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Casado prefiere gobernar en solitario para que Cs «no le ate» como a Rajoy

El PP revisa su estrategia y endurece el cuerpo a cuerpo con la formación naranja.

El líder del PP, Pablo Casado, visitó ayer el puesto de vigilancia de la Policía portuaria en Melilla
El líder del PP, Pablo Casado, visitó ayer el puesto de vigilancia de la Policía portuaria en Melillalarazon

El PP revisa su estrategia y endurece el cuerpo a cuerpo con la formación naranja.

El líder del PP, Pablo Casado, le devolvió ayer el guante que le había lanzado Albert Rivera con su oferta de coalición. Pero más que una mano tendida la respuesta sonó a desplante, a ninguneo. La oferta «llega tarde», y la atendió con la generosidad por su parte de ofrecerle la cartera de Exteriores. Prometer coaliciones, repartirse cargos es un hablar por hablar porque serán los resultados electorales los que decidan la fuerza de cada partido a la hora de plantear sus exigencias y condiciones en la obligada negociación postelectoral. Que posiblemente ni siquiera podrá avanzar de manera determinante hasta que no pase el examen autonómico y municipal y todos los partidos comprueben cómo queda el mapa de colores en su conjunto, aunque antes tengan que retratarse en la negociación sobre la Mesa y la Presidencia del nuevo Congreso. Ahora, fuera del guión oficial, todas las partes admiten que «todo» son declaraciones de intenciones puramente estratégicas para intentar influir en el reparto de votos dentro del espectro del centro derecha.

Casado es consciente de que su pelea está en conseguir mayoría con Cs y Vox, con el PP como partido más votado. Y que un Gobierno presidido por él, de sumar, y no sumar el PSOE y Cs, dependerá de cuánta ventaja saque a la formación naranja y cómo quede el reparto de equlibrios. De partida, y así lo explica en privado, su apuesta teórica va más en la dirección de intentar un Gobierno en solitario, con apoyos externos, pero «sin atarse» como hizo Mariano Rajoy en su acuerdo de investidura con Albert Rivera. Comentan en su entorno que su propuesta será un plan de choque para sus cien primeros días, duro y ambicioso en lo fiscal, en relación a Cataluña y en reformas estructurales que ante esta fragmentación no tienen posibilidad de salir adelante sin acuerdos mayoritarios. Ésta es la realidad actual, pero Casado se mira en el modelo de José María Aznar cuando llegó a La Moncloa en el 96. El líder popular descarta, además, que Vox quiera entrar en el gobierno. Y cree que su baza debe ser el compromiso con reformas que «pueden quemarle», y que son justo aquellas que en voz baja en la nueva dirección popular reprochan a Rajoy que no llegara nunca a poner en marcha ni siquiera con su mayoría absoluta.

En Génova casi brindaban ayer al calor de la oferta de coalición formulada la noche anterior por Rivera. A su juicio, es un «grave error» para la estrategia individual de la formación naranja, pero también puede ser una oportunidad para las siglas populares. Creen que servirá para «afianzar más la idea de que sólo Casado tiene posibilidades de ser presidente por el centro derecha y de que sólo votando a Casado se puede conseguir que Sánchez no sea presidente».

La principal obsesión de la dirección nacional del PP es conseguir que esta idea cale en el electorado de centro derecha y con este mensaje el candidato nacional prevé recorrer en 15 semanas las 52 provincias, más las ciudades autónomas y las islas. La agenda incluye también de manera destacada a Cataluña, en una estrategia que reserva para la recta final de la campaña los puntos claves para los intereses populares de esta batalla por el voto. En esta etapa política en la que siguen saltando por los aires todas las reglas no escritas que han regido hasta ahora las pugnas electorales, en el PP manejan con sentimientos contradictorios un escenario en el que aunque ellos no crezcan, también pasa apuros quien ha sido en los últimos comicios su principal adversario. Si Rivera cayera demasiado, esto dañaría la suma de las derechas.

El criterio dentro del PP, el más técnico y menos contaminado por los intereses políticos, sostiene que el movimiento de Rivera de anticipar una coalición se debe a que está perdiendo votos «en todas las direcciones». Hacia Vox, mucho menos al PP. Y al haberse alejado del PSOE, también se le escapan votantes que tenían más a la izquierda.

Los tiempos de fuerte bipolarización son complicados para las formaciones transversales y Rivera sufre en este esquema que el PSOE cree que le viene a favor. Pero paga, además, las consecuencias de acumular desde diciembre de 2015 una mochila que incluye el pacto con Pedro Sánchez, aunque ese acuerdo no prosperara; el pacto con los socialistas en comunidades y ayuntamientos; el pacto de investidura de Rajoy; y tantos otros con el PP, a su manera, a nivel territorial. Además del acuerdo que incluye a Vox en Andalucía. El PP ve donde morder y parece decidido a jugársela en un duro cuerpo a cuerpo con Rivera.