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Territorio del campeón

El delantero portugués del Real Madrid Cristiano Ronaldo celebra su gol ante el París Saint Germain
El delantero portugués del Real Madrid Cristiano Ronaldo celebra su gol ante el París Saint Germainlarazon

El Real Madrid remontó al París Saint-Germain dando la vuelta al tanto de Rabiot con un doblete de Cristiano Ronaldo y el broche de Marcelo.

El Real Madrid se dio un subidón en un choque frente a un rival tremendo, en un choque tenso, entre dos titanes: el desacomplejado PSG y el poderoso, el histórico, el bicampeón Real Madrid. Queda el partido de vuelta para principios de marzo; aún no está nada cerrado, pero una cosa está clara: el Madrid está en esta competición para ganarla. Irá al partido de vuelta con una ventaja inesperada después de un duelo muy igualado que manejó mejor Zidane que Emery. Primero con Isco en el once y después con las salidas de Asensio y Lucas Vázquez, para abrir el campo, jugar sin Casemiro cuando menos tenía el balón su equipo y peor lo pasó. Un cambio arriesgado, un cambio providencial, decisivo para que el Madrid vaya a París con viento a favor.

Arrancó el Madrid a todo tren, enfebrecido después del paseo en autobús entre su afición antes de llegar al estadio, y dispuesto a agarrarse a esta competición. Salió a por el rival en diez minutos de vértigo, como carta de presentación, apretando a los de Emery, desconcertados y a los que les costó entrar en el choque. Eso sí, cuando lo hicieron, fue para apostar a lo grande.

Le había dado vueltas Zidane al encuentro, no sólo por la salida en tromba, sino sobre todo por la presencia de Isco. Bale se quedó en el banquillo, ante la sorpresa general, para dar paso al español y dar consistencia al centro del campo. Quería evitar Zizou un partido de ida y vuelta, a golpes y sin freno porque los tres fieras del PSG te pueden hacer una herida irreparable. Su equipo, el Madrid, tenía que estar compacto, con el cuchillo en los dientes, pero sin dejar nunca de echar un vistazo a su espalda. Por eso Modric jugó todo el partido tan cerca de Casemiro, en otra lección de fútbol, para doblegar las ayudas a los laterales, que ayer tuvieron una noche de lo más exigente. Marcelo, por ejemplo, enseñó su mejor cara: se fue al ataque con la decisión y el talento de siempre y tuvo que hacer frente a Mbappé, un futbolista con arrancada asombrosa y con sentido.

Pero quien tuvo que trabajar hasta la extenuación fue Nacho, titular, como estaba previsto, y enfrentado a Neynar. Le sacó una amarilla y luego se dedicó todo el encuentro a perseguirle, con la ayuda de Casemiro, de Isco o de Modric. Porque Neymar estaba esperando este encuentro. Se fue del Barcelona para ser el jefe en París y necesitaba un partido así para mostrarle al mundo que es eso, un jefe.

El partido fue tremendo. Igualado siempre, sin concesiones. El Madrid empujaba de manera constante, con la personalidad del campeón, con un carácter y un fútbol que bien podía haber mostrado en muchos partidos de Liga y el PSG asustaba cada vez que podía correr. El guión fue el mismo en la primera parte y en la segunda. El Madrid quería y hacía ataques largos porque no quería perder la pelota rápido porue frente a un rival así, es dejar una puerta abierta en tu casa en la noche más fría. Por eso el Madrid fue prudente, ordenado y orgulloso.

El choque se podía romper por cualquier lado. Por la fogosidad del Madrid o por la potencia y el desparpajo de los franceses. Lo hizo por ahí. La jugada la empezó Mbappe, la tocó de tacón Neymar y lo metió dentro Rabiot. Era el peor escenario para los blancos, porque abrirse contra este PSG es como escribir una nota de suicidio. Pero el Madrid se mostró entero, con fuerza como para afrontar lo que quedada de encuentro sin agobios y lo empato Cristiano de penalti.

En la segunda parte, Emery quitó a Cavani, el más soso de los de arriba, para protegerse, mientras que Zidane daba paso a Bale por Benzema, para no cambiar el dibujo ni romper el equipo. Sin embargo, el PSG parecía tener más aire, cogió más cuerpo y se quedó con el balón. Al Madrid el partido se le empezó a hacer largo hasta que Zidane movió el banquillo: la segunda unidad y en vez de temer, irse arriba, abrir el campo por las bandas. En situaciones de peligro, ser valiente. Asensio y Lucas le cambiaron la cara al Madrid y el PSG, tan ufano él, se quedó de piedra ante el campeón de Europa.