Tour de Francia

Tour de Francia

El Tour se anima

Froome pierde el amarillo en una crisis sin precedentes auspiciado por Mikel Landa, que no paró en el final para ayudarle. Bardet ganó en Peyragudes y Fabio Aru es el nuevo líder.

Bardet celebra su victoria en la duodécima etapa del Tour
Bardet celebra su victoria en la duodécima etapa del Tourlarazon

Froome pierde el amarillo en una crisis sin precedentes auspiciado por Mikel Landa, que no paró en el final para ayudarle. Bardet ganó en Peyragudes y Fabio Aru es el nuevo líder.

A veces pasan más cosas fuera de una carrera que dentro. En la de ayer, por ejemplo, camino del Peyragudes que vio a Alejandro Valverde regresar tras su sanción en el 2012 victorioso y emocionado en una última rampa brutal y tremenda, por ejemplo, lo más significativo sucedió una vez cruzada la línea de meta, con Romain Bardet tirado en el suelo, adelantando un día el orgullo de la patria francesa con su triunfo de etapa. O la emoción de Fabio Aru al saberse nuevo líder del Tour de Francia abrazándose a su masajista, el exfisioterapeuta de Alberto Contador. Un poco más allá, en los autobuses aparcados que esperan para resguardar a los corredores tras la etapa, es donde sucede todo. La bronca.

Nicolas Portal, uno de los directores del Sky, acaba de bajar del coche justo cuando Mikel Landa toca las manetas de freno para bajarse de la bicicleta. El enfado de Portal es tan grande que no puede ni aguantarse a subir al autobús, donde nadie le vea para reprender a su corredor. O quizá es precisamente por eso por lo que lo hace. Mikel estira los brazos y alza los hombros abriendo los ojos como poco antes lo estaba haciendo mientras escalaba a Peyragudes. La mirada de los días grandes. Los ojos de la ambición. Pero no puede. Y él lo sabe. Cuando firmó por el Sky, el equipo inglés le puso grilletes en los pies. Esclavo de Froome.

Pero el deseo de Mikel es el de los días grandes. El del Giro de 2015, cuando el Astana se cansó de gritarle por el pinganillo que tenía que esperar a Aru. El de la Vuelta de aquel mismo año cuando, harto, se lo quitó de la oreja, desoyó las órdenes y se fue a por la etapa de Andorra. Así se siente Mikel, pletórico mientras asciende a Peyragudes. Mirando de un lado a otro de la cuneta, como buscando a su cuadrilla de Murgia. Sobrado. Porque probablemente hubiera ganado la etapa. Seguramente era el más fuerte. Quizá es ya el hombre más fuerte de este Tour. Sus cadenas impiden comprobarlo.

Pero Landa se concedió un pequeño homenaje. En la terrible pared a 200 metros de la meta, cuando Aru despliega su fuerza y Froome empieza a flaquear, el alavés no se queda con su líder. El instinto le puede. Mikel ha nacido para eso, para estar delante. Para ser un grande. «Era un sprint, más que perder se estaba disputando la etapa. No se me ha ocurrido mirar para atrás», dijo después. Esa falta de ocurrencia unida al sorprendente hundimiento de su líder hicieron que Froome perdiera el amarillo, algo único. Nunca, en los tres Tours que ha ganado el keniano, se ha dejado descoser el maillot «jaune». La sensación de que Froome no está como en años anteriores ha puesto el Tour patas arriba a Landa de protagonista.

«Es algo inesperado, pero no es un drama», dice Mikel. «Es verdad que otros años ha sido más dominante. Y yo iba muy bien, pero de haber disputado la etapa podía haber quedado más adelante». Recado. La etapa se la llevó Romain Bardet, que remachó a Aru casi en la línea de meta. Froome perdió 22 segundos, lo que coloca al sardo con 6 de ventaja. «Simplemente no he tenido piernas», se defendía Froome.