Editoriales
La España vacía, ante el espejo nacionalista
La inscripción en el registro de partidos y asociaciones de una plataforma denominada «España vaciada», que aspira a presentar candidaturas propias en las treinta provincias más despobladas y envejecidas, ha hecho saltar las alarmas en los dos grandes formaciones políticas nacionales, el PSOE y el PP, ante el temor de que una mayor fragmentación del voto, magnificada por un sistema electoral en el que opera la ley D´Hondt, perjudique a las opciones mayoritarias. Como no podía ser de otra forma, socialistas y populares han visto en el surgimiento de ese tipo de plataformas una sibilina maniobra del contrario destinada a perjudicarles, si bien, las distintas proyecciones demoscópicas difieren sobre cuál de los dos partidos sería el más perjudicado. El último precedente, «Teruel Existe», permite sugerir, con mucha cautela, que fueron los socialistas quienes más votos perdieron en las últimas generales, con el 7 por ciento, mientras que el PP apenas vio reducido sus apoyos en un punto.
Pero este análisis, simplista a la fuerza, no tiene en cuenta que en la provincia turolense, como en el resto de Aragón, ya tenían presencia varias formaciones nacionalistas y, también, que el escaño que obtuvo la agrupación de electores de Tomás Guitarte fue a costa de Ciudadanos, que se lo había, previamente, arrebatado a los populares. De cualquier forma, en La Moncloa, como hoy publica LA RAZÓN, preocupa ese trasvase de voto, especialmente, en unas regiones donde los populares parecen estar recuperando las posiciones perdidas tras la eclosión de Ciudadanos y la contestación al Gobierno de agricultores y ganaderos es cada vez mayor, añadiendo malestar a unas situaciones de carencia de servicios ya crónicas.
Por supuesto, el fenómeno de la despoblación rural, con todas las secuelas que acarrea ni es nuevo ni afecta exclusivamente a nuestro país ni, tampoco, parece que tenga una solución fácil como pretenden hacernos creer los demagogos de turno, pero, también es cierto que las poblaciones afectadas, que siempre han votado a partidos de ámbito nacional, empiezan a mirarse en el espejo nacionalista y regionalista, y en la fuerza negociadora que despliegan esas formaciones cuando se trata de conseguir mayores partidas presupuestarias de los gobiernos centrales.
La tentación de que con cinco o seis escaños en la Cámara se puede obtener más recursos que mediante la representación de los partidos nacionales es grande, más, si se mantiene la actual fragmentación política. Pero esa eclosión localista, sin embargo, puede derivar en una cacofonía que, a la larga, perjudique a todos, comprometa la estabilidad y no consiga lo que demanda la España despoblada, que es un reparto más equitativo de los fondos presupuestarios, que tenga en cuenta el coste real de los servicios públicos que hay que prestar.
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