FIFA

«Si eres piadoso abre una iglesia, amigo. El negocio es el negocio»

Los documentos del departamento de Justicia de EEUU detallan las irregularidades y extravagancias de los miembros de la FIFA durante los últimos 25 años. El vicepresidente Warner convence con estas palabras para que acepten el soborno. El informe es tajante: «La corrupción de la FIFA se convirtió en endémica». Mantiene el anonimato de 25 miembros, a los que se refiere como «conspiradores». Los votos se compraban por 40.000 dólares que se daban en sobres cerrados

«Si eres piadoso abre una iglesia, amigo. El negocio es el negocio»
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Tiene todos los ingredientes de una película de gángsters, pero se trata de la realidad del organismo que dirige el fútbol a nivel mundial, la FIFA. Un informe de 164 páginas elaborado por el Departamento de Justicia de Estados Unidos detalla minuciosamente las irregularidades en las que incurrió la FIFA durante los últimos 25 años. Un documento gracias al cual las autoridades estadounidenses detuvieron a varios de sus directivos el 27 de mayo en Zúrich.

El informe relata diversos casos de corrupción en el entramado de la FIFA y es tajante con una afirmación: «La corrupción de la FIFA se convirtió en endémica». Una enfermedad que asoló a varios altos cargos, que limpiaron dinero, aceptaron sobornos y cometieron irregularidades en la elección de mundiales, gestión de patrocinios y organización de torneos como la Copa de América, la Copa Libertadores y la Copa de Brasil.

A través de este documento, la Fiscalía norteamericana presenta 27 cargos y pone nombre y apellidos a 14 acusados. Prefiere mantener el anonimato de otros 25, a los que se refiere como «conspiradores», pero cuya identidad en algunos casos no es difícil de adivinar. Según van apareciendo en la trama reciben un número. La historia que más llama la atención tiene como protagonista al citado como «Conspirador Número 7» y la sitúa en abril de 2011, dos meses antes de las elecciones a la presidencia de la FIFA. Aspiraban al cargo Joseph Blatter, que salió reelegido, y el qatarí Mohammed Bin Hammam. El informe del Departamento de Justicia relata, como si fuera una película, lo que sucedió entre los meses de abril y junio de ese año.

El «Conspirador Número 7» –no se revela su identidad y así aparece en el informe– es un alto cargo de la FIFA y de la Confederación Asiática. Anuncia su intención de presentarse a las elecciones a la presidencia de la FIFA que se celebrarían en junio de 2011. Dos meses antes, relata el informe, el 1 de abril, envía un correo electrónico a Jack Warner, entonces vicepresidente de la FIFA y Presidente de la CONCACAF (Confederación de Fútbol de América del Norte, Central y el Caribe). Warner es uno de los principales personajes de la trama, que ha amenazado con tirar de la manta para destapar los escándalos de la FIFA.

En su correo electrónico, «Conspirador Número 7» pide a Warner que organice un congreso extraordinario con miembros de la CONCACAF con derecho a voto en las elecciones de la FIFA. Su intención es acceder a ellos y tratar de convencerles para que den su apoyo a su candidatura, cueste lo que cueste. Warner procede a convocar la reunión para los días 10 y 11 de mayo, pero finalmente lo hace sólo con miembros de la Unión Caribeña de Fútbol (CFU).

El 28 de abril, semanas antes de la reunión, se produce un movimiento bancario: 363.537,98 dólares son transferidos de una cuenta controlada por «Conspirador Número 7» a otra de la CFU, controlada por Warner en un banco con sede en Trinidad y Tobago. Es en este país donde se celebró finalmente la reunión y donde en una sala de un hotel de la capital, «Conspirador Número 7» tiene la oportunidad de dirigirse a su audiencia, todos miembros con derecho a voto en las elecciones a la presidencia de la FIFA. Les insta a apoyar su candidatura. Es en ese momento cuando toma la palabra Jack Warner. El entonces vicepresidente de la FIFA agradece a los presentes su asistencia y les anuncia que pueden pasar a recoger un regalo que les van a hacer por haber acudido a la reunión. Pone, eso sí, dos condiciones para recogerlo: tienen que acudir de uno en uno, en solitario, y tienen prohibido comentar nada de lo que allí sucede. Silencio a cambio de un regalo.

