Elecciones generales
28-A: Las urnas se juegan en la fragmentación de la derecha
Los partidos pugnan en la campaña más volátil e incierta de la democracia por el 40% de indecisos. Hay batalla en todos los frentes territoriales y segmentos de población.
Los partidos pugnan en la campaña más volátil e incierta de la democracia por el 40% de indecisos. Hay batalla en todos los frentes territoriales y segmentos de población.
Los partidos se enfrentan a la campaña más volátil de los últimos años. Un 40 por ciento de indecisos es una cifra «inaudita», según señalan los expertos demoscópicos, que descoloca las estrategias y ciega a los partidos en el desarrollo de sus ofensivas electorales. Ya no hay marcha atrás en la línea fijada por los principales actores y en el mensaje que se traslada desde los dos bloques, el de izquierdas y el del centro derecha. Pero la campaña se va a decidir sobre todo en cómo funciona el voto útil entre los partidos de la derecha. Ésta es la principal incógnita.
La sentencia la darán las urnas, pero hasta ahora las encuestas dicen que el voto útil de la izquierda sí se ha activado en favor del PSOE, con Podemos cada vez como opción menos atractiva, mientras que la fragmentación de la derecha apenas se ha movido. La percepción de que las tres fuerzas, PP, Ciudadanos y Vox, sumarán después de las elecciones parece que hasta ahora ha pesado más que las advertencias del PP sobre que la división es una amenaza seria para conseguir «echar» a Pedro Sánchez de La Moncloa.
El PSOE sabe que esa fragmentación es una de sus ventajas, así como la agitación del miedo a la «extrema derecha», y por eso ha planificado una campaña en la que ningunea al líder de la oposición actual, al candidato popular, y da aires al partido de Santiago Abascal. Esto se parece mucho a la foto fija, y antigua, que dejó el sondeo preelectoral del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que ha marcado el arranque oficial de la campaña electoral.
En la línea de salida el camino parece más fácil para el PSOE que para el PP. Y su campaña es la mejor estructurada. Están haciendo «una campaña buena para sus intereses», según reconocen los expertos sociológicos. Si bien todo está tan abierto que el terreno es inseguro para todos los «jugadores» del partido. La suma de la derecha no está hecha y cada vez parece más difícil que se consolide, pero incluso de confirmarse esta hipótesis, que la derecha no alcanza una mayoría de gobierno, esto tampoco garantiza que Sánchez pueda seguir en La Moncloa. El cruce de sumas abre en teoría varios márgenes a Sánchez, pero que cuajen alianzas viables es tan difícil que no se puede descartar ni siquiera un escenario de repetición electoral. Aunque también es cierto que esa repetición no beneficiaría al PSOE, porque ahí sí que se unificaría el voto de derechas, y, por tanto, cabe esperar que el candidato socialista haga lo imposible, hasta buscar la reedición del «Gobierno Frankestein», para seguir en Moncloa.
La radiografía electoral con la que trabajan los partidos coincide en dar por segura la victoria socialista. Pero con correcciones oscilantes y que por pequeñas que puedan ser, también son determinantes en el resultado final. Por ejemplo, el crecimiento del número de indecisos entre el voto declarado a Vox, una tendencia que recogen los últimos trackings. Si se hubiera mantenido el crecimiento exponencial inicial del partido de Abascal, en estos momentos debería moverse alrededor del 15-16 por ciento en intención de voto.
En este marco tan abierto, los partidos saben que es más importante que nunca no cometer errores. Y en el caso del PSOE y del PP, acertar en las estrategias de captación del voto útil. Los socialistas insistirán en dar protagonismo a Abascal y en alimentar los extremos, técnica que incluso desde el centro derecha admiten que le ha funcionado bien a Sánchez. Tanto como para que se reconozca que la exhumación de Franco y la foto de Colón favorecieron más a la izquierda. Por sorprendente que pueda parecer, entre los expertos demoscópicos hay hoy una tendencia que empieza a apuntar que Cataluña y el mensaje muy duro sobre el tema independentista han acabado favoreciendo más al PSOE que al bloque de la derecha, inmerso en su competición por ver quién hace la propuesta o plantea la solución más dura.
La batalla se va a librar en todos los frentes, en grandes ciudades y en provincias pequeñas bajo dos mensajes claros. El candidato socialista plantea que se trata de elegir entre él y la extrema derecha. Las posibilidades de Casado dependen de su eficacia a la hora de conseguir que cale la idea de que la elección es entre él o Sánchez. Para ello sus estrategas señalan que les convienen mensajes claros, y hay división entre quienes defienden el tono bronco y quienes creen que les viene mejor una posición más moderada. En la revisión de última hora ha cogido fuerza la idea de que deben dar más aire al discurso económico, en términos de que lo que hay en juego es «Zapatero-Sámchez-crisis económica frente al valor seguro en empleo, pensiones y crecimiento que ofrece el PP». Pero éste no es en absoluto en eje que está marcando hasta ahora la campaña. Arrancó anoche con Albert Rivera perdido en su estrategia, Mientras que Vox juega con más acierto la baza más cómoda que tiene a su alcance, que es la de exponerse lo menos posible. Tienen un claro déficit de equipo, programa o experiencia, y han comprobado que cuanto más «salen», mayor es el riesgo de equivocarse. Por eso en clave demoscópica se considera acertado que intenten no desviarse en toda la campaña del clímax «más emocional». Cuanta más razón, menos emoción, y eso saben que les perjudica.
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