Ciclismo

Brasil

Purito, sólo diploma

Purito Rodríguez sólo pudo terminar quinto. «Tenía piernas para haber cogido una medalla», aseguró. El oro fue para el belga Van Avermaet, la plata para Fuglsang y el bronce para Majka

Van Avermaet se impuso en la llegada de Copacabana al danés Fuglsang
Van Avermaet se impuso en la llegada de Copacabana al danés Fuglsanglarazon

Purito Rodríguez sólo pudo terminar quinto. «Tenía piernas para haber cogido una medalla», aseguró. El oro fue para el belga Van Avermaet, la plata para Fuglsang y el bronce para Majka

Los bañistas de Copacabana no cambiaron el arrullo de las olas ni la hamaca por la prueba olímpica de ciclismo en ruta. Ganaron un tostado natural, pero se perdieron una lección de vida, el merecido triunfo del belga Greg van Avermaet, que se ganó el oro a pulso, si bien le acompañó la suerte que seguramente en otras ocasiones le dio la espalda. El danés Jakob Fuglsang logró la plata, porque no pudo con la punta de velocidad del campeón, y el polaco Rafal Majka, después de no pocas vicisitudes y hasta de verse coronado de laureles, obtuvo el bronce. A continuación, a 22 segundos, el francés Julian Alaphilippe y Joaquim Rodríguez, diploma olímpico el año de su retirada, algo más que el premio de consolación, pero «tenía piernas para haber cogido una medalla», reconoció.

Después de 237,5 kilómetros y más de seis horas de pedaleo buscar justificaciones para una derrota es absurdo, pero explicarla libera, aunque no reconforta, sobre todo si no te ha quedado nada dentro. Y Purito se vació, como Valverde, Erviti –trabajador del primer tercio–, Castroviejo –estajanovista de postín– e Izaguirre, que llegó hasta donde le llevaron las piernas en una carrera atroz, «y caótica», añade Joaquim, que se toma un respiro mientras se lava la cara y procede con los hechos: «En la segunda subida a Vista Chiesa –lo duro del circuito, las rampas del 12 por ciento, los 9 kilómetros de ascensión y los más de una docena de bajada criminal– íbamos bien, después del trabajo de Castroviejo. Pero se produjo la caída de Porte y de Chernetski, nos quedamos cortados, atacaron los italianos y me pillaron a contrapié».

Purito es corazón y fibra. Una alita de pollo bien pelada y relamida tiene más carne que él en los pómulos. Valverde está igual. Vienen del Tour. Los kilómetros pesan, se quedan con sus energías, con el vigor y con la luz de los ojos, que se apaga tras la derrota. «Estábamos para medalla. No digo que fuéramos a ganarla, pero posibilidades había y muchas, aunque Alejandro me dijo en carrera que no era su día». Llega Valverde hasta Purito, se abrazan. El murciano, trigésimo a más de nueve minutos, está roto, dolorido, con la cara chupada y la barba de dos días que parece de una semana. Es la fatiga total. Coincide con el compañero: «Nos ha roto la caída».

Antes de esa caída, mucho antes, Kwiatkowski había puesto banderillas negras a la carrera. Anduvo muchos kilómetros escapado y terminó capitulando. Cuando el grupo se lo propone, nadie se resiste. A raíz de la incidencia se produjo el ataque de los italianos, que habían dejado hasta entonces el control en manos de los españoles. Atacó Caruso, también Aru y con ellos Nibali. «Me pilló a contrapié –repite Purito– ese segundo giro, pero en el tercero iba a tope». Se le veía en la penosa realización televisiva cómo avanzaba con pedalada firme e iba recogiendo cadáveres. Quedaba el último paso, Valverde ya había tirado la toalla y la baza española era él. Por delante, a menos de medio minuto, Nibali, Henao y Majka iniciaban el descenso hacia la meta convencidos de sus posibilidades. Donde se cayeron el portugués Santos y el australiano Porte, curva a la izquierda, bordillos de 30 centímetros, Nibali y Henao también se estrellaron. Una red de protección les sujetó para que no rodaran por el precipicio. La carrera se terminó para ellos, habían visto el cielo, ahora sólo en el horizonte de Majka, que se libró del batacazo, y yacían derrotados y maltrechos en el infierno.

El polaco alcanzó 40 segundos de ventaja en el llano; Purito trató de organizar la captura. No le hicieron caso. Daban el oro por perdido sus compañeros de fatiga y aguardaban la pelea por la plata y el bronce. En éstas, Van Avermaet y Fuglsang sí creyeron y arrancaron. Se fueron. Alcanzaron a Majka, que iba muerto, y coparon el podio. Purito, quinto: «No está mal en el año de mi retirada. Si llegamos juntos, con las piernas que tenía, medalla segura; pero ha sido una carrera terrible, peligrosa, anárquica, más dura de lo previsto, con muchísimo calor y el asfalto que se pegaba... Pero hemos hecho nuestro trabajo». También el nuevo campeón olímpico, por eso ganó.

Falsa alarma en la zona de la llegada

La meta de la prueba de ciclismo se encontraba en la zona de la playa de Copacabana y horas antes del final se produjo una explosión controlada de un paquete sospechoso en las proximidades. La explosión se llevó a cabo sin que afectara al desarrollo de la carrera.

Efe