “un científico, un sabio”. Un hombre que “en su laboratorio ha descubierto una forma de escribir única”. Le apoya su compañera de velada: “Deconstruye la estructura dramática. Rompe el molde”. “Sigue investigando y experimentando. Creo que es el autor europeo de más interés en todo el mundo. Es como si hubiera inventado una especie de diálogo, y digo “diálogo”, no teatro –sostiene Pou–. Es una cosa rarísima en tres dimensiones en la que al espectador no le queda otra que ser un elemento activo. Vive la historia en primera persona. Es algo que buscan todos los dramaturgos y que muy pocos consiguen. El público se siente tan perdido como el protagonista de El padre. No sabe qué está pasando a su alrededor. No encuentro palabras para definir el valor de eso”.
Aitana Sánchez-Gijón se ve reflejada desde su papel de “madre”: “El espectador vive un estado psíquico”, dice, que ambos montajes han querido reflejar con dos escenografías minimalistas (al contrario del realismo del Padre que José Carlos Plaza levantó con Héctor Alterio, en 2016). Dos espacios mentales que, en el caso del Padre, llevan al alzheimer; y en el de La madre, a una depresión que estalla cuando su hijo se marcha de casa, cuando el nido se queda vacío. Y en ambos casos el espectador deberá aprender a separar la realidad del delirio. “Tenemos una función en un espacio abstracto dentro del cerebro de los personajes”.
Ana y Andrés (Madre y Padre) no criban sus palabras. Se expresan en voz alta y la duda aparece, ¿es su pensamiento o se lo está diciendo al otro personaje? “Nuestras mentes sin filtros son capaces de llegar muy lejos. Producen el estupor y la risa en el público, que es curioso porque dice cosas muy crueles. Pone a parir a su hija, dice que es desagradable, fea, desde el momento en el que nació”, explica Sánchez-Gijón del montaje que enfocaron como una “comedia negra” y que no tardaron en ver que “no era para nada una comedia y sí muy negra, aunque sí tiene humor”. Para la actriz, los personajes de Zeller son 100% “reconocibles”. “Todos tenemos a alguien con esos problemas cerca”. Pero donde encuentra el gran valor del teatro del francés es en “darle la vuelta a una situación aparentemente banal. Todos entendemos la historia de una mujer con un marido ausente que toma pastillas para sobrevivir... Pero Zeller consigue mostrarnos ese rol histórico que han asumido las mujeres durante generaciones y cómo eso deriva en un cabreo monumental”. Una frustración cósmica que recoge el texto: “Me siento totalmente estafada [grita Ana/Sánchez-Gijón al inicio de la función] (...) No debí tener hijos. Y menos con alguien como tú”.
En el centro de La madre está la relación de Ana con Nicolás (Villazán), su hijo. Un vínculo “enfermizo”, en boca de la actriz: “Mi personaje es dependiente y posesivo porque no ha tenido nada más en su vida. Solo se ha dedicado a los otros. Entonces, ese sistema patriarcal de división de roles es lo que le ha hecho saltar por los aires”. “Por suerte”, continúa, “yo no soy esa madre. Yo claro que pasé mi duelo cuando mi hijo se fue de casa, ahora tengo a otra con un pie dentro y otro fuera, pero he alentado y aliento a mi hija a que lo haga. Que se vayan de casa y vivan su vida. Me resuena esta historia, pero mi vida está llena, soy una mujer emancipada y realizada. Los hijos necesitan volar y los padres también lo necesitamos. Empieza otra etapa. El maternaje tiene que durar un tiempo y debe terminar para establecer otro tipo de relación con los hijos”.
Josep Maria Pou interpreta a Andrés en una función que pasa del catalán al castellano tras su estreno en Barcelona en 2022
Josep Maria Pou interpreta a Andrés en una función que pasa del catalán al castellano tras su estreno en Barcelona en 2022Pentación
En El padre, por el contrario, no hay ninguna madre (sí hay padre en La madre, aunque no tenga nada que ver con el de la otra función), sin embargo, el desprecio se siente: “Las referencias son condenatorias e insultantes: inútil, torpe, burra, ignorante...”. “Farsa trágica” es como el autor parisino define a su Padre. “Algo así como una carcajada violenta”, resume un Pou que visualiza la función como el grito del Papa Inocencio X que pintó Francis Bacon en 1958. “O como El grito de Munch”, puntualiza Sánchez-Gijón.
Mientras Ana solo quiere pastillas para sobrellevar su “pérdida”, en el Bellas Artes estará Andrés/Pou haciendo todo lo contrario, esconderlas. “Lucha por no tomar pastillas”, comenta el actor de un protagonista que también levanta las risas entre los espectadores, “son inevitables”, pero sobre todo, lágrimas. “Se llora mucho”, advierte. “Llega a los sentimientos y toca directamente. Las personas con esta enfermedad [alzheimer] se vuelven niños. Son tan sinceros e incongruentes que generan momentos cómicos e irreverentes”. Algunas de las escenas más dramáticas se tornan en risas “porque ese señor que al principio de la obra se le ha visto con un carácter fuerte, con una dignidad enorme, de repente, se convierte en un niño pequeño que llama desesperadamente a su mamá. Eso realmente parte el corazón a cualquiera”.
Es la memoria, y la pérdida de esta, uno de los grandes miedos de Pou. Asegura que ha preparado el personaje desde su propio pánico a verse en ese estado. “Me decía 'Dios mío, que no me encuentre nunca en el momento de tener que decir lo de este hombre'. Eso me ha colocado en un lugar de hipersensibilidad”. Aun así, bromea con que es el papel "más cómodo" que nunca le han encargado, “salgo en pijama y zapatillas”, por el contrario, “es el personaje que más me ha agotado”, promete quien se ha enfrentado a Ahab, Sócrates, Lear, Cicerón... Termina a cero: llega el final de la función y “no puedo ni levantarme de la cama. Hasta que no llegan Elvira y Cecilia y me cogen de la mano estoy absolutamente vacío”.