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José María Marco, candidato de Vox al Senado: "Amar a España es el primer requisito de la vida pública"
Su trayectoria intelectual destaca por su reflexión sobre España, el liberalismo y el conservadurismo. Columnista de LA RAZÓN da el salto a la política nacional con el partido que lidera Santiago Abascal.
–¿Por qué el paso a la política?
–Siempre me ha atraído la política y llevo años reflexionando y escribiendo sobre España, su historia y su cultura. También vengo de una familia apasionada por la política y por la información, una familia de izquierdas, por cierto, hasta finales de los ochenta. Dar el salto a la política es jugar en un campo nuevo y poner al servicio de mi país todos estos años de trabajo intelectual.
–¿Por qué ahora?
–Porque España atraviesa un momento crítico. En estos años de Monarquía parlamentaria se han hecho avances gigantescos, que tenemos la obligación de preservar. Pero para hacerlo hay que intentar solucionar el mayor problema de nuestra democracia, que es la falta de una idea nacional. Hemos construido una democracia sin nación. El resultado ha sido el intento de secesión de los nacionalistas catalanes y el estallido del antiguo sistema de partidos.
–¿Qué puede usted aportar?
–La política no debe perder la conexión con el mundo de las ideas y la cultura. He dado clase mucho tiempo y sé muy bien que los jóvenes se interesan por las cosas que parecen más difíciles en cuanto se les explica con argumentos comprensibles. En mi trabajo intelectual también me he esforzado por que los lectores entendieran una actividad tan compleja y a veces tan opaca como es la política. Ahora se trata de aportar ideas a la propia acción política. No voy a dejar de escribir y también me gustaría seguir dando alguna clase. Hacer política en democracia es sobre todo convencer, razonar, argumentar.
–España ha sido una constante en su trayectoria...
–Hace algún tiempo me di cuenta que llevo más de 30 años reflexionando sobre mi país, desde perspectivas muy diversas, en particular la del nacionalismo y el patriotismo. No hay nada que me haya ocupado tanto como eso. Intentar descifrar ese misterio es lo más apasionante que se me ocurre. Ahora voy a trabajar con otras herramientas.
–¿Y por qué lo hace de la mano de Vox?
–Los nuevos retos exigen instrumentos nuevos, y en parte los partidos políticos clásicos forman parte del problema, más que de la solución. Vox responde a una nueva sensibilidad de la opinión pública española. Esa nueva sensibilidad surgió después del 1 de octubre, en respuesta a dos cosas. Por una parte, el alzamiento secesionista y por otra, la incapacidad de los partidos políticos para darle respuesta. La izquierda tradicional ha seguido cultivando su hispanofobia característica, y el centro derecha sigue tardando en encontrar su propia vía, sometido al chantaje sistemático al que le ha sometido la izquierda. Vox es el fenómeno más interesante de la política española actual. Viene a poner sobre la mesa los temas hasta ahora excluidos del debate, desde el Estado de las Autonomías y la recentralización de competencias hasta la legislación sobre el género, pasando por la caza, la tauromaquia o el campo. En la «España vacía» vive mucha gente.
–¿Cuáles cree que deberían ser las prioridades de esa nueva propuesta?
–Uno de los aspectos fundamentales ha sido también uno de los más despreciados: los símbolos, la memoria, la cultura... Todo lo que remite a la cuestión de la nación: su vigencia, su continuidad, su unidad. Esa es una cuestión clave, y a partir de ahí se podrá afrontar en serio y a fondo el desafío nacionalista.
–¿Se trata de resucitar el nacionalismo español?
–No. Ser español y amar España no es ser nacionalista. Ni ser un facha. Lo que hay que hacer es reivindicar la idea de nación española. Nuestro país es uno de los más prósperos, más dinámicos, más influyentes y más atractivos del mundo. Es increíble que las elites españolas se hayan empeñado en convencernos de lo contrario. Amar España es el primer requisito de la vida pública. Y emocionarse con la idea de España, como dice Vox, el primer peldaño para avanzar.
–¿La fragmentación de los partidos es un inconveniente?
–A mí me gustan los grandes partidos, los que son capaces de crear grandes acuerdos y ser el reflejo fiel del conjunto de la sociedad. Si esos grandes partidos han entrado en crisis es porque no han sabido recoger las preocupaciones y los deseos de los ciudadanos. Por ejemplo, la aparición de la primera bandera nacional en un balcón después del 1-O significó que la gente estaba decidida a dejar claro su amor a España, es decir que se había acabado los chantajes de la izquierda y la tibieza del centro-derecha. Ya está bien de estar permanentemente chantajeados por quienes llevan décadas viviendo del Estado y difundiendo un mensaje hispanófobo y anticultural. Eso no lo supieron ver los partidos tradicionales. Por lo demás, todos los votos son votos útiles. En una democracia no es bueno sugerir que los ciudadanos no saben votar. Todos los votos valen. A mí me sigue gustando la democracia.
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