Casa Real
De rosa, naturalmente
Me produce una extraña sensación aconsejar a la Princesa de Asturias sobre el modelo que lucirá en la próxima coronación del Príncipe de Asturias como Rey de España. Creo que en un día tan importante históricamente como el de hoy, y máxime en el frío análisis de los acontecimientos históricos, entra mi nostalgia como español que vivió con increíble felicidad el espíritu del tiempo que supo fraguar la Transición. Me da un poco de miedo que hoy mismo ya haya personas respetables y responsables que estén planteando un referéndum sobre la monarquía, incluso antes de darle la elegante tregua de los cien primeros días de su reinado a Felipe VI, como si de la noche a la mañana, la mera proclamación de la III República arreglase todos nuestros problemas cotidianos
Dejemos que el Príncipe sea Rey y que las elecciones autonómicas y nacionales hagan responsables de sus aciertos y de sus errores a quienes los hayan cometido, y aunque estuvo mal lo del Rey cazando elefantes, que nadie caiga en la bochornosa conclusión de que ahí radica ni el principio ni el final de todos nuestros males. Dicho esto como condición necesaria para recuperar el aliento, voy a intentar adivinar ese vestido con el que la Princesa de Asturias pasará, una vez más, a la historia.
Por una extraña asociación de ideas, la primera imagen que me ha venido a la cabeza, ha sido la de la Reina Sofía, asistiendo, en ese mismo papel, a la coronación de su marido como Rey de España hace ahora casi cuarenta años. Aquel vestido largo, rosa, de mangas campana y bajo campana, de aire un poco medieval –repárese en el enorme parecido de su silueta con la del vestido de novia de Doña Letizia–, me parece cada día que pasa más elegante. No sé si porque guardaba una exquisita relación cromática con el uniforme caqui de Capitán General del Ejercito de Tierra que llevaba su marido, y con él, muchos de los militares que asistían desde primera fila a aquella coronación. Por combinar, hasta combinaba con la capa del Cardenal Primado de España, también en primera fila y algún flash de la alfombra extendida para la ocasión. El vestido podía ser, perfectamente, de Elio Berhanyer, porque su aire medieval no impedía su modernidad, trazada sobre una exquisita austeridad. Si aconsejo a la Princesa de Asturias ese modelo es sencillamente porque, como ella ha dicho más de una vez, su mejor maestra de ceremonias ha sido siempre la Reina. De rosa porque será verano, previsiblemente junio, de rosa porque es un color sanguíneo, cerca del corazón, pero al mismo tiempo matizado por la pureza del blanco, y de rosa porque, si se cumplen todas las previsiones del cuento de hadas, ese día ella será Reina de España, ocasión, que como sugeriría el título de un vals de Strauss, merecería llamarse «días de vino y rosas». Hay una leyenda que proclama el rosa como el color de la felicidad. Si así fuese podríamos preguntarnos con una amable sonrisa de complicidad con ella: ¿Habrá algún día en toda su vida en el que la Princesa de Asturias pueda ser más feliz?
*Sociólogo, periodista y crítico de moda
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