Crítica de cine

«El muerto y ser feliz»: Carretera y manta

La Razón
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Dirección: Javier Rebollo. Guión: J. Rebollo, L. Mayo y S. Roselli. Intérpretes: José Sacristán, Roxana Blanco. España-Argentina, 2012. Duración: 94 min. Road movie.

Cierto cine contemporáneo está reivindicando el valor de la voz en «off» como nueva capa de la imagen, manto verbal que describe, contradice o reinventa lo que vemos en pantalla a la vez que le añade un plus de opacidad. Es una manera sofisticada de evocar a los comentaristas del cine primitivo, o un modo literario de incrustar el texto en la banda de sonido. Son las películas que Michel Chion llama «films-bardo», que se cuentan a sí mismas para romperse en pedazos y empezar desde cero.

En «El muerto y ser feliz», Rebollo radicaliza el uso de la voz en «off» siendo él quien la lee, e invitando a su cómplice y coguionista Lola Mayo a que lo acompañe mientras un icónico asesino a sueldo, enfermo terminal para más señas, recorre media Argentina con una mujer desubicada en el asiento de copiloto. Con la complicidad de un entregado José Sacristán, Rebollo juega a malabares con los géneros, se divierte componiendo sus lúdicas polifonías, y casi siempre se desvía porque le importa más vivir el proceso que llegar a la meta. Si él lee, es que la película, sí, es también un diario íntimo. Y así, viajando del tono confesional al metatexto cocido en la humilde resistencia, deglutimos este cuento deseando que fuera más accesible de lo que es, pero celebrando que aún haya cineastas en España que sigan siendo auténticos exploradores.