El Rey abdica
«La pérdida de votos del PSOE no es monarquía o república, es Rubalcaba»
Alfredo Pérez Rubalcaba sabía la que se le venía encima. Tenía conocimiento de los planes de la Corona desde el mes de marzo. Aun así, encontró tiempo la tarde del 26 de mayo para reunirse con Eduardo Madina en su despacho de Ferraz durante dos horas. Los problemas de Estado le tenían ocupado, pero también las cuestiones domésticas requerían de su tiempo. A su manera, quería dejarlo todo atado y bien atado. Una semana más tarde, después de reuniones, movimientos en la oscuridad, enfrentamientos y alianzas, Rubalcaba reunía a su ejecutiva para bendecir su última ocurrencia: el congreso extraordinario del PSOE elegiría a su líder con el voto directo de los militantes. «Si había un motivo de fuerza mayor, mayor motivo para hacer las cosas bien», apunta un barón territorial no precisamente adversario del secretario general, pero molesto por cómo se ha resuelto la crisis. Rubalcaba, en plena retirada, se encumbraba como adalid de las reformas democráticas en el socialismo español.
Todo estaba preparado, pero a última hora todo se torció. El Rey Don Juan Carlos decidió su abdicación. Rubalcaba se enfundó la coraza de hombre de Estado y salió de inmediato, consciente de que la tormenta perfecta en la que está envuelto el PSOE desde la noche del 25 de mayo no iba más que a arreciar, a invocar el pacto constitucional que selló el PSOE de González –después de presentar una enmienda a favor de la República– y anunció, solemne, que el PSOE no va a romper este compromiso. El secretario general socialista es un zorro viejo y sabía que si el debate en la sociedad entre monarquía y república era inevitable, mucho más inevitable sería en el seno del socialismo español de bases, y corazón, inequívocamente republicanos. Había que zanjarlo con rapidez.
Baleares, Valencia, Barcelona, Galicia, Juventudes Socialistas... y, seguramente, muchas voces más han salido, y saldrán, en defensa de un referéndum para definir la forma de Estado. «Que pase pronto este cáliz», decía preocupado un dirigente, porque muchos dirigentes «se envolverán en la bandera republicana para evitar una nueva sangría de votos». Algunos, en este punto, miran de soslayo irremediablemente a Podemos. «No es un debate que nos ayude a ganar votos», dice un barón un punto pesimista.
No todos lo ven igual, «una mayoría ve con buenos ojos la posición del PSOE, la apuesta por la estabilidad, relevo rápido y sin turbulencias». Además, otras voces critican posicionamientos republicanos de nuevo cuño que plantean el falso debate «monarquía o democracia, que no ayuda a la causa republicana», porque «la abdicación no es una mutación constitucional». Otra cosa es que «un reto del nuevo Rey es recuperar la confianza en la institución» y, por eso «debemos aprovechar la oportunidad de impulsar reformas en nuestro sistema político», escribe Miquel Iceta, dirigente del PSC y miembro de la ejecutiva federal del PSOE, que apuesta por una Monarquía Federal que lidere un proceso hacía una España de todos con «Felipe VI, Rey de las Españas». En esta línea también se manifestaba el escritor Javier Cercas marcando un nuevo terreno de juego: «El debate no es monarquía o república, sino el de peor o mejor democracia».
En estos días se ha apuntado que las prisas de La Zarzuela para decidir la abdicación podían tener un motivo en la crisis del Partido Socialista. En La Moncloa compartían esta preocupación y tenían miedo de que «en Ferraz les temblaran las piernas», por lo que convenía acelerar el cambio mientras estuviera al frente del PSOE un defensa rocoso como Rubalcaba. En el partido reconocen que es un momento complejo porque «es un debate entre el corazón y la razón», apunta un dirigente crítico con Rubalcaba que, sin embargo, afirma: «Alfredo no tenía margen de maniobra. Ha hecho lo que tenía que hacer», y sentencia que «en contra de lo que algunos piensan, aunque te subas a la ola republicana, eso no se traducirá en votos». Otros son más incisivos: «La pérdida de votos no es monarquía o república, es Rubalcaba». La mayoría reconoce que la situación es de «difícil gestión y digestión» «y en las agrupaciones se vive mal. En la mía todos son republicanos y todos están cabreados con Rubalcaba». Los más quieren pasar pronto página y expresan un deseo: «El nuevo Rey recuperará la confianza en la Monarquía y cerrará el debate. Ahora todo depende de los primeros cuatro o cinco gestos. No es fácil, pero se meterá en el bolsillo a los españoles».
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