Tour de Francia
Contador: «No es la mejor manera de empezar»
Cae en la primera etapa, aunque sobrevive con el hombro derecho maltrecho
Contador cae en la primera etapa, aunque sobrevive con el hombro derecho maltrecho
Aquel 6 de junio de 1944, el «día D», los mástiles de los aliados seguían ahí, frente a la playa de Omaha. La mar en calma meciéndolos bajo el cielo gris de la Normandía. Los alemanes pensaron que jugaban al despiste, que aquel batallón de barcos era un cebo, una maniobra de distracción para atacar más arriba, en Calais. En la guerra todo vale. Igual que en el Tour.
A dos pasos de allí, desde el Mont Saint Michel viene pedaleando el Tour, con la fuga de Leigh Howard, Jan Barta, Delaplace, Paul Voss y Howes y con el pelotón que empieza a desperezarse a 80 kilómetros de Utah Beach, otra de las playas del Desembarco donde la Alemania nazi empezó a perder la II Guerra Mundial y donde ahora espera el primer esprint de la ronda gala. Pero el Tour es como una batalla. Cada centímetro de tierra puede estar plagado de minas. No son de las que explotan, pero sí pueden hacer añicos a los ciclistas. Una isleta central escondida detrás de una curva, por ejemplo. Puede acabar siendo una trampa mortal. Una de esas hay agazapada cuando pasa el pelotón y en ella cae Alberto Contador. Luke Rowe, uno de los compañeros de Chris Froome le ha tirado por su propia inercia. Esto es la guerra. Y aquí todo vale.
A los aliados les costó una semana conquistar la costa normanda para seguir avanzando y derrocar el nazismo. A Contador, su intento de conquista del Tour casi se le acaba en una tarde, en la primera. Sin prestar atención al dolor, con el maillot hecho jirones en su costado derecho, el bravo ciclista madrileño se levantó lo más rápido que pudo, agarró otra bicicleta y echó a andar. No frenó ni para cambiarse de zapatilla. Con la ayuda de sus compañeros lo hizo en marcha –pedaleó por instantes incluso descalzo de un pie–. Así es el Tour. Aquel que se queda atrás, es para morir.
Y Contador no es de los que entiende lo que es la rendición. No. Eso nunca. Sus rivales no quisieron hacer más sangre. El dichoso «fair play». Había sido uno de los rivales, Luke Rowe, un compañero de Froome, un soldado del Sky quien lo había derribado –incluso le pidió perdón después–. Los ingleses decidieron no jugar sucio. No hace falta ganar la guerra el primer día y con métodos discutibles. Contador regresó pronto al pelotón. Vendado por los médicos de carrera, llegó a la meta de Utah Beach, la playa que más rápido lograron conquistar los aliados en el desembarco y donde menos bajas y heridos tuvieron ese 6 de junio de 1944. Esta vez llegaron unos cuantos magullados por la inmensa caída de Michael Morkov en pleno esprint lanzado. Él y Contador, «totalmente dolorido de toda la parte derecha».
No necesitó acudir al hospital para hacerse placas, los médicos del equipo Tinkoff no vieron nada roto. Hielo y descanso. «En teoría un día tranquilo y se complica mucho. No es la mejor manera de empezar el Tour. El golpe es considerable». «Me han puesto hielo, para evitar que se inflame más, tengo magullado todo, desde el tobillo para el hombro», aseguró el de Pinto. Visiblemente afectado, Contador aseguró que «esto es el ciclismo, muchos meses de preparación y el primer día te caes, pero el Tour no se ha acabado aquí». Patxi Vila, uno de los directores del equipo, aseguró que es «chapa y pintura. Estamos tranquilos». Menos mal, pues el Tour es como la guerra. Y en el campo de batalla no se hacen prisioneros.
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