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El Gobierno, sobre Mas: «Acabará como Salmond, pero sin referéndum»
El Ejecutivo, abierto al diálogo, pero no desde la postura de máximos de Mas.
Con la confianza en el presidente de la Generalitat, Artur Mas, absolutamente quebrada, en Moncloa son muy escépticos sobre la posibilidad de llegar a algún tipo de entendimiento en el futuro con él, incluso más allá del 9 de noviembre. Cuando desde el lado nacionalista se está echando un pulso a la legalidad vigente, el Gobierno entiende que ahora es el momento de la Ley, sin que se vea margen para abrir ningún tipo de negociación en tanto se mantenga sobre la mesa el órdago de celebrar un referéndum ilegal. El mensaje del Gobierno, como ayer volvió a insistir en esa vía Rajoy, mantendrá siempre la invitación al diálogo, y, de hecho, en Moncloa admiten que será necesario hablar y negociar, pero también explican oficiosamente que hoy no hay espacio para negociar nada desde la postura de máximos en la que se ha situado Artur Mas.
El diálogo como mantra obligado, aunque fuera de micrófono sean mayoritarias las voces del Gobierno que incluso creen que no hay diálogo posible mientras el interlocutor siga siendo el actual líder de CiU. «Tarde o temprano Mas acabará como Salmond, pero sin referéndum de autodeterminación», sostenía el pasado viernes, categórico, un ministro. Aludía al líder independentista escocés que dimitió después de perder el referéndum que en septiembre se celebró en el Reino Unido.
El presidente de la Generalitat está sorprendiendo a muchos dentro del Ejecutivo. En el PP catalán siempre creyeron que no iba de farol y que estaba dispuesto a tensar la cuerda al máximo porque «su hoja de ruta no termina el 9-N y, en ningún caso, se apartará ya del camino independentista». Pero en el entorno de Rajoy sí que había quienes esperaban que Mas no llegara tan lejos como para colocar un pie en el marco de la ilegalidad. Muy lejos quedan ya los intentos por parte de Rajoy, de manera directa o por mediación de terceros, de reconducir la situación, ofreciendo a Mas distintas salidas dentro del marco legal y sin hacer volar por los aires el actual Estado autonómico. Pero se ha llegado a un punto en el que el presidente del Gobierno considera que el dirigente convergente no quiere hablar de nada distinto a la independencia, ni de financiación ni mucho menos de reforma constitucional. Esto explica su decisión de moverse lo menos posible, ganar tiempo y reforzar el acuerdo con el PSOE. El presidente del Gobierno sigue creyendo que hoy la propuesta de reforma constitucional de los socialistas no es una solución para el problema catalán. «Artur Mas y ERC no quieren oír hablar de un Estado federal. Nunca han querido un Estado federal los nacionalistas, ni los catalanes ni los vascos. Quieren avanzar por el modelo confederal porque eso supondría reconocerles así de manera implícita la independencia», explica uno de los asesores del presidente en relación a la situación catalana.
A medio plazo la estrategia de Rajoy va a ser muy parecida a la que ha venido utilizando a lo largo de esta legislatura para gestionar los principales problemas a los que se ha enfrentado. Quedarse en la retaguardia, apurar el calendario, reunir todos los elementos de juicio posibles, y esperar a que su adversario dé un paso en falso. Sólo que este problema tiene un componente político y social que obliga a jugar una doble partida. En ese terreno político, Rajoy huirá de decisiones impulsivas y de discursos excesivos. No entrará en una escalada verbal con Mas ni en un cuerpo a cuerpo frente a las «barbaridades discursivas» de los dirigentes nacionalistas. La moderación, frente al exceso; la templanza, frente a la irracionalidad y la irresponsabilidad, sentencian en Moncloa. Ahora bien, dejando al mismo tiempo muy claro a Mas que no permitirá que se vulnere la Ley. Todo cambiaría radicalmente desde el momento en el que el presidente de la Generalitat dijese que renuncia a la consulta independentista y que está dispuesto a negociar una salida dentro del marco legal. Pero en Moncloa son muy pesimistas sobre esta opción. Están seguros de que no habrá consulta, pero también creen que Mas no se parará ahí, sino que seguirá envolviéndose en sus «mentiras» sobre la nación catalana para huir de sus problemas personales y esconder la quiebra de la Generalitat. La mirada se dirige hacia las próximas elecciones autonómicas, como posible punto de inflexión si CiU se da el batacazo que pronostican los sondeos. «Mas está intentando blindarse con una lista independentista, para, desde un Parlamento con mayoría independentista, exigir al Gobierno central negociar bajo la amenaza de una declaración unilateral», reflexiona un alto cargo del PP. A partir de ahí, en el Gobierno consideran que las próximas elecciones autonómicas serán decisivas para el futuro de Cataluña. Y, entretanto, la receta es cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes. «No hay alternativa», sentencian en Moncloa.
Rajoy: «Por encima de la ley no hay nadie»
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy reiteró ayer su mensaje de unidad, democracia y cohesión frente al desafío soberanista del presidente de la Generalitat empeñado en tensar la cuerda de la ilegalidad. «En España, por encima de la ley no hay nadie: primero la ley y luego lo demás», aseguró en la clausura de la 21 interparlamentaria celebrada durante tres días en Guadalajara. Reafirmó su compromiso y el de su partido con la constitución a la que definió como «una de las operaciones más importantes que se ha hecho en Europa». Ensalzó su valor como garante de unidad y prosperidad y recalcó que, aunque «algunos» hablan de Escocia, allí no hay «ni la mitad de la mitad de la autonomía» que hay en España.
El jefe del Ejecutivo advirtió a Mas de que «un gobernante no puede hacer lo que quiera» y reivindicó el valor del diálogo. «La política es entre otras cosas el arte del diálogo, lo contrario de la imposición, del monólogo y de los hechos consumados que es lo que está pasando aquí», dijo. Porque, según recordó, Mas, «anunció referéndum, con la fecha y la pregunta sin hablarlo y pretende ahora que se le dé lo que no pueden y quieren hacer: “viabilidad legal”».
Volvió a insistir como ya hizo el pasado lunes cuando leyó su discurso institucional ante el desafio soberanista, que la Carta Magna se puede modificar, pero «con el acuerdo de todos, no porque lo diga nadie en concreto, porque eso es la democracia». Se pueden «cambiar» pero no «violar», insistió. Defendió la ley, porque sin ella «no hay democracia porque la ley es la regla de juego, convivencia y los derechos fundamentales de la gente». Dijo que a Mas no le ha cogido nada por sorpresa porque «sabía» lo que iba a pasar y aún así siguió adelante con su plan soberanista.
En alusión al PSOE y a su secretario general dijo que «no es un momento de eslóganes ni de sacar conejos de la chistera» sino «un momento de actuar con prudencia». Destacó que momentos de dificultad «no son buenas las ocurrencias» sino que es mejor mantener «la serenidad y la calma». Y advirtió a Sánchez de que si cree que «todo se arregla» reformando «unos cuantos artículos de la Carta Magna», que diga «qué quiere hacer». «Creo que puedo pedir a nuestros adversarios políticos mucha responsabilidad, que en algunos temas la están teniendo, pero en otros la estamos esperando».
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