Mariano Rajoy
Espinosa de los Monteros ha tomado el control absoluto de Vox
Miembros de la dirección aseguran que «ha dejado en un segundo plano» a Abascal. Estas voces creen que actúa «como un caudillo» y le bautizan junto a su mujer, Rocío Monasterio, como una «pareja de guillotina».
Miembros de la dirección aseguran que «ha dejado en un segundo plano» a Abascal. Estas voces creen que actúa «como un caudillo» y le bautizan junto a su mujer, Rocío Monasterio, como una «pareja de guillotina».
A él se le atribuye la famosa frase de «la derechita cobarde», en alusión al PP. Dicen que ha heredado de su padre, Carlos Espinosa de los Monteros –IV Marqués de Valtierra, título creado por el Rey Alfonso XIII– su carácter altivo, orgulloso, distante y a veces antipático. «Era un borde», dicen antiguos compañeros de Icade dónde cursó sus estudios de Económicas y Empresariales, bajo la batuta de los jesuitas. Lo cierto es que ahora, Iván, es un «halcón» de la política y ha tomado el mando absoluto de Vox. Los diputados de su grupo parlamentario le temen y los miembros de la dirección de Vox susurran en silencio sus maniobras. «Ha eclipsado a Santi», afirma uno de los intelectuales que estuvo en los aledaños del partido derechista, en relación al actual papel a la sombra de su fundador, Santiago Abascal. Nadie sabe si por dejación del propio Abascal, o por el látigo fustigador de Espinosa de los Monteros, todos coinciden en llamarle «Iván el terrible». Un poderoso jefe que, como el zar de todas las Rusias, no deja títere con cabeza a quien se le ponga por delante.
Hijo de una familia aristocrática y acomodada, Iván Espinosa de los Monteros fue siempre un ojito derecho de sus padres: Carlos, empresario vip por excelencia, consejero de grandes empresas del IBEX y comisario de la Marca España, le introdujo en los círculos económicos. Su madre, María Eugenia de Simón, en los sectores del arte, en especial la pintura. Pero fue su padre quien forjó sus alianzas políticas y personales a través de la Fundación Denaes y colectivos cubanos en Madrid. Por la primera, emblemática en la defensa de España, conoció a Santiago Abascal. Y por los segundos, a su esposa, la arquitecta Rocío Monasterio, descendiente de una dinastía de exiliados cubanos tras la caída del régimen de Batista. Su activismo contra Fidel Castro fue el inicio de su carrera política y, según algunos fundadores, el germen ideológico del actual partido de Vox. «Se ha hecho con todo», aseguran estas fuentes.
Iván ha sido el artífice de las iniciativas políticas del partido y, junto a su mujer Rocío, la gran musa en Madrid, ha dejado en un segundo plano a Santiago Abascal y al propio secretario general, Javier Ortega Smith. «Se los han merendado», afirman diputados madrileños sobre esta pareja de «zares» en toda regla. Abascal otorgó a Iván un gran poder mediático al nombrarle portavoz en el Congreso, cargo que ha asumido con gusto. En su despacho de la Cámara Baja figuran sus sellos personales: algún cuadro de su pinacoteca privada, fotos de Rocío y sus cuatro hijos y una Biblia antigua de gran valor histórico. Iván se confiesa padre y esposo amantísimo, heterosexual declarado, católico, taurino, melómano y senderista. La defensa de la familia es su lema y atacar a quienes vulneren sus cimientos, su batalla. Para sus adversarios es un extremista, una especie de Atila que arrasa con todo cuanto le molesta, y en opinión de sus leales, un hombre caústico, de verbo acerado, «un fiel legionario» de los valores morales y la fe.
En toda esta crisis de campeonato que desangra al centroderecha ha llevado el mando absoluto. Bastante desaparecido Abascal, según algunos por asuntos familiares, Iván ha dirigido el escándalo de Murcia y lidera el futuro de Madrid con su señora. Fue él quien ordenó el voto en el Parlamento murciano y quien diseña la estrategia contra Ciudadanos, partido al que profesa una profunda aversión. Algunos dirigentes de Vox opinan que su objetivo es abolir al PP, liquidarlo como la antigua UCD y erigirse en líder absoluto de la derecha. «Actúa como un caudillo», lamentan voces críticas en privado, sabedores de que si hablan en público serán marginados. «Es una pareja de guillotina», advierten fundadores de Vox ahora retirados sobre el matrimonio Espinosa-Monasterio. Vaticinan que su ambición no tiene límites y tampoco entienden la retirada, sin excusa aparente, de Santiago Abascal. «Santi llenaba los mítines y ahora parece un cartujo», añaden estas fuentes.
La historia de Vox y Santiago Abascal Conde no puede escribirse sin su vinculación a Euskadi y a una familia fuertemente amenazada por ETA. Su padre, Santiago Abascal Escuza, fue un histórico miembro de Alianza Popular en Álava durante más de treinta años, concejal de Amurrio, dónde su abuelo, don Santi, cómo los vecinos le llamaban y a quienes recibía todas las tardes, incluso a horas intempestivas, desplegó una enorme agenda política frente al nacionalismo. Las amenazas de ETA eran constantes, pero Santi quiso hace carrera política y se afilió también al PP, con tan solo sólo dieciocho años. Después trabajó de la mano de Jaime Mayor Oreja y, sobre todo, de sus dos grandes amigos personales, María San Gil y Carlos Iturgaiz. Tras el Congreso del PP en Valencia, y muy discrepante con la línea oficial de Mariano Rajoy, abandonó el partido y creó Denaes, la Fundación para la Defensa de la Nación Española, junto a otras víctimas de ETA como José Antonio Ortega Lara, y antiguos dirigentes del PP en el País Vasco. Fue entonces cuando conoció a Iván y a su mujer Rocío, junto a un grupo de intelectuales y algunos periodistas que diseñaron el partido.
Como persona, Iván es un líder transgresor. A quienes le acusan de ser un radical de extrema derecha, les lanza su biografía de economista liberal. Casado con la hispano-cubana Rocío Monasterio, lleva la bandera española y algún emblema religioso en su atuendo personal. «Cuatro hijos a cada cual más maravilloso», dice el líder de Vox de su familia. Se define como un «cristiano hasta las cachas», y frente a quienes le tildan de fascista y derechoso les espeta una frase: «Me importa un bledo, mi conducta me avala». Nadie hace unos meses, hubiera dado un duro por él, y ahora es el auténtico «capo» del partido. «Frente a cuatreros, humillaciones ni una», le espetó al dirigente de Vox en Murcia criticando el «cordón sanitario» que les profesa Ciudadanos, partido al que aborrece con todas sus fuerzas y a quien acusa de la crisis en el centroderecha. «Somos el partido de Ortega Lara y no el de Otegi», insiste.
Es un apasionado del senderismo y de las motos, y procura bañarse en verano en las aguas de Marbella, dónde mantiene muchos amigos. Unos le acusan de generar un partido de extrema-derecha antisistema, una especie de Podemos en las antípodas, y otros le siguen con fiel admiración hartos de las humillaciones de Ciudadanos. Para muchos es el «tonto útil» de la izquierda, finalmente la gran beneficiada de esta crisis. Pero todos coinciden en que, hoy por hoy, es el jefe, el auténtico zar de Vox, rocoso ante las críticas. Como bien les dijo a un grupo de periodistas en el Congreso. «Yo ya vengo llorado de casa».
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