Elecciones generales
Los ministros de Sánchez, molestos: «No hemos llegado ni al parto»
Los ministros reconocen que Cataluña se los ha llevado «por delante». Muchos han visto truncadas sus carreras por un proyecto en el que cada uno «ha ido por su lado».
Los ministros reconocen que Cataluña se los ha llevado «por delante». Muchos han visto truncadas sus carreras por un proyecto en el que cada uno «ha ido por su lado».
Muchos nervios en Moncloa antes y después de la comparecencia de Pedro Sánchez. Sólo tres personas sabían desde hace días la decisión del presidente: el ministro José Luis Ábalos, el secretario de coordinación territorial y su mano derecha en Ferraz, el navarro Santos Cerdán, y el jefe de gabinete presidencial, Iván Redondo. El resto de ministros lo intuían y al final sonó la flauta. Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno más breve y débil de la democracia, el primero que llegó al poder sin ganar nunca unas elecciones, arrastra consigo a un puñado de ministros que se abrasan con él. «No hemos llegado ni al parto». Esta frase tan gráfica corresponde a uno de ellos cuando volvió a su despacho desde Moncloa tras el Consejo de Ministros y se reunió con sus colaboradores. Han sido, en efecto, algo más de ocho meses sin culminar un embarazo que comenzó con una traicionera moción de censura y ha provocado la estrepitosa caída. Pedro Sánchez pasará a la historia como el único presidente de la democracia que se hundió a manos de los mismos que le encumbraron. Como bien reflexionaba otro miembro del gobierno, «Cataluña se lo come todo y se nos ha llevado por delante».
Pedro el resistente, pero también Pedro el débil y Pedro el breve. Los ministros de su Gobierno no quieren hacer leña del árbol caído, pero entre los «barones» del PSOE eran ya un clamor sus críticas sobre las cesiones a los separatistas. «Algo se ha hecho mal y lo hemos pagado», dice un dirigente territorial. Sánchez estaba dispuesto a todo por mantenerse en el poder y no calculó que el mundo independentista es insaciable. El último episodio con la figura del relator y los desatinos de Carmen Calvo fueron la gota que colmó el vaso. Pedro Sánchez sale achicharrado de esta fugaz aventura, pero también se lleva consigo a un puñado de ministros que, en palabras, de uno de ellos «Compartimos la pira funeraria». Aunque el presidente dio una rueda de prensa impresentable, como un primer mitin electoral ferozmente excitado contra la derecha, la mayoría de los miembros del Gobierno se muestran algo desolados, frustrados y, algunos de ellos, también preocupados por su inmediato futuro.
Hasta el debate de Presupuestos el optimismo cundió en Moncloa. Los ministros más cercanos a Sánchez eran conscientes de las dificultades políticas, pero mantenían la firme intención de agotar la Legislatura, aún con el conflicto de Cataluña latente. «A los independentistas no les interesan unas elecciones, saben que se les acaba el chollo» decían varios ministros. «No ganan nada haciéndole caer», añadían otros. Sánchez confiaba en aprobar los Presupuestos del Estado, rechazaba por completo que su último viaje a Cataluña fuera una rendición indigna y les contó el dilema planteado al inquilino de La Generalitat, Quim Torra: O Cataluña con dos mil millones más, o la amenaza de un 155 muy duro bajo un Gobierno de la derecha. Pero de nada sirvieron las amenazas ante unas exigencias irrenunciables de los soberanistas y el juicio al «procés» como una afilada guadaña. «Nos han engañado», admiten algunos ministros. «Nos hemos dejado engañar», lamentan otros más sensatos y objetivos.
Han pasado ocho meses y algunos días desde la moción de censura contra Mariano Rajoy. Desde aquel uno de junio, con sus exiguos ochenta y cuatro diputados, Pedro Sánchez ha gobernado a golpe de decretazos, ocho en los tres primeros meses de mandato, con cesiones constantes a los soberanistas, totalmente indignas en opinión de algunos de sus «barones», el Partido Popular y Ciudadanos, ha desplegado una campaña de imagen sin precedentes bajo el síndrome del Gobierno bonito, no ha parado de viajar al exterior y ha utilizado el Falcon 900B más que ninguno de sus antecesores. «Es el presidente que más se ha movido a costa del Estado», critican en la oposición. Desde su primer gran decreto sobre la exhumación de Franco, hasta sus constantes veleidades de decir un día una cosa y mañana la contraria, ha vivido la Legislatura más corta y frágil de la democracia con escasos proyectos de ley, nulas iniciativas y mucho decreto. Un auténtico fiasco de los que nunca se recuerdan en el Congreso de los Diputados.
«Un gobierno con escasa sintonía, parece de Pancho Villa». Así opinan veteranos dirigentes socialistas, algunos de ellos ministros con Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, sobre sus sucesores con Pedro Sánchez al frente del Ejecutivo. Aunque algunos tienen buenos currículums profesionales, su acción conjunta es muy criticada. «Cada uno ha ido por su lado», dicen las mismas fuentes de los hombres y mujeres que conforman el equipo del presidente.
En este naufragio político tan solo se salvan algo Josep Borrell, José Luis Ábalos, Margarita Robles y Nadia Calviño. Borrell está deseando volver a su casa, Ábalos es un hombre de partido y dirigirá en Ferraz la campaña electoral. Robles es una magistrada de prestigio sin problemas de trabajo, al igual que la economista Calviño mira a Bruselas como posible Comisaria europea. Otros como Reyes Maroto buscarán hueco en las listas autonómicas madrileñas, mientras José Guirao retornará a su mundo de la cultura. De Luis Planas o María Luisa Carcedo, poco se sabe, pasaron sin pena ni gloria...
Muy quemados quedan Magdalena Valerio, Fernando Grande Marlaska, Martixell Batet, aunque siempre apoyada por el PSC, y sobre todo Carmen Calvo. Valerio es mujer de partido, dónde lleva la secretaría de relaciones laborales, Marlaska tiene su puesto de juez en la Audiencia Nacional, y María Jesús Montero, «La farruquita», cuyas cuentas rechazadas han provocado la hecatombe, tiene ya el billete a Sevilla para disputar el sillón a Susana Díaz. De entre todos, la vicepresidenta Carmen Calvo, Isabel Celáa, Teresa Ribera y Dolores Delgado, con su escándalo de las escuchas con Baltasar Garzón, las llamadas «caras largas», salen trasquiladas por completo. Y en el limbo sigue Pedro Duque, que como buen astronauta nunca dejó de estar en la luna.
La exigua mayoría parlamentaria ha impedido reformas de calado y el decretazo a todas horas. «Sánchez ha gobernado a golpe de lo que le dicen los demás». Así define la actual situación un destacado líder regional como prueba de la debilidad del Ejecutivo. Las cesiones a Podemos y los separatistas precipitaron la caída y recelos en los dirigentes con elecciones autonómicas y municipales a la vista. «Esto nos pasará factura», insisten muchos de ellos que ven este adelanto electoral como una maniobra de Pedro Sánchez para evitar un mayor desgaste y frenar a la derecha.
Con la momia de Franco como bandera y los ataques a lo que él llama «las tres derechas» y el «pacto de la vergüenza» andaluz, Pedro Sánchez acomete una campaña electoral que se avecina bronca, incierta y en algunos momentos sucia. En el Partido Socialista confían en ganar, pero otra cosa muy distinta será cómo gobernar. Abrasados en la propia salsa que les permitió saborear el poder, ahora sálvese quién pueda.
✕
Accede a tu cuenta para comentar