Energía
El entierro de la industria minera del carbón
Pedro (nombre ficticio) mide 1,85 metros. Tiene las manos grandes, agrietadas y negras. El cuerpo algo encorvado. Y el rostro triste, además de lleno de hollín. Lleva 25 años trabajando en una cuenca minera ubicada en un pequeño pueblo de Asturias. Y ahora siente angustia, incertidumbre e, incluso, algo de miedo por no saber qué ocurrirá con su futuro, con su vida y con la de los suyos.
Y es que ha llegado la fecha señalada en rojo en el calendario. El año en el que, por una decisión europea, se acabarán las subvenciones del Estado a la industria minera. Así, por mucho que el ministro de Energía, Turismo y Agenda Digital, Álvaro Nadal, haya afirmado que España seguirá teniendo carbón «competitivo» más allá de 2018, Yolanda Moratilla, directora de la Cátedra de Nuevas Tecnologías Energéticas de la Universidad de Comillas, asegura que «no es probable que ninguna mina subterránea pueda superar este punto. La industria carbonera española será enterrada a corto plazo por razones de coste», no sólo porque PP y Ciudadanos sellaran el compromiso de aprobar una Ley de Cambio Climático y Transición Energética para impulsar las energías renovables y reducir el consumo de combustibles fósiles, sino porque, incluso, la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC) ha avalado el cierre del 30% de las centrales de carbón.
La minería del carbón en España está, desde hace unos 20 años, en franco retroceso. En 1986, en nuestro país había más de 200 compañías productoras, 50.000 mineros y la producción rozaba los 40 millones de toneladas. En cambio, actualmente apenas quedan 10 empresas –varias de ellas en concurso de acreedores, 2.000 trabajadores y la producción se ha hundido hasta los tres millones de toneladas.
Negociación
Este año, además, no sólo acaban las ayudas al funcionamiento de las minas, sino que habrá que devolver las recibidas desde 2010, lo que dificultará aún más la supervivencia de las empresas.
En este sentido, Carlos Fernández Álvarez, responsable del informe del carbón de la Agencia Internacional de la Energía, indica que las perspectivas de continuidad sin ayudas, dejando aparte el tema de la devolución que tanto empresas como Gobierno intentarán negociar con Bruselas, dependen de que las minas puedan producir a un coste menor que el del precio del carbón –hay entre tres y cinco millones de toneladas de capacidad de producción competitivos– y de que haya una central eléctrica próxima que pueda consumir ese carbón.
Y mientras Fernández considera que la proximidad de una central resulta clave para la continuidad de las explotaciones, revela que tanto la situación del mercado mayorista de electricidad como las indicaciones que han lanzado las empresas no parecen muy halagüeñas.
«Ninguna mina subterránea de carbón española moderna puede subsistir sin las subvenciones a la explotación». Moratilla explica que los costes de extracción (salariales, energéticos o ligados a la seguridad de los trabajadores y de las explotaciones) hacen inviable un producto que se puede comprar en el mercado internacional por entre 50 y 60 dólares por tonelada, cuando los costes españoles de extracción subterránea pueden oscilar actualmente entre los 80 y los 100 dólares por tonelada.
Sin embargo, los expertos consideran que la utilización de carbón importado para la producción de electricidad continuará, puesto que es bueno para España tener un mix energético diversificado. La experta de la Universidad de Comillas revela que la pérdida de centrales térmicas de carbón sustituidas por otras de ciclo combinado y gas natural incrementaría el precio del Kw hora, ya que el precio del Kwh generado con gas natural es más caro que el producido con carbón.
Asimismo, añade, los precios del carbón resultan más estables y previsibles a largo plazo que los del gas natural, debido a que la producción de carbón se realiza en países que gozan de estabilidad política.
España importa actualmente unos 20 millones de toneladas de carbón por año, con destinos fundamentalmente térmicos y siderúrgicos para la producción de hierro y acero. Lo compramos a muchos países y de características muy variadas, entre los que destacan Colombia, Sudáfrica, Australia, Indonesia o Polonia.
Situación crítica
Aunque desde la Federación Nacional de Empresarios de Minas de Carbón (Carbunión) se muestran relativamente esperanzados en que el recientemente acabado 2017 y el presente ejercicio resulten algo más favorables, al ser «moderadamente optimistas» en el incremento de la producción, hace apenas unos meses advirtieron de que la situación para las empresas mineras productoras era realmente crítica. De hecho, alertaron de la urgencia de poner en marcha soluciones sostenibles para el sector de la minería del carbón en España, ya que en caso contrario, alegaban, tendrían lugar cierres y abandonos «prematuros» y «no ordenados» de la actividad, que a su vez desencadenarían graves consecuencias para el entorno económico y social.
Moratilla, por su parte, destaca que la desaparición de la industria minera en la economía española tendría un impacto importantísimo. Y remarca que la importación de todo tipo de minerales en España (carbón, oligisto, bauxita, piedras ornamentales, etc.) ronda hoy en día los 40.000 millones de euros por año. Es decir, «por no producir minerales en el interior, España se gasta en el exterior casi lo mismo que se ingresa por turismo. Y eso que nuestro país es uno de los que cuenta con más recursos mineros de Europa», apostilla.
En este contexto, desde Carbunión reiteran sus peticiones al Ministerio de Energía y a las empresas eléctricas para dar sostenibilidad al carbón que se produce en las minas de España. Y pese a comprender que actualmente nos encaminamos hacia un modelo energético bajo en emisiones, opinan que el carbón autóctono debe tener un papel destacado en esta transición por «su singularidad como único combustible autóctono, su importancia como moderador de los precios del mercado y su función como apoyo a la garantía y seguridad de suministro».
La evolución que durante el periodo comprendido entre 2011 y 2016 ha tenido la minería del carbón en España no deja lugar a dudas. Y es que de los datos de Carbunión se desprende una drástica disminución de la participación del carbón autóctono en el mix de generación eléctrica, del empleo y del número de empresas que subsisten en el sector. De hecho, en el último lustro analizado la producción y el empleo asociado se han reducido en un 73% y un 65 %, respectivamente, originando que su participación en la generación eléctrica sea inferior a un 2%.
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