Finanzas
Adiós a Mario Draghi, el hombre que salvó el euro
Para el recuerdo queda su ya famosa intervención en la que anunció que haría "todo lo que sea necesario para salvar el euro. Y créanme, será suficiente". Se despide del BCE tras ocho años.El italiano ha dirigido la política monetaria de la eurozona durante la peor crisis desde 1929
Para el recuerdo queda su ya famosa intervención en la que anunció que haría "todo lo que sea necesario para salvar el euro. Y créanme, será suficiente". Se despide del BCE tras ocho años. El italiano ha dirigido la política monetaria de la eurozona durante la peor crisis desde 1929.
Como si se tratase de un ritual, entra en el ascensor que sube hasta el quinto piso del edificio del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort. La puerta se abre, gira y tras atravesar una gran entrada de cristal se dirige al podio iluminado del centro de prensa. Junto a él, su jefe de comunicaciones y el vicepresidente. Una vez sentado, y tras esbozar una forzada sonrisa ante las cámaras, lee un comunicado debidamente preparado tras lo que da paso a una ronda de preguntas, limitada como siempre a un máximo de dos por periodista para un total de 50 minutos. Contesta, a veces como quien se muestra contento de poder explicar mejor su mensaje, pero en otras intuyendo la molestia de quien tiene que hablar de algo que en realidad no quiere decir. Mario Draghi ha completado 64 veces este ritual durante sus ocho años de mandato, a las que hay que sumar las doce conferencias de prensa celebradas fuera de la sede del BCE. Hoy, por 77º y última vez, se dirigirá a los periodistas.
El lunes, después de la última reunión del Consejo, entregará simbólicamente su puesto a Christine Lagarde y a finales de este mes desocupará su oficina del piso 40. A punto de concluir su mandato, ¿qué pasa por la mente del hombre de 72 años que dirigió los designios del euro? Sólo él lo sabe.
Draghi nunca fue un hombre que buscara la proximidad con los medios. Para él, sólo fueron el vehículo para transmitir sus mensajes y de ahí que no ocultara su convicción de que el contacto con el público sea algo necesario, aunque no necesariamente una prioridad.Hay muchas razones para ello. Creció en el mundo de la ciencia, el bancario y sobre todo en el de los bancos centrales, lo que le privó de un contacto directo con la población. Con todo, es un hombre que siempre se tomó muy en serio su trabajo, que conoce todos los detalles y que llega a delegar pero sin soltar los hilos o menospreciar su punto de vista.
Y así llegó al BCE en un momento en que la institución encadenaba una nueva crisis, la peor desde el «crack» de 1929, y donde no estaba claro ni por cuánto tiempo seguiría existiendo el euro. Por ello, muchos recordarán a Draghi como el salvador de la moneda única. Durante el verano de 2012, cuando los mercados financieros especulaban contra el euro, el jefe del BCE fue hasta la guarida del lobo y en un discurso pronunciado en Londres aseguró: «El BCE hará todo lo que sea necesario para salvar el euro. Y, créanme, será suficiente».
Consiguió su objetivo: la especulación contra el euro se detuvo casi abruptamente y Draghi hizo realidad todos sus anuncios. Inundó con dinero los mercados, compró bonos y dejó los tipos a cero. El italiano salvó la moneda y disparó la economía de la zona euro. Lenta, pero de forma sostenible. Para algunos fue suficiente pero para la mayoría fue incluso demasiado. No obstante, su promesa tuvo efectos secundarios y con la recuperación llegó asimismo la burbuja en los mercados de valores, en los mercados inmobiliarios, el peligro de las pensiones o las continuas tensiones con el Bundesbank.
Algunos analistas, ven en esta contraparte la deuda de los países del sur de Europa o la inclusión en la eurozona de países como Grecia. Otros aseguran que el BCE tuvo que asumir el papel de bombero porque los jefes de gobierno no pudieron asentar el euro sobre una base que lo hiciera estable e inexpugnable.
Hoy, el BCE es un baluarte político que mira hacia una nueva crisis aunque no se sabe si Draghi tiene la misma opinión que los analistas. Quizá Lagarde nos dé más pistas. Sin tan siquiera haber comenzado el ritual del italiano, la francesa ya ha dejado claro que su comunicación será diferente: más abierta y, sobre todo, más comprensible.
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