Cárcel
Objetivo: Atentar contra la embajada en Marruecos
Uno de los presuntos integrantes del Frente de Cárceles yihadista, ya en libertad, confesó a otro interno en la prisión de Puerto I (Cádiz) su voluntad de querer atentar «contra intereses españoles en Marruecos»
Uno de los presuntos integrantes del Frente de Cárceles yihadista, ya en libertad, confesó a otro interno en la prisión de Puerto I (Cádiz) su voluntad de querer atentar «contra intereses españoles en Marruecos».
Uno de los supuestos integrantes del Frente de Cárceles yihadista, Mohamed Kchirid –el único que se encuentra ya en libertad–, habría manifestado a otro interno en el centro penitenciario de Puerto I (Cádiz) antes de cumplir su condena su intención de «querer atentar contra intereses españoles en Marruecos, sin descartar la embajada española en ese país». Así consta en el informe de la Jefatura de Información de la Guardia Civil «Detección, estructura afín al Daesh para la radicalización, captación y adoctrinamiento en el entorno penitenciario», del pasado 25 de septiembre, que ha precipitado esta semana la operación de la Audiencia Nacional contra esa red yihadista en las cárceles españoles.
Mohamed Kchirid, natural de Fez (Marruecos), salió de prisión el pasado 3 de septiembre tras cumplir cuatro condenas que sumaban 15 años de cárcel por conducir bajo la influencia de bebidas alcohólicas, falsificación de documento público y robo con violencia o intimidación y lesiones. Ese mismo día, fue detenido por la Brigada de Extranjería de la Policía para proceder a su expulsión administrativa a Marruecos, que se hizo efectiva 48 horas más tarde, por lo que actualmente le sitúa en el país alauí.
Antes de salir de prisión, Kchirid envió una carta al supuesto líder del frente de cárceles, «Mohamed Achraf», «pidiéndole números de teléfono para seguir en contacto con él una vez fuera liberado», afirmando que «Marruecos ha cambiado y hay muchos proyectos». Y es que Achraf cumple su condena el próximo día 17, a expensas de que el juez acuerde su posible prisión provisional por esta causa.
El informe policial ya alerta de la posibilidad de que la actividad proselitista de este grupo carcelario suponga «un riesgo para la seguridad» tanto en el interior de las prisiones como fuera de ellas una vez alguno de sus integrantes recupere la libertad. Para la Guardia Civil el peligro reside en que salgan a la calle «en un estadio de radicalización suficientemente elevado como para cometer una acción terrorista».
Los presos yihadistas, cuya población reclusa experimenta un crecimiento exponencial año tras año en nuestro país, «no pueden participar en la Yihad física (armada)» dada su situación de internamiento, pero aun así «siguen siendo activos para la organización terrorista obteniendo el mismo reconocimiento que el que participa activamente en la Yihad», destaca el informe.
La Guardia Civil recuerda la difusión el pasado 28 de agosto en un grupo de chat de Telegram afín al Daesh (Levantamiento del Califato) de un vídeo en lengua española, «Barcelona-Curando los corazones de los creyentes», que tiene como asunto central los atentados en la Rambla de la ciudad condal del 17-A. En un determinado momento, en el vídeo se hace referencia explícita a los presos encarcelados en España por yihadismo (ver fotografía superior). El mensaje es claro: «Por cada hermano encarcelado tendréis lo que os haga arrepentiros», lo que supone una «clara amenaza a nuestro país» y pone de relieve la importancia que para el Estado Islámico tienen los presos yihadistas.
Antecedentes hay. El más reciente, el de Benjamin Herman, que asesinó en Lieja (Bélgica) el pasado mayo a dos policías durante un permiso penitenciario. El atentado fue reivindicado por Amaq, la agencia de noticias oficial del Daesh, refiriéndose a Herman –quien según la Policía belga sufrió en prisión «un rápido y fuerte proceso de radicalización»– como un soldado del Estado Islámico.
Dentro de los muros de una prisión, el incidente más sonado protagonizado por presos yihadistas se produjo en mayo de este mismo año en la prisión de Depok (Yakarta), donde un grupo de presos armados (imagen de arriba) se amotinó y tomó como rehenes a varios funcionarios, asesinando a cinco de ellos. En un comunicado difundido a través de Amaq se denominaba a los amotinados «soldados del Califato» y defendían su acción como la «ruptura de los grilletes de la humillación».
En septiembre de 2016, otro preso islamista radical, Bilal Taghi, degolló a un vigilante en la cárcel francesa de Osny. Después, se untó los dedos con la sangre de la víctima y dibujó un corazón mientras rezaba.
También en Francia, el pasado enero se produjo un incidente similar en centro penitenciario de Vendin le Vieil, donde Christian Ganczarski – alemán converso y considerado uno de los instigadores del atentado yihadista con bombas contra la sinagoga de Djerba (Túnez) en 2002–, atacó con un arma blanca a cuatro funcionarios.
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