PP
Casado blinda la «paz» con sus barones hasta el 26-M
Seis meses después de la sucesión, el PP tiene un difícil reto, pero las «facciones» están neutralizadas
Seis meses después de la sucesión, el PP tiene un difícil reto, pero las «facciones» están neutralizadas.
Todos los procesos de designación de candidatos para unas elecciones generan tensiones y problemas internos y en Génova han tenido que gestionarlos a meses de un congreso traumático porque fue la primera vez que el PP se enfrentó a un proceso abierto para la elección de su «número uno». El retraso en las listas agravó los nervios, y más cuando en el partido temen el examen electoral de mayo. Pero una vez que ya están cerradas todas las candidaturas, el balance deja algún error por parte de Génova, que ellos reconocen, como la designación de la atleta Ruth Beitia por Cantabria, responsabilidad a la que ella renunció la pasada semana porque no estaba políticamente preparada para ese puesto y no pudo con la presión de la dirección del PP regional.
La etapa de Mariano Rajoy dejó un partido dividido por las luchas entre la ex secretaria general María Dolores de Cospedal y la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, desgastado territorialmente y sin «banquillo». Génova ha tenido que intervenir con pies de plomo en los conflictos acumulados en algunas organizaciones regionales como la valenciana, y en el ámbito provincial. En Madrid ha tenido que cubrir por descarte las candidaturas a la Comunidad y al Ayuntamiento después de que fallaran las alternativas previas intentadas. Pero Pablo Casado ha conseguido garantizarse la «paz» con los barones para afrontar los próximos procesos electorales aunque siga abierto el debate estratégico.
Y esto es un requisito básico para que la dirección popular pueda enfrentarse con posibilidades a las complicadas elecciones de mayo, en las que toda su fuerza irá dirigida a recuperar poder territorial tejiendo acuerdos y repartiéndose gobiernos con Ciudadanos. Al menos, el PP jugará sus cartas en ese sentido, y pese a que saben que el partido de Albert Rivera intentará repartir acuerdos a derecha y a izquierda, con el PSOE, en Génova están convencidos de que por esta vía del «reparto de cromos» con los de Rivera saldrán de las elecciones de mayo con más gobiernos que los que consiguieron tras las elecciones de 2015. Un ejemplo es Madrid, donde la «quiniela» del PP marca el Ayuntamiento para Ciudadanos y el Gobierno regional para ellos. Ahora tienen que repartirse votos a tres, también con Vox además de con Ciudadanos, pero tras los comicios de 2015 no tuvieron a su alcance ningún posible aliado y la alianza en el bloque de izquierdas, entre PSOE y Podemos, los llamados «gobiernos del cambio» hicieron de muro contra el que chocaron en todos aquellos sitios en los que no alcanzaron la mayoría absoluta. La situación ha dado un giro de 180 grados y aunque pueda parecer paradójico aunque hay riesgo de seguir perdiendo voto, hay confianza en alcanzar más poder porque no entra en sus planes que la caída afecte a su liderazgo del centro-derecha.
Para entender la situación interna del PP pueden tomarse como referencia los mensajes que dejó Casado el día que ganó las primarias de su partido. «Si yo gano, nadie pierde y no preguntéis a quién ha votado nadie». Casado ha validado, por ejemplo, la designación como candidatas a las Alcaldías de Cáceres, Santander, Logroño o al Principado de Asturias a dirigentes que aparecían en el vídeo «Yo, con Soraya», de apoyo a su candidatura a relevar a Rajoy. Lo mismo ha sucedido con Juan Manuel Moreno, nuevo presidente de la Junta de Andalucía o con Alfonso Fernández Mañueco, candidato a la Presidencia de la Junta de Castilla y León, que apoyaron claramente a la ex vicepresidenta.
Además, el grueso de dirigentes con poder orgánico que apoyaron a Sáenz de Santamaría en las primarias está perfectamente integrado en la estructura del partido, «los que así han querido», precisan en Génova. Quiso integrarse el equipo de María Dolores de Cospedal, ex secretaria general, y ella misma se coló en el nuevo Comité Ejecutivo del PP, hasta que tuvo que abandonar la política forzada por las informaciones sobre su relación con el ex comisario José Villarejo. La ruptura de la actual cúpula popular con el «sorayismo» es una evidencia, pero el «sorayismo» desapareció en cuanto se confirmó la derrota de la ex vicepresidenta ya que éstas no tenían fuerza orgánica más allá de sus colaboradores más cercanos. Siete meses después del convulso congreso que eligió presidente a Casado, no queda ni rastro de la división que se produjo entonces. Puede decirse que ya no hay familias, aunque sí debate sobre la estrategia electoral frente a Vox y Ciudadanos.
Tras ganar las primarias Casado también prometió: «Todos los candidatos estarán nombrados cuanto antes, y respetaré lo que digan las organizaciones territoriales». Salvo en Cantabria, no ha habido problemas que se salgan de los incidentes inherentes a estos procesos de elaboración de candidaturas. En Baleares, la salida de José Ramón Bauza estaba más que amortizada en clave interna. Y el caso de Andalucía ha sido paradigmático. Sin ser el candidato de los «pablistas», el presidente del PP y el secretario general se volcaron en la campaña andaluza como nunca antes se había hecho desde la dirección nacional. Tras los resultados, cuando no estaba nada claro lo que podría pasar, Teodoro García Egea se enfundó un traje de faena y se remangó en una larga sucesión de reuniones y negociaciones para conseguir un dificilísimo pacto, primero con Ciudadanos y luego con Vox. Esto ha dado tranquilidad a todos los «barones» regionales.
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