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365 días en los que todo fue posible
Ha contado que su mejor recuerdo es la Champions que el Madrid ganó al Atlético
Zidane cumple mañana un año como entrenador del Real Madrid y lo celebra con el partido contra el Sevilla, en los octavos de la Copa.
Fue en una servilleta, en una gala de la UEFA, donde el Zidane futbolista le dijo que sí a Florentino Pérez. El año anterior había llegado Figo, lo que fue un golpe mortal al Barcelona de Gaspart, y la temporada siguiente el fichaje fue el francés, el mejor futbolista del planeta, el más elegante sin duda. Al Santiago Bernabéu le costó entender su forma de jugar, ese ritmo que parecía una danza, como si al llegar la pelota a él, el tiempo cambiase de velocidad. Cuando lo entendió, la grada del estadio madridista, tan dura en el presente, tan agradecida en la memoria, le guardó agradecimiento eterno.
El 4 de enero del año pasado, hace sólo un año, Florentino volvió a llamar a Zidane. «Estaba estresado ese día», recordaba ayer el entrenador. «En este club siempre hay estrés y nervio, pero yo estaba con más nervios el día de la presentación que hoy, antes del encuentro contra el Sevilla». El Madrid no había fichado a De Gea en el último segundo del mercado de verano; la alineación de Cheryshev le dejó sin disputar la Copa; Benítez, que entrenaba a la primera plantilla, estaba superado por las circunstancias; el equipo goleaba al Rayo (10-2) y el socio se enfadaba. Había un clima extraño en el estadio madridista, como si estuviese yendo de frente a un callejón sin salida.
El palco del Bernabéu ni siquiera estaba listo ese día y la presentación de Zidane se hizo en otra sala del estadio, peor habilitada. «Zidane, durante toda su vida, ha sabido hacer frente a los desafíos más grandes del fútbol y los ha afrontado siempre con entrega y con talento», decía Florentino en su discurso de presentación. Resultó que no eran palabras huecas o de saludo. Resultó ser una profecía. «Sé que para ti la palabra imposible no existe», continuó.
Zidane, visto sin el añadido de la memoria sentimental, sin todo lo que fue como futbolista y sin el gol en la Novena, era, en realidad, una incógnita, un ex futbolista que nada más retirarse no quiso saber nada del fútbol, pero que después sintió la llamada del césped. Su currículum como entrenador era peor al de cientos de miles de entrenadores: había sido ayudante de Ancelotti y estaba en el banquillo del Castilla, en Segunda B. «No sé qué es lo mejor que tengo como entrenador, eso lo tenéis que decir vosotros. Tengo que mejorar en todo. Como jugador pensaba lo mismo. Un jugador y un entrenador siempre pueden mejorar. No sé en qué soy bueno. Tengo pasión por el fútbol, lo llevo dentro durante toda mi vida. Es la cualidad que debe tener todo entrenador y todo jugador», explicaba ayer.
El caso es que lo cambió todo.
El lunes, cuando el Madrid volvió a los entrenamientos, Zidane dio un abrazo a James, el futbolista que más problemas le ha dado hasta ahora, el único que públicamente se ha quejado de no jugar. En vez de mano dura, Zizou sigue con sus armas de persuasión: «Es un jugador importante. Me voy a comportar con él como con los demás. Cuando dijo eso tras la final del Mundial de Clubes era un momento un poco complicado porque cuando no juegas una final estás enfadado. Entiendo que a veces es difícil. Es algo del pasado y miramos lo que tenemos por delante y lo hacemos juntos», explicaba ayer. Ése ha sido su papel todo este año: aplicar su conocimiento de los vestuarios, su prestigio, para conducir a un grupo de jugadores que durante un tiempo estaban desnortados.
Primero consiguió calmar la agresividad de la grada: era imposible que criticasen a un hombre que tanto les había hecho disfrutar en años anteriores. Se instaló una sonrisa en la boca y salió ante la Prensa dispuesto a mostrar su mejor cara; él, que siempre había huido de los medios de comunicación, de cualquier asomo de popularidad.
Después, logró que los futbolistas creyeran en sí mismos y en él. Le dio al equipo una consistencia física y defensiva que no tenía. Colocó a Casemiro en el centro del campo y empezó a construir. Se empezó ganando, pero se perdió contra el Atlético, en febrero, y fue como volver a empezar.
Y lo hizo: «En este año he perdido más pelo –bromeó ayer–. Me siento bien con mi trabajo, pero queda mucho, y también me siento bien con el trabajo de los jugadores. He ganado muchas cosas como jugador y siempre intento ganar lo máximo. Estoy contento con lo que hemos ganado, no esperaba conseguir esto, pero hay que seguir».
Ganó en el Camp Nou y fue avanzando en Champions hasta ganar en el último penalti. Ha sumado la Supercopa de Europa y el Mundialito de clubes. En un año sólo ha perdido dos partidos. «El mejor recuerdo es la Champions, sé que eso no me va a ocurrir 20 veces en mi vida», decía ayer. «¿El peor?, no lo hay», aseguraba después. Hoy, 4 de enero, suma 37 partidos sin perder. El último 4 de enero, Florentino Pérez le dijo: «Éste es tu estadio, éste es tu club».
¿El mejor entrenador del año?
El lunes la FIFA elige en Zúrich al mejor futbolista de 2016 y también al mejor entrenador del año pasado. Cristiano Ronaldo es el favorito para ganar el primero. Zidane, junto a Fernando Santos y Ranieri puede conseguir el trofeo al mejor técnico: «No me sorprendería para nada no ganarlo. Sería normal que lo gane otro entrenador porque yo acabo de empezar. Tengo que seguir trabajando y mostrar mucho más. Estamos en ello y sería normal», decía ayer el entrenador madridista cuando le preguntaron. Hizo al Real Madrid pelear al final por una Liga que estaba perdida y ganó la Champions. Santos llevó a Portugal a su primer título al conquistar una Eurocopa en la que muy pocos contaban con ellos, mientras que Claudio Ranieri fue el gran artífice del milagro del Leicester al conquistar una Premier frente al Chelsea, al City, el Arsenal o el United.
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