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El mundo en una curva

Dovizioso gana en Austria tras un magnífico duelo con Márquez, que intentó un adelantamiento imposible justo antes de meta

Andrea Dovizioso
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Dovizioso gana en Austria tras un magnífico duelo con Márquez, que intentó un adelantamiento imposible justo antes de meta.

«Si no lo hubiera intentado, no me habría ido a la cama tranquilo». Así que Marc probó. Desafió los límites de la física en un palmo de asfalto, un espacio demasiado pequeño para la mayoría, pero suficiente para él. Adrenalina al máximo justo antes de la bandera de cuadros. El rival, sorprendido por la maniobra inesperada y, el público, en pie, gritando y disfrutando al mismo tiempo. Esto es MotoGP y esto es Márquez, una bendición para los aficionados y una bomba de relojería para los miembros de su equipo, que ya tienen el corazón acostumbrado a este tipo de sustos. A él se lo permiten.

«Si soy sincero, lo último en lo que pensé en esa última curva fue en el campeonato», confesaba el número «93» con la sonrisa del niño que sabe que ha hecho una travesura, pero también que sus padres se lo van a perdonar. El segundo puesto significaban 20 puntos para la lucha por el título... Sí, pero haber ganado la carrera en los metros finales hubiera sido una pasada. Y de este tipo de momentos es de lo que se alimenta Marc. De luchas como la de ayer en Austria con Dovizioso, que se mantuvo firme y demostró que sabe apretar los dientes cuando hay que golpear con los puños desnudos. El italiano se ha ganado el respeto de sus compañeros gracias a una trayectoria de altísima regularidad: con pocas caídas, mucho trabajo y seriedad. A los 31 años le ha llegado el momento de optar a un campeonato y va a sacar ese colmillo que algunos pensaban que le faltaba.

No es fácil aguantar un mano a mano con Márquez como el de ayer y, no sólo lo hizo, sino que se impuso con autoridad e inteligencia. Las dos últimas vueltas quedan ya para los grandes momentos de la temporada, por la sucesión de adelantamientos y la respuesta inmediata de uno a los ataques del otro. Nunca se arrugó Dovizioso, que cerraba todas las puertas posibles para adelantar y al mismo tiempo escuchaba el motor de su enemigo. Sintió que aceleraba antes que él en la penúltima curva y se tiró con todo en ella, sólo quedaba una, muy lenta, donde no había espacio para pasar... Para Márquez, sí. Se metió por dentro, al límite, a ver qué pasaba. Dovi sintió que si hacía la trazada normal Marc le tocaría y se quedaría con la ventaja antes de la recta de meta. Así que a 200 pulsaciones y otros tantos kilómetros por hora se detuvo un momento a pensar, paró la moto y dejó que pasara su rival, que se fuera largo mientras él levantaba la mano camino de la meta. El gesto era más de rabia que de otra cosa, una especie de «¿dónde ibas?».

Pasada la bandera no había rencillas, sólo gestos de complicidad entre dos boxeadores que se habían masacrado encima del ring. «Algunos decían que a Andrea le faltaba algo para luchar por el título, pero ahí está. Tiene las mismas victorias que yo, así que está listo para la batalla», reconocía Márquez, que confesó haber disfrutado pilotando a 300 kilómetros por hora y a sólo unos milímetros de su rival. «Incluso llegué a tocar su rueda trasera», confesaba. «¿Me tocaste?», contestaba el italiano con un gesto entre la sorpresa y el susto. Es la gran alternativa a Marc mientras las Yamaha se deciden a reaccionar.