Campaña electoral
El bipartidismo crece a costa de los «nuevos»
La «burbuja» de partidos como Podemos y Ciudadanos se hinchó desde las europeas de 2014 hasta las generales del 20-D. A partir de ahí, los ciudadanos recuperaron la confianza en el binomio constitucionalista PP-PSOE.
La «burbuja» de partidos como Podemos y Ciudadanos se hinchó desde las europeas de 2014 hasta las generales del 20-D. A partir de ahí, los ciudadanos recuperaron la confianza en el binomio constitucionalista PP-PSOE.
El 26-J supuso un punto de inflexión en la política española. Por primera vez desde 2014 el bipartidismo rompía su tendencia a la baja y crecía, con lo que se ponía fin a un peligroso proceso de populismo. El resultado de las elecciones generales de junio de 2016 supuso un incremento del voto al binomio constitucionalista PP-PSOE, de 4,9 puntos porcentuales, pasando del 50,7% al 55,6%. Los populares ganaron 4,3 puntos porcentuales y los socialistas 0,6 puntos. Mientras que las dos formaciones «alternativas», Podemos (de extrema izquierda) y Ciudadanos (de centro derecha), retrocedían. El conglomerado Podemos perdía 3,2 puntos, al bajar del 24,4% el 20-D de 2015 al 21,2% el 26-J. Esto suponía una pérdida del 13,1% de su porcentaje de voto. Mientras que los liberales de Ciudadanos veían reducir su voto del 13,9% al 13,11%, lo que representaba una pérdida del 11,1% de su porcentaje de voto.
Debemos dividir el proceso de acoso al bipartidismo que hemos vivido en los últimos cinco años en tres fases. La primera, la más breve y naif, surge desde dos frentes: por un lado, Ciudadanos en enero de 2011 presenta ante la opinión pública su decálogo contra la corrupción, segundo problema que más preocupa a los españoles tras el paro en un intento de atraer voto popular descontento, y por otro lado, la semilla de Podemos, la izquierda radical con el movimiento 15-M en 2011 a tan solo seis meses de las elecciones generales del 20-N del mismo año y que si bien debilitó al PSOE, no pudo evitar la mayoría absoluta del Mariano Rajoy. Si el parlamento elegido en 2008 ya no les representaba, el constituido en 2011, mucho menos.
Entre 2012 y 2013 asistimos a una segunda fase, caracterizada por el intento de la izquierda radical de «ganar» en la calle lo que no ha conseguido en las urnas. Aprovechando que no contaban con representantes en el Congreso, deciden situar a éste en el blanco de sus protestas, y asistimos a actos violentos con las jornadas de «Ocupa el Congreso», «Rodea el Congreso», «Asedia el Congreso» o incluso la propia Corona: «Jaque al Rey». Pero esta estrategia de kale borroka apenas reúne a escasos millares de manifestantes. No hay toma de La Bastilla. Estos hechos ponen en evidencia la falta de apoyo social. Su intento de desarrollar una estrategia de la tensión y violencia en la calle fracasa. El Estado y sus instituciones, y la Constitución se mantienen en pie.
La tercera fase comienza en 2014. Tanto Ciudadanos como Podemos preparan su debut para las elecciones al Parlamento Europeo, las primeras en las que concurrirán los morados y las primeras de ámbito nacional para los naranjas. El 17 de enero se presentaba en público el nuevo partido político Podemos y el 2 de febrero el Consejo General de C’s aprobaba la participación de los de Rivera en las elecciones europeas de mayo de 2014. Aunque Ciudadanos ya había nacido en 2006 y concurrido en Cataluña en las elecciones autonómicas, era su primera contienda electoral nacional. Los de Iglesias consiguieron el 8% de los votos válidos y C’s, el 3,16%. Pero quedaron por detrás de los partidos que luego eclipsarían en las elecciones de 2015: Izquierda Unida y UPyD.
Aquí se inicia el ascenso de Podemos y Ciudadanos, que se mantendrá durante año y medio, constatándose a raíz de las elecciones autonómicas de 2015 que serán imprescindibles para las nuevas mayorías regionales y consiguiendo finalmente sus mejores resultados en las elecciones generales del 20-D.
Los daños causados por la crisis económica en el tejido social español han permitido que opciones populistas dejen en evidencia al partido político que debió aglutinar el descontento social tras el 20-N de 2011. Y si a esta falta de reflejos e imaginación del PSOE unimos que a raíz de los resultados de las elecciones de mayo de 2015 Ferraz autorizó pactos locales y autonómicos con Podemos, estaba lanzando un peligroso mensaje para que los votantes vieran a los populistas como una opción respetable, «bendecida» por el PSOE y, por lo tanto, «votable» por el electorado desde el centro izquierda a la izquierda. La imagen siempre ha sido muy importante para Podemos y en sus documentos de 2014 encontramos frases como la siguiente: «La presencia de una serie de personalidades con proyección mediática como cara pública del proyecto», lo que permite que Podemos alcance su techo electoral en las elecciones generales del 20-D, así como C’s. Pero a partir de esa fecha comenzarán ambos su declive, mientras que PP y PSOE se fortalecen. Por lo que en las elecciones de diciembre de 2015 finaliza la fase expansiva de los partidos que debilitaron al bipartidismo.
Las elecciones del 26-J dieron oxígeno al bipartidismo tras año y medio de malos resultados electorales. En el último semestre de 2016 la tendencia se confirma, la suma de los dos partidos principales seguía creciendo en la encuesta de diciembre de NC Report para LA RAZÓN. Juntos alcanzaban el 56,2%, 0,6 puntos más que en las elecciones de junio, incluso considerando la crisis interna del PSOE. En cambio, C’s retrocedía 1,5 puntos y Podemos se mantenía estancado.
Los riesgos que suponen para la estabilidad política y para el desarrollo económico y social las formaciones radicales, o el fraccionamiento del voto y la consiguiente inflación de partidos, han sido determinantes para que la ciudadanía comience a confiar de nuevo en la alternancia política PP-PSOE.
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