Esa misma tarde los miembros de la Unión Caribeña pasan uno a uno a por su presente. Reciben un sobre cerrado cada uno con el nombre de la organización a la que representan. Dentro de ese sobre encuentran 40.000 dólares. Un «obsequio» en la moneda estadounidense que los integrantes de la CFU tienen prohibido revelar a nadie. Pero hay algo que sale mal. Uno de los asistentes se salta esa prohibición y hace una llamada. Informa a un integrante de la CONCACAF (conocido en el informe como «Oficial Número 1») de lo que allí está pasando. Le cuenta que varios miembros con derecho a voto en las elecciones a la presidencia de la FIFA están siendo sobornados.

El contenido de esa llamada llega a oídos de Warner que vuelve a reunir a los asistentes. Trata de convencerles de que no se trata de un soborno. Les asegura que ese regalo, ese sobre de 40.000 dólares, no acarrea ninguna obligación. «Es un presente, no tenéis la obligación de votar por nadie», afirma. Pero su discurso se va encendiendo hasta que, visiblemente enfadado, lanza un mensaje más propio de película de espías que de la realidad de una reunión entre dirigentes de la FIFA: «Aquí hay alguien que piensa que es más piadoso que el resto. Si eres piadoso, abre una iglesia, amigo. Nuestro negocio es nuestro negocio», amenaza. Palabras de un vicepresidente de la FIFA.

El informe del Departamento de Justicia es muy claro. En su punto 220 asegura que «el objeto de ese pago de 40.000 dólares era inducir a los miembros de la CFU a votar a ‘‘Conspirador Número 7’’ en las elecciones del 1 de junio de 2011». No es necesario atar muchos cabos para deducir que esa figura de «Conspirador Número 7», cuya identidad no revela en su informe la Fiscalía, es, en realidad, Mohammed Bin Hamman, quien finalmente no se presentó al ser suspendido por la Comisión de Ética de la propia FIFA. La llamada del «infiltrado» había obtenido sus frutos y tanto Bin Hamman como Jack Warner fueron apartados de sus funciones en el máximo organismo del fútbol. Blatter quedó como único candidato y ganó las elecciones a la presidencia de la FIFA por mayoría absoluta, 172 votos de los 208 posibles. Su cuarta legislatura. En su discurso quiso ser duro con los corruptos: «Yo soy el capitán capeando la tormenta. Éste es un periodo difícil para la FIFA, lo admito sin reparos», afirmó el entonces presidente de la FIFA, sin saber que cuatro años después esa misma tormenta se lo acabaría llevando a él por delante.

A la caza del conspirador número 7

Del «Conspirador Número 7» no se revela su identidad en el informe, pero se sabe que es un alto cargo de la FIFA y, más concretamente, de la Confederación Asiática. Su intención era presentarse a las elecciones de la organización que se celebraron en 2011. Para ello contactó con Jack Warner con el fin de que éste moviera los hilos para lograr un amplio apoyo a su candidatura. Cada uno de los asistentes al congreso que se organizó tenía asignado un regalo...

Un voto, 40.000 dólares

... Los miembros de la Unión Caribeña de Fútbol fueron los únicos que acudieron a la llamada de Warner y del «Conspirador Número 7». La reunión se celebró en un hotel de Trinidad y Tobago y al final de la misma los asistentes tenían que pasan a recoger un regalo. Warner puso dos condiciones para intentar no levantar sospechas: los asistentes tenían que acudir de uno en uno y en solitario; además, estaba prohibido comentar algo sobre lo que allí sucedió. El regalo era un sobre cerrado con 40.000 dólares, pero hubo un asistente que no guardó el secreto.