Motociclismo
España se impone a la pataleta de Rossi
Con una magnífica victoria, Lorenzo arrebata a Valentino Rossi el sueño de los diez títulos y alcanza el pentacampeonato. El italiano no acepta la derrota e insiste en la teoría del complot español en su contra
Lorenzo tricampeón en MotoGP al ganar en Cheste en un podio de españoles
Valentino, como le sucedió al Real Madrid hasta el cabezazo de Sergio Ramos, lleva mucho tiempo esperando su Décima, que tampoco llegará este año. Nunca desde 2009 lo había tenido más cerca, pero la deseada corona se le escurrió de las manos cuando ya se intuía el final. Lo que iba a ser su Décima se convirtió en la Quinta de Lorenzo, muy merecida dentro de la pista por mucho que la polémica haya dominado en las últimas semanas. Jorge ha mirado a los ojos a la presión extra generada por el terremoto de Sepang y, si el sábado deslumbró con una «pole» descomunal, ayer se impuso a lo grande: de principio a fin, con el martillo destrozando el cronómetro y sin afectarle lo que sucedía a su espalda: «No he podido ver la pizarra casi en ningún momento, no sabía ni cuántas vueltas quedaban», reconocía. Sólo en los últimos tres giros peligró un poco su conquista, cuando Márquez y Pedrosa se le acercaron peligrosamente.
El neumático delantero empezaba a flaquear y las dos Honda podían destruir sus planes. Aunque ni Valentino ni toda Italia se lo crean, Márquez estaba preparando el asalto final a la victoria, pero primero una bandera amarilla y después la llegada de Dani se lo impidieron: «Me ha pasado Pedrosa y luego yo a él. Hemos perdido un poco de tiempo y luego me ha sido imposible volver a alcanzar a Jorge. Pero lo he dado todo, como siempre», explicaba Marc. Todo mentira para la opinión pública italiana alentada por Valentino, condenado a seguir con nueve títulos y frustrado por haber perdido una oportunidad como quizá nunca tenga.
«Vale» cumplió con lo que el guión tenía previsto para él, pero su problema es que Lorenzo también recitó de carrerilla su papel. La remontada desde el último lugar de la parrilla tuvo de todo. Pirro y Petrucci le facilitaron el paso como se preveía, mientras que Aleix Espargaró fue el hueso más duro de triturar. Rossi gastó la mitad de la prueba en llegar al cuarto puesto, su límite en la teoría y en la realidad. En la primera vuelta adelantó diez posiciones, tres más en la segunda, y alcanzó la quinta en la posición número nueve. Para entonces los tres de cabeza (Lorenzo, Marc y Pedrosa) ya estaban a 7,6 segundos, inalcanzables. En la vuelta 13 se puso por fin cuarto, a 13 segundos de Lorenzo y a 11 de Dani, con lo que su trabajo en la carrera había terminado, ya que su suerte dependía de que las Honda pudieran superar a Lorenzo.
«Il Dottore» se ha empeñado en culpar a Marc de su destino, pero su ritmo siempre fue más bajo que la cabeza, algo que le ha sucedido en muchas ocasiones esta temporada y sí que es una de las causas principales de que se haya quedado sin premio. No ha ganado ninguna de las últimas cinco citas, en las que su regularidad no ha sido suficiente. «Si hubiera sido un poco más rápido y hubiera conseguido más victorias, seguramente hubiera llegado aquí con más ventaja y quizá no hubiera habido ningún lío», lanzaba Lorenzo después de escucharle insistir con la teoría de la conspiración española.
Nunca pudo soñar Valentino con acercarse al podio, así que la segunda parte de la carrera consistió en conocer el orden de los tres del podio. Algo que parecía estar claro hasta los últimos cuatro giros. La rueda delantera de Lorenzo empezó a degradarse y Pedrosa, siempre cuidadoso con las gomas, se acercaba rápidamente. Dani llegó a Marc y la pequeña lucha entre ambos le dio a Jorge el respiro que necesitaba. Una pequeña ventaja, que fue definitiva. Pudo completar en cabeza los 120,1 kilómetros que le separaban de ser el primer español en tener tres títulos de MotoGP. Una gran victoria digan lo que digan en Italia, que es lo contrario a lo que apuntan los números.
Ha ganado siete de las 18 carreras y ha pasado más del 60 por ciento de los 18 grandes premios en cabeza. «Las estadísticas dicen que soy un justo campeón», remataba el 99, orgulloso de haber conseguido superar a pilotos de tres distintas generaciones: Stoner, Rossi y Márquez fueron sus rivales en los años de sus títulos y a pesar del gran nivel supo encontrar un resquicio para engordar su palmarés. Un logro lo suficientemente importante para llorar dentro del casco durante toda la vuelta de honor y estar dispuesto a celebrarla durante los próximos dos meses.
«A ver si el año que viene me toca a mí», le dijo Pedrosa después. «Ojalá», respondió Lorenzo, el tiburón al que Rossi temía y que casi en la orilla ha engullido al pececillo que le hacía la vida imposible.
Jorge Lorenzo: El poder de la mente
«No lee novela histórica, pero los libros de autoayuda los devora», afirmaba su responsable de comunicación en Movistar+. «Es importante saber en la vida un poquito de todo, cada cosa te ayuda a mejorar», añadía ayer el propio Lorenzo tras ganar su tercer título. Jorge, casi desde que era «Giorgio», siente que se ha hecho a sí mismo. Lejos de su madre cuando sus padres se separaron y desde antes de ser mayor de edad vive independizado. «Siempre he sido distinto al resto», admite un piloto al que Rossi siempre define haciendo sonar sus nudillos contra la mesa más cercana. El gesto se refiere a su fortaleza mental, al poder de la mente del nuevo campeón, capaz de repetir la misma vuelta perfecta una y otra vez sin perder la concentración. En 2009 la sofrología le ayudaba a controlar sus emociones en competición. «Es básicamente una meditación a partir del estómago y la respiración», explicaba él mismo. Y su padre, Chicho, el que le hizo la primera moto, en la que se subió con tres años, le recomendó en 2010 practicar el Krav Maga, una técnica de defensa personal utilizada por las fuerzas de seguridad israelíes y estadounidenses.
Preocupado por la forma física, cuida al extremo su alimentación y este año ha presumido de ser el piloto más poderoso físicamente de la parrilla. Estoy más fino que nunca, dijo en pretemporada y su advertencia era cierta. A pesar de tres malas primeras carreras («fueron una pesadilla»), supo reponerse a todos los imprevistos: problemas en el casco en Qatar y Silverstone, y el doble error de San Marino. No obedeció al equipo cuando le mandó entrar a cambiar la moto y la caída posterior al volver a pista. Ha ganado siete carreras, cuatro seguidas justo cuando decidió pensar menos y dejar que su pilotaje fluyera sobre la pista.
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